Drogoteca. Entrevista a Eduardo Hidalgo

Visitando una de las web habituales que visito, Drogoteca, me encuentro con esta entrevista a Eduardo Hidalgo, autor de varios libros que por aquí aparecen al igual que algunas de las charlas/conferencias en las que interviene.

Desde aquí, os recomiendo leerla con tranquilidad, interesante y amena.

El texto original está en este enlace.

A disfrutar.

 

 

Drogoteca (Pregunta): Dígame usted su nombre completo, para ir haciéndole la ficha.

Eduardo (Respuesta): Eduardo Hidalgo Downing.

P: ¿Qué edad tiene?

R: 37 años.

P: ¿Seguro que no me engaña? Parece mayor…

R: Es curioso que me diga eso. En mis años más duros desde el punto de vista psicoactivo la gente acostumbraba a echarme unos cuantos años de menos. En cuanto me bajé del burro me empezaron a clavar la edad o echarme unos añitos de más. Burroughs tenía una teoría un tanto peregrina sobre esto, pero al final va a resultar que el viejo loco tenía razón.

P: ¿Y cuál es su estado civil?

R: Soy soltero arrejuntao, con mi pareja y tengo un hijo.


P: ¿Y qué hay de su ocupación?

R: Trabajo como coordinador de la sede de Madrid de Energy Control.


P: Con esta foto-rápida ya nos hacemos una idea. Nada de familia tradicional, y seguramente viva en pecado y rodeado de gente que anda con drogas. ¿Cómo ha llegado a esto? ¿Cómo fue su infancia?

R: Mi infancia, como está «mandao», fue un gustazo. Era el menor de cinco hermanos (tres niñas y dos niños), con la peculiaridad de que compartía rango con mi mellizo, de modo que nunca me faltó compañía de la buena para ir explorando y conociendo el mundo. En cuanto a si era conflictivo o buenin, baste decir que nos llamaban «los monstruitos».

El primer día que fuimos a la guardería los dos organizamos una fuga masiva, sacando a todos los niños por la ventana del baño. El segundo día, según nuestro padre nos entregaba a las manos de la profesora, cada uno de nosotros se encargó de morderle oportunamente los dedos y de salir corriendo como almas que lleva el diablo. No hubo tercer día. De modo que esos primeros años los disfrutamos jugando completamente a nuestra bola, entre nosotros y con nuestro perro Timoteo (luego vendría Mocsha, la tortuga Panoramix y tantos otros…).

Más tarde llegaría el colegio, en el que seguiríamos conservando el puesto en el Top-Ten de «lo mejor de lo peor», en este caso cada cual ya con su propia identidad. La mía en concreto era la de «El Hombre Lapo», por mis buenas artes en esta ancestral técnica de defensa y ataque. En este punto he de decir que, de haber sabido dibujar, con el tiempo me hubiese encantado sacar un comic con las aventuras y desventuras de un antihéroe punk dotado con el superpoder de unos corrosivos e hiperdestructivos lapos destinados a combatir a las verdaderas fuerzas del mal y esparramar todo lo habido y por haber. Pero no sé dibujar…

P: ¡La vida nos ha librado! Menuda generación. Lo de «los monstruitos» era un apelativo muy cariñoso, ¿verdad? Y a pesar de todo le dejaron seguir estudiando…

R: Bueno, más que dejarme, llegó un punto en el que ya no tuve escapatoria. El primer día de colegio, lo recuerdo perfectamente, mi padre nos llevó a cada uno de una mano. Los dos íbamos gritando por el pasillo como energúmenos y revolviéndonos como posesos. Llegábamos tarde a clase (lo cual pasaría a convertirse en toda una costumbre). Al abrir la puerta, con todos los alumnos ya sentaditos y la profesora soltando su rollo, entramos los tres con nuestro numerito. Mi padre nos dio un buen cachete en el culo (no recuerdo ninguno más en toda mi vida), la profesora grito «¡Bravo, Bravo!» e instantáneamente se acabó la función.

P: ¿Para siempre?

R: Tampoco es eso, pero si es cierto que en el colegio cambiaron mucho las cosas. Hubo mil peleas, travesuras y notas diarias de mala conducta dirigidas a los padres, pero, en última instancia, ahí es donde mi infancia quedó estrangulada definitivamente y con ella el pequeño e inocente salvaje que llevaba dentro. De hecho, podría decirse que recuerdo a la perfección el día en que ocurrió: Fue en tercero de EGB. Estábamos todos con el uniforme, dispuestos para entrar en clase después del recreo. Yo era el último de la fila y empecé a mirar a unos niños de parvulitos que seguían jugando y jugando. Me quedé completamente absorto pensando que jamás volvería a gozar de esa libertad, que ya no había mordiscos que pegar ni ventanas por las que saltar, que me habían jodido pero bien y que ya no había vuelta atrás. De repente noté que me acariciaban el pelo. Alcé la vista y ahí estaba mi profesora, mirándome con una cara de pena y ternura que no olvidaré jamás. El resto de la clase hacía tiempo que había entrado en el aula mientras yo me había quedado en medio del patio, solo, firme, con la cabeza volteada hacia los del babi y la mirada perdida en tales oscuros pensamientos. A partir de ese día ya nada volvería a ser lo mismo


P: Es decir, que una vez abortado todo posible plan de fuga con mordiscos y ventanas traseras, no tuvo más remedio que seguir estudiando. ¿Cómo le fue la cosa?

R: Pues como la vida misma, dando tumbos y bandazos. Terminé el graduado escolar recibiendo un premio al mejor alumno del colegio (galardón que, según tengo entendido, no se había concedido antes o al menos en muchos años, que yo sepa, vamos). En el bachillerato me fui aburriendo soberanamente, hasta llegar a sentir el desinterés más absoluto por todo lo que se cocía en el colegio. En COU seguramente fueron más los días de pellas que de asistencia a clase. Los exámenes los dejaba en blanco aunque los colegas que pilotaban me los pasaban enteritos para copiarlos.

Al final del curso la plana mayor del colegio se reunió con mis padres para comunicarles que su hijo consumía drogas. Mi progenitor me llevó a cenar por ahí, le conté que fumaba algún porrillo y bebía y todos tan tranquilos. Poco después me pegué un buen batacazo con las sustancias psicoactivas y mis consumos terminaron por ser de dominio público en la familia.

P: Entiendo, ¿y de ahí, del batacazo, el interés por la psicología?

R: Efectivamente. La verdad es que desde que iba al colegio mis planes consistían en estudiar historia y luego dedicarme a la antropología, pero el varapalo que acabo de contar me despertó el interés por la psicología y eso es lo que acabé haciendo. Al terminar me dije que no volvería a estudiar en mi vida, pero poco después cursé un master en drogodependencias. En este caso el interés venía de lejos, ya que, cuando comencé la carrera llevaba ya seis o siete años consumiendo todo lo psicoactivo que caía en mis manos. Pensé que un poco de teoría tampoco me vendría mal.

 

 

P: Y con ese curriculum de niño bueno, fue a para a Energy Control. ¿Cómo fue eso?

R: Si, allí fui a dar. Me gano la vida como coordinador de la sede de Madrid de este colectivo creado en 1997 en Barcelona por Josep Rovira y unos pacientes que acudían al centro de atención a drogodependientes de la asociación a la que pertenece EC (Asociación Bienestar y Desarrollo).

En 1999 lo fundamos en Madrid. Ese año terminé el primer curso del master en drogodependencias de la Complutense y con una compañera (Elena) decidimos poner en marcha un proyecto de reducción de riesgos en entornos festivos (con información y asesoramiento para consumidores, análisis de drogas, etc.). Fuimos por las distintas administraciones (Plan Nacional Sobre Drogas, Plan Municipal Sobre Drogas…) consultando sobre el tema de las subvenciones, hasta que entramos en contacto con la ya extinta Coordinadora de ONG’s que intervienen en Drogodependencias. En esta asociación nos atendió Virginia, una chica que cuando le explicamos lo que queríamos hacer nos comentó que eso ya lo estaban haciendo en Barcelona y que ella conocía personalmente a quien lo estaba llevando a cabo y que, de hecho, esa persona (Josep Rovira) le había comentado en algún momento que estaban interesados en crear una delegación en Madrid. Así es que Virginia llamó a Josep, éste vino a vernos y, en el verano del 99, el grupo, (compuesto por Elena, su novio, Virginia, mi novia y yo), estaba ya perfectamente operativo.

P: Todo entre amigos. No suena mal. Pero, ¿Por qué dedicarle la vida laboral a un proyecto relacionado con las drogas y reducción de riesgos?

R: Quedaría muy bien si hablara de motivaciones altruistas, de la voluntad de dar respuesta a un grave problema social, de compromiso, de activismo, de salvar al mundo en general y a la juventud en particular de las garras inmisericordes de la droga pero no soy Nacho Cano ni sigo los pasos de la Madre Teresa de Calcuta, de tal manera que, aun cuando pueda haber un poco de todo lo anterior, la razón principal de esta dedicación se remite a una cuestión tan sencilla como que no tengo más narices que currar en algo y esto es lo que más me gusta.

Estaría muy bien viajando por ahí, disfrutando eternamente de la dolce vita y haciendo obra social al estilo de cómo lo hacen los famosos, es decir, donando periódicamente diez millones de dólares a colectivos como Yonkis Sin Papelas y similares, pero no es el caso. Tengo que ganarme el pan de algún modo y el tema de las drogas me interesa en muchas de sus vertientes, por lo que, llegado el momento de tener que trabajar, pensé que al menos debería hacer un intento en esto de las «drogodependencias», y tuve suerte. De todos modos, puestos a darnos algo de autobombo por qué no afirmar que, además de suerte, también tuve la coherencia y la integridad de hacerlo según los planteamientos que a día de hoy considero más adecuados y oportunos, que no son otros que los de la reducción de riesgos. Sé de algunos que le echan bastante más morro e hipocresía a la vida.

P: Esto de la reducción de riesgos suena bien, suena como ponerse en cinturón antes de salir con el coche, o el condón antes de meterla en algún sitio, pero en su caso… ¿No cree que la reducción de riesgos es una opción minoritaria, con respecto al grupo y cantidad de consumidores de drogas «desconocidas» en su composición, dosis y adulterantes?

R: Creo que la reducción de riesgos o más exactamente la gestión de placeres y riesgos es algo que todo consumidor de drogas practica en una u otra medida. Hasta el usuario más «destroy» tiene en cuenta determinadas cosas, por mínimas que sean, para no hipotecar su integridad más de la cuenta. De igual manera que el consumidor más prudente tendrá, por necesidad si quiere ser consumidor, que asumir un cierto riesgo por mínimo que sea, si pretende disfrutar de las sustancias psicoactivas. A fin de cuentas, los usuarios de drogas no son, por término general, ni kamikaces suicidas y descerebrados ni timoratas monjitas Adoratrices del Sagrado Templo del Cuerpo Libre de Toxinas y Alcaloides.

Como digo, considero que la gestión de placeres y riesgos, la búsqueda de un equilibrio personal entre el factor seguridad y el factor gratificación que acompaña a todo consumo de drogas, es la norma, es universal entre los usuarios. De hecho, la inmensa mayoría no tiene problemas significativos con el consumo ni realiza usos marcadamente abusivos o compulsivos. Otra cuestión es que dicha gestión de placeres y riesgos podría ser más eficaz si en lugar de depender del mero sentido común y de la espontaneidad de los consumidores, fuese potenciada, favorecida, facilitada y apoyada por unas políticas sobre drogas que les aportasen la información y los medios necesarios y oportunos para ello.


P: ¿Cómo ve al grupo de consumidores de drogas actual? ¿No cree que es casi imposible explicarle a alguien que analice una sustancia, para evitar intoxicaciones, o que use material estéril, si desconocen en la práctica cosas como lo que es medir una dosis de forma segura, o las consecuencias que puede tener compartir un billete para esnifar?

R: Creo que la gente es bastante receptiva a la información que aporta respuestas a sus preguntas y que no viene acompañada del lastre de los juicios de valor -negativos, por lo general-. Opino, además, que la mayor parte de las sustancias psicoactivas son de un uso relativamente sencillo. Es decir, no creo necesaria una licenciatura específica en la Sorbona para poder manipularlas y consumirlas. Me parece que unos pocos conocimientos básicos (acompañados de una pizca de sentido común y un mínimo apego a la vida) son más que suficientes para que la inmensa mayoría de las personas puedan manejarse con ellas de manera competente. Aun así, me parece evidente que, a día de hoy, la figura del consumidor ilustrado es mucho más frecuente que antaño, y probablemente siga creciendo y expandiéndose, lo cual me parece muy positivo.

Sin embargo, ya digo que no creo necesario que todo el que tenga intención de consumir drogas deba convertirse (antes, durante o después) en un especialista en el asunto. Repito: con cuatro cosillas basta para manejarse con cierta desenvoltura y seguridad, y estas cuatro cosillas las entiende cualquiera, sólo es necesaria la voluntad de explicarlas, y mas aún si tenemos en cuenta que hasta hace tres días nadie tenía dicha voluntad, pues en estos temas no había quien quisiera ir más allá del «Simplemente Di No». Esa era toda la información sobre drogas que hace años un joven podía recibir.

P: ¿Qué porcentaje de consumidores cree que acuden a servicios de reducción riesgos y al servicio de análisis de sustancias?

R: Según mi experiencia, los consumidores que acuden a servicios de reducción de riesgos y análisis de sustancias son muchos. Evidentemente, en un estand en una fiesta no acudirá a informarse y a analizar el 100% de los asistentes, ya que es material y humanamente imposible (a no ser que sea un evento muy pequeño). Acudirá quien se tope con el estand, quien sienta la necesidad, quien tenga una demanda concreta, etc. En unos sitios será el 50%, en otros el 20% y en muchos el 2%, pero gotita a gotita, con el paso de los años, terminan acudiendo cientos de miles de usuarios. Ahora bien, en este punto he de decir que lo que no se puede esperar del consumidor de drogas es que sea un héroe del consumo responsable. Es decir, lo que no se puede hacer es concienciar a las personas sobre la necesidad de hacer determinadas cosas pero olvidarse de ofrecerles las más mínimas facilidades para que las hagan.

Esto sucedió, por ejemplo, con el tema del reciclaje, en el que una parte importante de la ciudadanía al mismo tiempo que comprendió lo oportuno del reciclado de papel se veía obligada a recorrerse medio barrio o media ciudad para encontrar un triste contenedor. Con los servicios de análisis y los estands de información y asesoramiento estamos ahora en esas condiciones: se conciencia a los usuarios sobre la responsabilidad en el consumo y sobre la importancia de analizar, pero al mismo tiempo, un fin de semana cualquiera no encontrarás más de diez estands o puestos de análisis en todo el territorio español.

P: Le ha dedicado un libro a la Ketamina, y su último monográfico sobre una sustancia, es sobre la Heroína: el santo grial de los horrores y los placeres, la droga que nos han enseñado como el paradigma de la adicción, degradación, marginalidad… todo eso a cambio de un supuesto placer indescriptible. ¿Por qué hacer una Biblia sobre esta sustancia?

R: Básicamente porque se me brindó la oportunidad de escribirla, es decir, más que nada para darme el gustazo de contar mi propia versión de los hechos. Todo un lujo, a mi modo de ver.

P: ¿Crees que los usuarios de la misma se pararían a leerla, o era por cubrir un relleno que faltaba en el panorama de publicaciones con información veraz sobre sustancias psicoactivas de consumo?

R: Dudo mucho que se convierta en el libro de mesa del consumidor de heroína. Seamos realistas: entre meterse un chute y leerse un tocho de quinientas páginas hay que ser muy freaky para decantarse por la segunda opción. No obstante es bien cierto que hay algunos capaces de compatibilizar ambas dedicaciones. En España deben ser poco menos de mil, pues las editoriales dedicadas a sacar libros sobre estos temas coinciden en afirmar que, salvo honrosas excepciones, es casi imposible vender más del millar de ejemplares de un libro sobre drogas dirigido al público usuario de las mismas.

Este escaso número de lectores podrá achacarse a mil y una cuestiones, pero personalmente considero que una de las principales guarda una relación directa con el tipo y la calidad de los libros que se les ha venido ofreciendo hasta ahora. No nos engañemos: si la gente no lee lo que se escribe en gran parte es debido a que lo que se escribe no responde a sus intereses, inquietudes y necesidades. En este sentido he de decir que tengo bien claro que mi libro sobre la heroína no es en modo alguno una excepción. A alguno le interesará y a muchísimos otros no. En última instancia, que los usuarios se paren o no a leerlo dependerá, fundamentalmente, de si consideran que su lectura les aporta o no algo de interés y utilidad, y no me cabe la menor duda de que a la mayoría les resultará un coñazo insufrible. Lo importante, en cualquier caso, es que todos habrán tenido la opción de leerlo. De nuevo, todo un lujo del que una generación entera no pudimos disfrutar, pues lo más extenso y elaborado que tuvimos ocasión de leer sobre esta sustancia fue aquel célebre «Engánchate a la Vida».

P: Como psicólogo seguramente opine y coincida conmigo, que la información no se ha de restringir, pero sí de dosificar en función de lo que cada persona puede asimilar e integrar. ¿No le asustaría que, por ejemplo siendo padre, su hijo cuando tuviera 14 años leyera esos libros, pero sólo tomase de ellos la parte que le interesase para justificar un comportamiento?

R: Los padres nos asustamos por todo, queremos mucho a nuestros hijos y quisiéramos evitarles cualquier tipo de problema y sufrimiento, de tal manera que, si la vida en general, con todas sus diversas y variadas relaciones sociales, se desarrollase en los mismos términos en que se desarrollan las relaciones padres-hijos, esto sería insufrible. Seguramente habría listas de libros prohibidos, personas prohibidas, horas prohibidas… (como de hecho los ha habido y los hay en tantos y tantos regímenes dictatoriales y autoritarios). Afortunadamente, para bien y para mal, progenitores sólo tenemos dos, los nuestros, y son más que suficientes como para, además, admitir intrusismos desleales por parte del Estado, del vecino, del amigo, del editor, del escritor o de quien sea. Es comprensible que en casa siempre vayamos a ser los hijos, los niños de nuestras mamis, aunque tengamos cincuenta tacos, pero fuera de casa lo que hemos de ser es ciudadanos, personas, unas menores de edad y otras mayores, cada cual con sus respectivos derechos y obligaciones, que no serán otros sino aquellos que dicten las leyes que todos habremos decidido que regulen nuestras vidas.

Gracias al cielo, en España no hay ley que prohíba publicar un libro sobre la heroína en la línea de la reducción de riesgos. Así que todos podemos estar tranquilos. Por otra parte, se trata de una obra para adultos, dirigida a consumidores y potenciales consumidores de jako. No tiene sentido que un niño la lea y, de hecho, si aún está por ver que se la lea algún adulto, no creo que un crío lo llegue a hacer jamás (a fin de cuentas, tienen bastante más sentido común del que creemos, de modo que, pudiendo disfrutar de Harry Potter dudo mucho que a ninguno se le ocurriese enfrascarse en la lectura de quinientas páginas sobre el jamaro, menos aún si quien las ha escrito es su propio padre).

Por último, en cuanto a la posibilidad de que el libro fuese mal interpretado en el sentido de convertirse en una carta blanca para hacer lo que a cada cual le venga en gana, he de decir que no tengo miedo ninguno. Entiendo que los lectores están en su completo derecho de obtener de él lo que les interese y de actuar en consecuencia. Que consuman o que no, que lo hagan así o asá, es su decisión. Yo he tratado de exponer los modos más seguros y menos problemáticos de consumir, pero no soy quien para pontificar sobre como cada cual ha de gestionar su vida o sobre como ha de tomar esta o aquella sustancia. Es su vida, que hagan con ella lo que quieran, que, siempre y cuando no comprometan la integridad y el bienestar de los demás, no creo que tengan que justificarse ante nadie por sus comportamientos, y menos aún ante mí, pues, a fin de cuentas, para bien y para mal, no son mis hijos.

P: Bien, pero ¿qué hay del riesgo de despertar curiosidades y apetitos en quien antes no los tenía? Además, en cierto sentido estos libros pueden ser peligrosos dependiendo de en qué manos caigan y de cómo interpreten las cosas, sobre todo si se tiene 14 años, aunque según la persona también siendo más mayorcito.

R: De entrada, considero que las curiosidades suelen despertarse de formas más sutiles y livianas, por ejemplo, mediante alusiones en películas, en los medios de comunicación, en libros en los que determinado tema es tratado de forma tangencial, en la calle, en conversaciones con amigos y conocidos… No creo que sean muchos los que así, a bocajarro, se leen un mamotreto sobre una cuestión respecto a la cual jamás habían tenido interés alguno. Es decir, me parece que, para leer un libro como el de Heroína de la Colección Psiconáutica, ha de existir un interés previo por la sustancia en concreto o por las drogas en general. Es cierto, no obstante, que podría tratarse de un interés meramente intelectual, y que la lectura llegase a despertar el apetito de pasar de la teoría a la práctica. ¿Y qué? No veo el problema. Personalmente no tengo intención alguna de hacer proselitismo del consumo de drogas y creo que nunca lo he hecho, pero tampoco veo nada negativo en que a alguien se le despierte la curiosidad de tomarlas. Me parece que este es un miedo exagerado y del que todos deberíamos liberarnos de una vez por todas. Quienes practican, hablan y escriben sobre otras actividades tan placenteras y peligrosas como el consumo de muchas drogas (escalada, parapente, esquí…), no tienen reparo alguno en despertar curiosidades, apetitos y aficiones. No veo porqué en este caso tuviese que ser distinto.

Por otra parte, resulta evidente que el uso de sustancias psicoactivas puede resultar muy peligroso, una vez más, como hacer parapente o escalar. Es por ello, de hecho, que los libros de la Colección Psiconáutica dedican buena parte de su contenido a exponer las claves del consumo de menor riesgo (y mayor placer). Es decir, la intención, precisamente, es la de evitar problemas a los usuarios y a los potenciales usuarios, lo cual no excluye la posibilidad de que algunos de ellos acaben pasando serias dificultades, como también las pasarán algunos de los que practiquen escalada y se hayan ocupado de informarse a fondo en los manuales oportunos. Así es la vida.

Por último, en cuanto a los infantes, coincido plenamente en que la información ha de suministrarse de modo acorde a la edad de la persona. Igual que no tiene sentido explicar a un niño de 12 años los secretos del fist-fucking o las muchas posibilidades del gang-bang, tampoco lo tiene explicarle al detalle como ha de prepararse un chute de heroína. Es por ello que estos libros están dirigidos a un público adulto. Si viese a mi hijo leerlo con 14 años, no me haría mucha gracia, opinaría que le viene grande y así se lo haría saber, de modo que le diría que si le interesan las drogas, sería más adecuado que fuese leyendo otras cosas y éste lo dejara para más tarde. Si aún así quisiera leerlo, me encargaría de comentárselo y explicárselo pasito a pasito. En última instancia, si mi hijo, con la edad que fuera, estuviese interesado en documentarse extensamente sobre la heroína, preferiría que lo hiciera con mi libro en lugar de con cualquier otro.

De todos modos, considero que el miedo a que los niños y adolescentes lean y escuchen estas cosas es otro de los muchos miedos de los que deberíamos desprendernos inmediatamente. Dejemos ya de engañarnos: los niños de 14 años ni consumen jako ni leen libros de 500 páginas sobre el jako. Estas son cosas de adultos, y como tal permitámonos, de una vez, hablar de ellas entre nosotros, con naturalidad, con sinceridad, con tranquilidad y sin miedos ni complejos.

P: Si piensa que le voy a preguntar cuándo va a sacar un libro sobre el fist-fucking, va usted apañado. Ahora que le hemos dado un repaso a la obra, vamos a ver que nos cuenta del autor. ¿Que personaje histórico le gustaría conocer? ¿Y cuál es la razón?

R: Pues me encantaría compartir un ratillo, en su medio y su momento, con Lucy, la australopithecus, o acompañar durante un trecho de su marcha a los tres de Laetoli. En ambos casos por aquello del apego a la familia, por conocer a los recontratatarabuelos.

Desde niño me interesó la paleontología y, aunque es una afición que actualmente cultivo poco (aún cuando es posible que en cualquier momento la retome en plan dominguero) es algo que sigue despertando mi curiosidad. Creo que aprendería y disfrutaría mucho más compartiendo unas horas con estos homínidos que con cualquier otro personaje histórico. Me desvelarían muchos más interrogantes, aunque sólo fuera por la sencilla razón de que las obras, circunstancias y modos de vida de la prehistoria están bastante menos documentados que los de la historia.

P: ¿Y personaje vivo?

R: Pues, sinceramente, no me muero por conocer a nadie en concreto. De una parte soy muy poco mitómano y, de otra, creo que lo mejor de los grandes mitos ya lo conocemos por sus obras. Lo que hay detrás de ellas son personas, más o menos majas y agradables. Me encantaría seguir conociendo a muchas, sobre todo de éste último tipo, pero en principio, me es indiferente el relieve histórico que tengan.

P: ¿Que libro cree que le ha influido más en su vida? ¿Por qué?

R: Supongo que el que más me ha influido, como a medio mundo, ha sido la Biblia, aun cuando, yo mismo, como medio mundo, no la haya leído, pero es indudable que los pocos que se le la leyeron se encargaron pero que muy bien de que nos influyera a todos. Curiosamente, además y a pesar de mi enciclopédica incultura religiosa, es, de lejos, el libro que más cito. Me encanta soltar esas frases demoledoras y trasnochadas («parirás con dolor y servirás a tu marido»), esa lírica punk al estilo de La Banda Trapera del Río («fornicarán los gatos y los perros»), y ese manejo del lenguaje gracias al cual hasta lo más nimio adquiere una resonancia especial («Pedid y os será dado»). Aparte de esta obra magna no consigo identificar un libro que me haya marcado especialmente (seguramente sea debido a que no he leído lo suficiente), aun cuando son muchos los que me han gustado. En su momento libros de aventuras amazónicas, como «I Fiumi Scendevano a Oriente» (no sé el título en español), de Leonard Clark, o las expediciones por Papúa del controvertido Heinrich Harrer (Vengo de la Edad de Piedra). Más tarde obras como «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero» (Oliver Sacks) o «Leopardo al sol» (Laura Restrepo), por citar algunos

P: ¿Cuál lee ahora o el cual es el último leído?

R: Estoy terminando «Blanca Doble: Los cuentos de la cocaína», de un amigo, José María de la Quintana, y el último que he leído es «El Derecho a la Ebriedad» (Manifiesto libertario contra la prohibición), de un simpático y reciente conocido, Javier Esteban.

P: Si se tuviera que definir, presentar o explicar quién o cómo es, ¿qué pieza musical o que canción usaría?

R: Me parece una labor complicadísima, no obstante estoy de suerte: hace poco me enviaron un mail en el que tenía que ir apuntando canciones, animales, personas, etc. Luego, al final del mensaje, cada respuesta quedaba asociada con un aspecto de la vida: tu relación con los demás, con tu pareja… y una de ellas era, precisamente, la definición de lo que era uno mismo y su vida. En mi caso, al parecer, todo quedaba resumido en la canción «Necesito Droga y Amor» (Extremoduro). En cierto modo podríamos darla por buena, a fin de cuentas el título no deja de reflejar dos motivaciones vitales que en mi caso han tenido y tienen una relevancia primordial.

P: ¿Cuál cree que será el status de las hoy ilegales drogas en 50 años?

R: Difícil respuesta. Ni siquiera Nostradamus quiso mojarse en este tema. De todos modos, echándole un poco de cuento e imaginación cabría considerar que, de una parte, cincuenta son muchos años, y de otra, que la situación actual está llegando a rozar lo insostenible, de modo que no me extrañaría lo más mínimo que para entonces, e incluso para mucho antes, la producción, distribución y venta de las sustancias psicoactivas hoy prohibidas y más habitualmente consumidas pasase de estar en manos de redes mafiosas y criminales a estar regulada por el Estado en cualquiera de las muchas fórmulas posibles.

P: ¿Cuál es su droga de consumo favorita? ¿Por qué?

R: Mi droga favorita es el alcohol. Me parece muy versátil. A lo largo de mi vida he tenido otras drogas favoritas (los porros, la LSD, la heroína…), pero algunas ya no las tomo o las tomo muy poco, unas me sientan mal, otras me han cansado, otras las sigo tomando, pero el alcohol siempre está ahí. Es cierto que para grandes ocasiones prefiero acompañarla de otros aditivos, pero como digo, debido a su versatilidad, si me dijeran que mañana desaparecerían todas las drogas del mundo a excepción de una que yo escogiera, elegiría, sin dudarlo, el alcohol (y si puede ser whisky, mejor).

P: Por último, ¿si le pidiera un consejo genérico una persona que empieza a interesarse por la alteración de la conciencia mediante psicoactivos (cualesquiera), qué le diría que más le pudiera ayudar en ese camino? ¿Cuál sería su consejo?

R: Aparte de lo obvio: informarse, manejar bien las dosis y el espaciamiento de las tomas, cuidar los contextos de consumo, estar atento a las señales de alarma, observar la evolución del consumo, estar presto a corregir posibles desvaríos…

Le diría que se guiase por sus propios gustos e intereses y, sobre todo, que escuchase a su propio cuerpo y a sus reacciones, fundamentalmente cuando las cosas se tuercen de una u otra forma, ya que, independientemente de lo que digan los expertos y los eruditos, sean de la tendencia que sean, si por ejemplo, uno mismo siente que los porros le rallan o que la MDMA le deja empanao, creo que es a su propio cuerpo a quien debería hacer caso, por mucho que toda una pila de estudios a doble ciego hayan sido incapaces de relacionar lo que a él le pasa con la sustancia que consume.

Eso sí, mucho cuidado también con tragarse a pies juntillas la galería de horrores que a diario se nos vende desde los medios de comunicación y las instituciones preventivas al uso como si fueran el pan nuestro de cada día en lo que a la toma de drogas de refiere.

P: Llegó el final. ¿Le apetece saludar o enviarle un mensaje a alguien por si le está leyendo?

R: Pues ya que me da lo oportunidad no la dejaré pasar. Si hay alguien que, sin falta, leerá esta entrevista, no podrá ser otro que el ubicuo y omnipresente cibervigilante DDAA, de modo que aprovecho para felicitarle las navidades y para volverle a preguntar lo que en privado no ha querido contestarme (va sin acritudes, que ya sé que es norma de la casa): Querido, ¿Te ha llegado el libro que te comenté o te lo hago llegar para Reyes?

Por lo demás, mil gracias a usted, Symposion, por concederme esta entrevista, por sus amables atenciones, por su paciencia, su buen rollito y por sus interesantes conversaciones privadas. Enhorabuena por su estupendo blog. Le deseo lo mejor.

Fin.

Sangre y sudor nos costó sacar tiempo y terminarla, pero ha sido muy interesante (al menos para mi, y espero que para los demás también). Y ya veo que no tengo que preocuparme cuando DDAA tarda 15 días en contestar un email.
Muchas gracias Eduardo por tus palabras y tus buenos deseos.
Suerte con todo, y con el libro también. Y ya que son Reyes en breve, gastaos los dineros en algo interesante, y que cuando menos, os aportará una visión totalmente distinta de ese «fantasma de la droga» que algunos, como el señor Megías desde la FAD, apuesta por resucitar.

VI copa cannábica AlaCannabis

Saludos cannábicos

Un año más, y ya van seis, Alacannabis celebra su VI Copa de Alicante.
Cada vez más gente opta por el autoconsumo como alternativa al mercado negro, algo que agradecen tu salud y tu cartera. El objetivo de la Copa es celebrar una fiesta que sirva de desobediencia civil y encuentro para cultivadores de marihuana, es una forma de reivindicar el derecho al autoconsumo, que supone renunciar al cannabis adulterado que se vende en el mercado negro a precios desorbitados y dejar de financiar a las mafias del narcotráfico y todo lo que conllevan.

Cultiva para tu consumo!!! PLANTATE!!!

El próximo 16 de Enero se habré el plazo para la entrega de muestras a participar en la VI copa de Alacannabis, que concluirá el 13 de Febrero.

 

BASES VI COPA ALACANNABIS

1º Podrán participar todas las personas asociadas a cualquier colectivo cannábico, deberán estar al corriente de su cuota

2º La inscripción se realizara en la sede de Alacannabis los miércoles de 21h. a 22h., y en alacannabis@hotmail.com, este año serán dos la categorías en las que participar
3 premios para las mejores yerbas de exterior y 3 premios para las mejores yerbas de interior

Exterior – 15gr. de vuestros mejores flores

Interior – 10gr. de vuestras mejores flores

3º El jurado estará compuesto por los propios participantes y 4 personajes del ámbito cannábico, a la hora de aceptar las muestras para el concurso se tomaran en cuenta su presentación (libre de hongos, hojas y tallos)

Saludos y ricas yerbas

Onda Blanca Radio. "Un caso aberrante del prohibicionismo"

Martes 18 de diciembre a partir de las 17:00 H.

Programa Nº22

Entrevista a Carrillo (IU) «Opciones y límites de la política municipal«.

Testimonio medicinal «Un caso aberrante del prohibicionismo»

Enlace URL para escuchar el programa en directo, windows media player.
http://213.139.27.170/handsome/windows.pl

Enlace URL Java además de escucharnos en directo,http://213.139.27.170/handsome/emision.htm

Descargatelos en Onda Blanca Radio

Resultados de la XI Copa de la marihuana de Madrid

 

La undécima edición del clásico concurso cannabico organizado por la AMEC reunió en Madrid a 58 participantes, algunos de lugares tan dispares como Ciudad Real, Zaragoza, Guadalajara, Toledo, Lleida, Cuenca, Valencia, Sevilla o Tenerife.

La entrega de premios se celebró en la vallecana sala La Lavandería, y estuvo amenizada en todo momento por varias actuaciones musicales. Los gallegos de Ganja Family fueron los encargados de ir calentando el ambiente con su vibrante reggae muffy. A continuación le tocó el turno al grupo de folk irlandés The Potato Monster, un violín, una guitarra y un cajón fueron suficientes para hacernos disfrutar de un buen rato. Ya bien entrada la tarde la fiesta continuó con La Parienta Desenfadá , fusión hispano-argentina que con un ritmo alegre y bailón no dejó a nadie impasible, antes de que, y para terminar, Shineray y sus danzas orientales nos devolvieran la calma y la serenidad.

En cuanto al concurso, si algo ha quedado claro es la importancia de la genética.

La muestra ganadora fue una Super Silver (del banco valenciano Dinafem), plantada en exterior a partir de esqueje a 1os de junio y cosechada a finales de octubre cerca de Serranillos del Valle.
El segundo premio fue para la Sensi Skun ganadora el año pasado, o mejor dicho, para uno de sus esquejes, que fue plantado en exterior en la rivera del río Jarama en marzo y cosechado a mediados de octubre. El tercer premio fue para una Tundra Matanuska también a partir de esqueje. Planta crecida en exterior en la rivera del Henares desde de junio hasta de octubre y que, como en el caso de la segunda clasificada, atesora un buen historial de premios pues fue ganadora en la edición 2005 y quinta en la edición 2006. Los premios de este año consistieron en un armario completo de cultivo de 400 W para el primer clasificado donado por el grow Plantania de Leganés, un lote de libros donados por Cañamo, semillas y camisetas donadas por Plantactiva de Collado Villalba, parafernalia donada por Shanti y por supuesto el trofeo de la Amec. La Copa de la marihuana no es solo un acto festivo, sino también y sobre todo, es un acto reivindicativo con el que queremos denunciar la política de prohibición que pesa sobre nuestra planta amiga. Los concursantes que con su participación hacen posible que esta cita se repita año tras año son los auténticos ganadores de la Copa de la marihuana. Las listas con los resultados las podéis bajar de nuestra web. El tercer premio fue para una Tundra Matanuska también a partir de esqueje. Planta crecida en exterior en la rivera del Henares desde 1 os de junio hasta 1os de octubre y que, como en el caso de la segunda clasificada, atesora un buen historial de premios pues fue ganadora en la edición 2005 y quinta en la edición 2006.

Los premios de este año consistieron en un armario completo de cultivo de 400 W para el primer clasificado donado por el grow Plantania de Leganés, un lote de libros donados por Cañamo, semillas y camisetas donadas por Plantactiva de Collado Villalba, parafernalia donada por Shanti y por supuesto el trofeo de la Amec. La Copa de la marihuana no es solo un acto festivo, sino también y sobre todo, es un acto reivindicativo con el que queremos denunciar la política de prohibición que pesa sobre nuestra planta amiga. Los concursantes que con su participación hacen posible que esta cita se repita año tras año son los auténticos ganadores de la Copa de la marihuana.

Las listas con los resultados las podéis bajar de nuestra web www.amec.org.es

Cannabis Champions Cup

Pese a estar sancionado el consumo o tenencia de drogas en la vía pública las asociaciones empezaron hace unos 10 años los concursos de catas.

 

En la actualidad, no sólo las asociaciones organizan las copas, catas o como queramos denominarlas.

 

En este caso Se presenta la Cannabis Champions Cup, me imagino que hay un error en el cartel, las bases aunque digan las mismas, se cree que es hasta el día 5 de enero de 2008 la entrega de muestras.

 

Las bases.

Charla sobre drogas en la UAM (Universidad Autónoma de Madrid)

«El miércoles 12 de Diciembre a las 15,30 horas, la Asociación de Estudiantes de Psicología «AXON» organiza en la Universidad Autónoma de Madrid una mesa redonda en la que se abordarán distintas temáticas relacionadas con las drogas:

– «Gestión de Placeres y Riesgos». Ponente: Eduardo Hidalgo
– «¿Son las drogas perjudiciales para la salud? Ponente: Fernando Caudevilla
– «Investigación clínica con drogas alucinógenas y entactógenas: pasado, presente y futuro». Ponente: José Carlos Bouso.
– «Nootrópicos: drogas inteligentes». Ponente: Juan Carlos Ruíz Franco.

El lugar en el que se realizará será el salón de actos de la Facultad de Psicología de la UAM.

Estáis todos invitados.

Cómo llegar:

– En coche: carretera de Colmenar km.15
– En cercanías: Línea C-1 (dirección Alcobendas-SS de los Reyes),C-7 (dirección Colmenar) y C-10 (dirección Tres Cantos).
– En autobús: Nº 714 desde Plaza Castilla.

Vía: Energy Control

El Parlamento suizo bloquea una iniciativa ciudadana para legalizar el consumo de cannabis

El Parlamento suizo bloqueó hoy una iniciativa popular para la legalización de cannabis, con la que se pretendía despenalizar el consumo, posesión, compra y cultivo de cannabis para uso personal.

La medida, rechazada tras obtener solo 70 votos a favor y 106 en contra, fue llevada al Parlamento después de que una petición ciudadana para la legalización de la droga lograra reunir más de 100.000 firmas.

La mayoría de centro derecha dijo rechazar la propuesta con el fin de proteger a la infancia, mientras que los diputados de la oposición consideró que la prohibición estaba creando más problemas de los que estaba solventando.

De cualquier modo, la votación llevada a cabo hoy logró un mayor respaldo al ‘no’ que otra realizada hace cuatro años, cuando fue rechazada una medida similar por 96 a 89 votos.

El ministro de Sanidad, Pascal Couchepin, justificó el apoyo al ‘no’ al considerar que no estaba justificada la excepción del cannabis. Sin embargo, en 2003 fue un apasionado defensor de la reforma, por lo que sus declaraciones de hoy contrastaron fuertemente con lo dicho hace cuatro años, cuando defendió que ‘las prohibiciones sobre el cannabis y el alcohol siempre han demostrado (ser) un fracaso’.

Además, diputados socialistas y algunos miembros del centrista Partido Radical, al que pertenece Couchepin, apuntaron que la prohibición ayuda a impulsar un mercado negro para las drogas ilegales controlado por grupos de corte mafioso que empeoran la protección de la salud de los menores. Por ello argumentaron que el Estado debería regularizar el mercado.

A pesar de que el cannabis es considerado ilegal en Suiza, las autoridades en muchos estados del país toleran la posesión de la droga en pequeñas cantidades para el consumo personal.

Vía: Terra

Un discapacitado pide fumar marihuana para «seguir adelante»

 

Cada día aparecen noticias en relación con la marihuana en su uso medicinal, en este caso el de un discapacitado que ha tenido que dejar de cultivar por los motivos que están expuestos en la noticia.

Esperamos desde CyM una solución a su problema.

 

Lucha para tomarla con fines terapéuticos en la residencia de Ferrol en la que reside

Autor: Xosé V. Gago

Fecha de publicación: 8/12/2007

 

El inquilino de la habitación 516 del Centro de Atención a Minusválidos Físicos (CAMF) de Ferrol cultivaba marihuana en su armario hasta el pasado lunes. Juan Manuel Rodríguez Gantes, vecino de A Coruña de 32 años, lleva los últimos 17 postrado en la cama por una mala zambullida de cabeza. Admite que tenía las plantas y, es más, desea fervientemente que le permitan volver a cultivarlas.

íÉl afirma que no es una cuestión de vicio ni de adicción. Juan Manuel sufre dolor neuropático y dice que la marihuana le relaja, le permite «soportarlo y aguantar la depresión» y, por encima de todo, le ayuda «a seguir adelante todos los días». No fuma «muchísimo». Afirma que hace un uso moderado y que solo consume «tres o cuatro porros al día».

La otra opción para su dolor son «calmantes opiáceos muy fuertes». No le gustan: «Son adictivos y me provocan vómitos. Me dejan fuera de combate y me dañan el hígado y el estómago. No quiero ni oír hablar de tener que tomarlos para siempre».

Pero esos calmantes son legales y el cultivo de marihuana está reñido con la ley. Por eso el lunes pasado Juan Manuel tuvo que llamar a unos amigos «para que se llevasen las plantas». Le ocurre lo mismo «desde hace tres o cuatro años» en cuanto llega el otoño. La marihuana, tras el verano, comienza a oler fuerte y eso alerta al personal del centro en el que reside. A continuación llegan las órdenes para que las quite, pero afirma que esta vez ya no puede más.

Fue Fernando López Díaz, recién llegado a la dirección del CAMF, quien la semana pasada le pidió que quitase las plantas. Juan Manuel se negó, pero el gerente le explicó que no tendría más remedio que denunciarlo si no las retiraba. Sea o no sea calmante, la marihuana «no es legal y no hay una prescripción médica» que respalde los deseos de Juan Manuel.

El director prefiere «no valorar si la marihuana es una buena terapia o no», ya que afirma que carece de los conocimientos necesarios. Pero dice que el servicio de prevención de riesgos laborales levantó un acta sobre el montaje de la plantación, que tenía focos de luz para mantener vivas las plantas. Por tanto, afirma Fernando López, «no puedo, ni lo haría, hacer la vista gorda. Tengo unas obligaciones». La situación no cambiará, explica también, «a menos que exista un informe clínico» que respalde que la marihuana es beneficiosa para aliviar los padecimientos de Juan Manuel, quien ya cuenta al menos con el apoyo de su psicólogo, que, según él, «ha escrito una recomendación para que se me autorice el consumo y me ha dicho que está dispuesto a ir a juicio para declarar a mi favor».

Quizá los tribunales sean la única salida de Juan Manuel. íÉl sabe lo que quiere: «Que me autoricen el uso compasivo de la marihuana». No sería algo novedoso en España «porque en Cataluña y el País Vasco hay mucha gente que la utiliza así». Incluso se puso en contacto, cuenta, con asociaciones catalanas que le ofrecieron su apoyo, pero no cree que sus abogados puedan llevarle el caso por la distancia. Su objetivo ahora es localizar «una asociación o algo parecido en Galicia» que lo ayude a presentar los papeles y a hacer los trámites judiciales. Según le dijeron en Cataluña, debe ser uno de los primeros gallegos que va a intentarlo. Ahora bien, desde su cama de la habitación 516, adornada con carteles de Bob Marley, no parece que lo diga con ganas de querer hacerse el protagonista pidiendo esa autorización, más bien lo que ocurre es que, según sus palabras, la necesita.

 

 

Vía: La Voz de Galicia

Premiada una investigación de la UCO sobre el uso antitumoral del cannabis no psicoactivo

Premiada una investigación de la UCO sobre el uso antitumoral del cannabis no psicoactivo

Una investigación centrada en los efectos del cannabis no psicoactivo sobre la inflamación y carcinogenesis intestinal presentada por los investigadores de la Universidad de Córdoba Amaya García de Vinuesa, Carmen Navarrete, Jose Peña Amaro, Ignacio M. Jimena, Bernd Fiebich, Giovanni Appendino y Eduardo Muñoz ha sido premiada en el transcurso del VIII Congreso de la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides celebrado la semana pasada.

Se sabe que la planta Cannabis sativa tiene muchos efectos terapéuticos pero su contenido en THC (el principio psicoactivo) impide en gran medida su desarrollo como medicamento para algunas enfermedades en donde no interesa este efecto. Por ello el grupo de investigadores de la UCO ha desarrollado, en colaboración con la empresa de Córdoba Vivacell Biotechnology España S.L. que ha financiado los trabajos a través de la OTRI, el extracto de una variedad de Cannabis que no tiene THC y que sirve como anti-inflamatorio y anti-tumoral. Estos resultados han servido a dicha firma para solicitar una patente europea.

Gabinete de Comunicación / C.M.
Martes, 4 de diciembre de 2007

[Música] Los Niños de los Ojos Rojos

Estos amigos, extremeños, llevan tocando juntos desde algo antes del año 2000 demostrando la importancia de la música en directo en su vida.

 

Si no los has visto nunca, te aconsejo localices en su web sus próximas actuaciones y si puedes, pases a escucharlos.

 

Tengo el placer de conocerles, de haberles visto varias veces en directo, presentaciones de disco incluidas, y de haber podido disfrutar de unas jornadas culturales sobre drogas celebradas en Valladolid en el año 2000.

 

Desde la última vez que les he visto en directo hasta ahora, no han parado de recorrer tanto España como parte de Europa y el poder hacer las Américas.

 

¡No te los pierdas!!

Los Niños de los Ojos Rojos presentan su Tercer Disco «Lo Veo Todo Claro»en Actual 2008 junto a la conocida cantante-actriz norteamericana Juliette Lewis and The Liks

¿Se imaginan a unos extremeños con aires punkarras y mestizos, amantes de Escocia y los Balcanes y con un directo demoledor? Les invitamos a conocer a Los Niños de Ojos Rojos, un colectivo que reúne las características citadas y que incorpora en cada actuación sorprendentes novedades.

Los Niños de los Ojos Rojos es uno de los grupos de música españoles más innovador de los últimos tiempos. Su apuesta por un sonido vanguardista basado en el folk europeo de origen tradicional irlandés, griego o balcánico, y los ritmos más modernos como el hip hop, el ska o el funky les ha llevado a compartir escenarios y festivales con los conjuntos más grandes de esta nueva ola del folk y la fusión. Entre ellos, cabe destacar ejemplos como Kepa Junkera, los Flook de Brian Finnegan y John Joe Kelly, Oysterband, Les Batinses, Carmen París, Tannahill Weavers, Macaco, Tejedor, Benito Cabrera y Budiño. Del mismo modo, han participado en la banda sonora del documental «Escenario móvil» de Montxo Armendáriz y Luis Pastor, donde también actuaron como coprotagonistas.

Estos extremeños han intervenido, incluso, en una sesión privada para el maestro balcánico Goran Bregovic en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, y han triunfado en festivales tan ilustres como Womad, Ortigueira, Festa por la Diversitat o Viñarock.

El segundo disco de la banda, «Hijos del Humo» producido por Los NOR y Extremedios -el sello del grupo-, en colaboración con la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, confirmó lo que se esperaba de ellos. El álbum fue, sin duda, uno de los discos más originales del 2005 y ha sonado en gran parte de España, en Radio 3, y lugares como Bosnia, Australia, Alemania, Irlanda o Croacia.

Los NOR (como se les conoce por toda España) son una de las bandas con mayor proyección internacional de nuestro país y con uno de los directos más potentes y originales.

Después de una gira que les ha llevado desde Bosnia hasta Ibiza han participado en la XIX edición del Mercat de Música Viva de Vic (Barcelona), donde han cosechado excelentes críticas y un gran apoyo por parte del público y los profesionales asistentes. En la cita, compartieron escenario con grupos como los senegaleses Daara J, los franceses La Varda, los colombianos Aterciopelados o los catalanes-argelinos Nour.

Ahora presentan lo que será su tercer CD, que se editará en 2008, y con el que esperan seguir madurando y viajando por todo el mundo.

Más Info

www.bandas-sonoras.com

http://www.larioja.org/actual

Fuente. Extremedios.com

Toxicomanías

 

En sentido literal, etimológico, las toxicomanías son conductas relacionadas con ciertos tóxicos, cuyos efectos euforizantes tientan poderosamente a algunas personas. La palabra manía es en griego clásico un término sumamente ambiguo, que significa unas veces «extravío», otras veces «inspiración», y otras «entusiasmo». Pero el uso actual del término no tiene connotación positiva, y el Diccionario editado por nuestra Academia de la Lengua ofrece tres acepciones básicas: «1.Especie de locura, caracterizada por delirio general, agitación y tendencia al furor. 2.Extravagancia, preocupación caprichosa por un tema o cosa determinada. 3.Afecto o deseo desordenado.» Tóxico, del latín toxicum, es una palabra no ambigua, que significa «veneno».

Evolución histórica.

En sentido jurídico, y en el habla común, la toxicomanía se liga a las drogas ilícitas llamadas estupefacientes (narcotics). Dicho criterio informa el derecho internacional desde el Convenio de Ginebra de 1931, que por primera vez atribuye a los Estados, y a la Liga de Naciones, «luchar contra la adicción». Este Convenio incluía inicialmente tres drogas (derivados del cáñamo, derivados del opio y derivados del arbusto del coca), a las que luego se incorporarían muchas más, tanto naturales como sintéticas y semi-sintéticas. Todas ellas son, por imperativo legal, estupefacientes «toxicomanígenos» o generadores de adicción.

Es interesante constatar que lo evidente hoy -para el legislador y para buena parte de la población- no lo fuese en ningún momento histórico previo, aunque el cáñamo, el opio y la coca hayan sido plantas conocidas y empleadas inmemorialmente. La civilización sumeria, la egipcia y la grecorromana usaron con gran generosidad el opio -hoy considerado droga adictiva por excelencia-, sin dejar testimonio escrito sobre ningún opiómano. El dato es tanto más notable cuanto que esta droga se usaba muchas veces a diario -en las famosas triacas o antídotos-, sencillamente como tónico preventivo de diversas dolencias. Lo mismo puede decirse de las culturas asiáticas a propósito del cáñamo, y de las americanas a propósito de la coca.

Los antiguos tomaban o no esas sustancias, en mayor o menor cantidad, pero la costumbre de consumir una droga -por razones recreativas, religiosas o terapéuticas- no se distinguía de cualquier otra costumbre, no suscitaba inquietud social y no interesaba lo más mínimo al derecho ni a la moralidad establecida. La única excepción a esta regla son -en Eurasia- las bebidas alcohólicas, que sí generaron discusiones teóricas, reproches éticos e incluso persecución. Para algunas religiones (como la brahmánica, la budista y la islámica), alcohol es sinónimo de oscuridad y mentira, y la regla mahometana decreta apaleamiento para quien sea hallado borracho. La filosofía griega discutió abundantemente en torno al vino, «don de Dioniso», argumentando algunos que era básicamente una maldición, y otros “presididos por Platón- que otorgaba entusiasmo sagrado. A diferencia de los pueblos germánicos, que toleraban la embriaguez de mujeres y hombres jóvenes, la cultura grecorromana prohibía severamente su uso en tales casos; en tiempos de Tarquino el Grande, por ejemplo, una dama fue condenada a morir de hambre tras descubrirse que tenía las llaves de una bodega. Severísima fue la represión del culto báquico en la Roma republicana “entre el 186 y el 180 a.C.-, que supuso exterminar a unas diez mil personas, si bien el trasfondo del caso sugiere que además del escándalo producido por ritos orgiásticos había razones de conveniencia política, que poco después desembocarían en las primeras guerras civiles.

Por lo que respecta a las otras drogas, el criterio de la antigüedad grecorromana y asiática lo describe ejemplarmente la Lex Cornelia de sicariis et veneficiis («ley Cornelia sobre homicidas y envenenadores»), que estuvo vigente desde tiempos republicanos hasta el fin del Imperio: «Droga es una palabra indiferente, donde cabe tanto lo que sirve para matar como lo que sirve para curar, y los filtros de amor, pero esta ley sólo reprueba lo usado para matar a alguien sin su consentimiento».
Ulteriores informaciones sobre uso de sustancias psicoactivas desaparecen casi por completo hasta el siglo XIII. Es entonces cuando se han difundido los primeros aguardientes (generando grave inquietud tanto en Europa como en China), cuando comienza la cruzada contra las brujas (a quienes se acusa de «tratos con hierbas y pócimas diabólicas»), y cuando se opera un giro hacia el fundamentalismo farmacológico en el mundo islámico (que busca prohibir café, opio y haschisch). Tras el descubrimiento de América -un continente sin tradición monoteísta, con culturas hechas a una rica variedad de drogas en contextos tanto religiosos como terapéuticos y recreativos-, la alarma ante este tipo de productos crece hasta finales del siglo XVII. En este momento empieza a cundir «gracias a humanistas, médicos y boticarios- un criterio laico, y el arsenal de sustancias conocidas pasa a considerarse materia médica, libre de estigma teológico y poder sobrenatural. Desde entonces, y hasta la segunda mitad del siglo XIX, seguimos sin hallar testimonios de toxicomanía o adicción, salvo casos de alcohólicos, tabacómanos y cafetómanos, que -por cierto- suelen recibir castigos crueles; Francisco I de Francia decreta pérdida de las orejas y destierro para los primeros, en Rusia los bebedores de café se exponen a perder la nariz si son descubiertos, y en Irán «como también en algunos puntos del norte de Europa- el tabaquismo se paga unas veces con tormentos y otras con pena capital.

La situación cambia después de modo notable, debido en parte a progresos de la química, y en parte a las repercusiones que tiene en Occidente el conflicto anglochino conocido como guerras del opio. En efecto, laboriosos trabajos de análisis y síntesis irán descubriendo los principios activos de las plantas, que ofrecen sustancias mucho más activas, cómodas de almacenar y fáciles de dosificar, en una secuencia que empieza con morfina y codeína (dos de los alcaloides del opio) y sigue con una larga lista (cafeina, teina, escopolamina, atropina, cocaina, mescalina, heroína, etc.). Cada vez más consolidada socialmente, la corporación terapéutica “formada por médicos, farmacéuticos y laboratorios- prefiere los principios activos a las formas vegetales, dentro de su batalla por lograr el monopolio en la producción y distribución de drogas, frente a los tradicionales herboristas, curanderos, cosmetólogos y drogueros, que andando el tiempo se presentarán como «matasanos».

Por su parte, las guerras del opio son un fenómeno complejo, que no se explica pensando en una China donde el opio fuese desconocido, y movida a importarlo por las potencias occidentales. Los chinos conocían las triacas grecorromanas desde el siglo X por lo menos, y usaban cocimientos de adormidera y opio propiamente dicho desde tiempo inmemorial Pero los emperadores manchúes -que acababan de imponerse mediante invasión, ocasionando las guerras civiles más sangrientas de la historia universal- decidieron prohibir el pago de transacciones comerciales con opio (al comienzo mediterráneo -mucho más rico en morfina-, y luego producido por los ingleses en grandes plantaciones situadas al sur de la India) para preservar el superávit de su balanza de pagos, exigiendo siempre metales preciosos a cambio. De ahí que empezaran prohibiendo la importación, y sólo bastante más tarde el cultivo en China, cuando la persecución de usuarios había producido ya un enorme mercado negro, y una generalizada corrupción.

Es interesante subrayar el divergente resultado que suscita un régimen de prohibición si se compara con el de indiferencia legislativa. Los usuarios chinos cotidianos de opio (unos tres millones, aproximadamente el 0,5% de la población) eran en una alta proporción personas desnutridas y laboralmente nulas. Durante el mismo periodo, en cambio, los usuarios indios cotidianos de opio (otros tantos, pero un porcentaje mucho más elevado de la población) no presentaban síntomas de degeneración física ni incapacidad laboral, hasta el extremo de que el ingente informe conocido como Royal Commission on Opium (1884-1896) concluye diciendo: «El opio en la India se parece más a los licores occidentales que a una sustancia aborrecible».

Suele olvidarse, al hablar de las guerras del opio, que su consumo occidental era por entonces no ya superior sino muy superior al del lejano Oriente, pues -si bien empezaba a verse relegado por el uso de morfina y codeina- seguía siendo el tercer artículo más vendido por las farmacias. Con todo, en Europa y América sigue sin haber «opiómanos», y en sus célebres Confesiones (1822-1845) Thomas De Quincey niega una y otra vez que esta droga cree «hábito imperioso».
Los primeros casos de adicción a drogas distintas del alcohol, el café o el tabaco aparecen a propósito de la morfina, utilizada masivamente en la guerra civil americana y la francoprusiana, bautizándose allí como «mal militar» y «dependencia artificial». La monografía médica pionera sobre este fenómeno, obra de Louis Lewin (que entonces firmaba como Louis Lewinstein), se publica en 1879 cuando la morfina lleva más de medio siglo vendiéndose libremente-, y es llamativo comprobar que la revista donde aparece el Journal der Allgemeine Medizin– publicará poco después un comentario de otro médico, que pone en duda el carácter científico de la expresión «morfinismo» pues «expresa una debilidad del carácter, y no algo causado por una sustancia química».

Entre 1880 y 1920, cuando comenzarán las restricciones a su disponibilidad, el espectro sociológico del usuario regular de morfina indica que apenas interesa a sectores económicamente desfavorecidos. Aproximadamente un 50% son médicos o esposas de médicos y boticarios; el resto incluye personas acomodadas con «problemas de los nervios» o entregadas a la moda (el estilo «decadente» hacía furor), gente del teatro y la noche, damas de vida alegre, algunos clérigos y personal sanitario auxiliar. Sólo un 14% había decidido consumir esta droga por iniciativa propia, sin mediar el consejo de algún terapeuta o amigo, y más de un 80% sobrellevó dos, tres y hasta cuatro décadas de hábito sin hacerse notar por descuido doméstico o incapacidad laboral.

A finales de siglo llega a las farmacias el envase doble de una nueva y pequeña compañía farmacéutica, la Bayer, que ofrece al público dos sustancias analgésicas: ácido acetilsalicílico (Aspirina) y diacetilmorfina (Heroína). Poco después, en 1900, el Boston Medical and Surgical Journal declara que la heroína «posee muchas ventajas sobre la morfina […] No es hipnótica, no hay peligro de contraer hábito». La llamada píldora antiopio, que unos años más tarde exportan los laboratorios europeos y norteamericanos a China como tratamiento de sus adictos, contiene básicamente heroína también.

Esta política de sustitución (morfina por opio, heroína por morfina) seguirá funcionando desde entonces sin pausa (heroína por dextromoramida, dextromoramida por metadona, metadona por buprenorfina, etc.), aunque -a efectos del toxicómano- lo decisivo sean las condiciones de acceso a sus drogas. Ante el clamor prohibicionista, que desembocará en la Ley Volstead (también llamada Seca, por referirse a bebidas alcohólicas) y la Ley Harrison (equivalente suyo para opio, morfina y cocaína, más adelante heroina), en 1905 un comité especial del Congreso norteamericano calcula que en el país hay entre doscientas y trescientas mil personas con «hábito» de opiáceos y cocaína (aproximadamente un 0,5% de la población), dato «estremecedor» a juicio de los senadores. Con todo, estas drogas no sólo eran de venta libre (incluso podían adquirirse por correo, del mayorista), sino intensamente promocionadas mediante periódicos, revistas y publicidad mural, y había al menos cien bebidas bien cargadas de cocaina (entre ellas la Coca-Cola, y el no menos célebre entonces Vino Mariani). Lógicamente, no se conocían intoxicaciones involuntarias o accidentales -al tratarse de productos puros y bien dosificados-, ni delincuencia alguna vinculada a su obtención.

La etapa siguiente, donde todavía nos encontramos, irá surgiendo al ritmo en que Estados Unidos vaya consolidando su posición de superpotencia mundial, y exportando una cruzada contra las drogas. En vez de «hábito» habrá «adicción», y en vez de «amateurs» -como decía el Comité antes citado- habrá «toxicómanos» (addicts). Un proceso con etapas precisas -que la sociología contemporánea describe como profecía autocumplida (Merton) y etiquetamiento (Becker)- transforma al usuario tradicional de euforizantes en una amalgama de delincuente y enfermo, movido a ello por los precios y la adulteración del mercado negro, por el contacto con círculos criminales y por la irresponsabilidad tanto social como personal que confiere el estatuto del adicto. Ocho décadas después de haber puesto en vigor leyes prohibicionistas, hay en Estados Unidos una proporción muy superior de personas con hábito de opiáceos y cocaina, en su mayoría laboralmente nulas, a quienes se atribuyen dos terceras partes de los delitos contra la propiedad y las personas.

 

La toxicomanía en sí.

Es habitual vincular vincular el hábito de drogas al acostumbramiento, que insensibiliza progresivamente al usuario, y explica por qué va consumiendo cada vez mayor cantidad del producto para obtener análogo efecto. Se habla así de un «factor de tolerancia» característico de cada droga, que puede ser más o menos alto. La cocaina, por ejemplo, tiene un factor relativamente bajo (los usuarios regulares podrían conseguir una estimulación parecida sin aumentar mucho su ingesta cotidiana), mientras la anfetamina tiene un factor relativamente alto (y sus usuarios regulares deben ir multiplicando las dosis a intervalos bastante más breves para mantener su nivel de estimulación). Otras drogas, del tipo LSD, exhiben algo definible como tolerancia máxima o instantánea, y si el usuario trata de usarlas sin pausa sencillamente dejan de hacer efecto en absoluto, aún consumiendo dosis enormes. Con todo, la idea de que las drogas se consumen abusivamente en función de su factor de tolerancia no puede aceptarse sin serias reservas. Aunque el factor de tolerancia en la cocaína sea relativamente bajo -si se compara con otros estimulantes-, ciertas personalidades abusarán de ella como si lo tuviera, y aunque el factor de tolerancia en los sedantes sea igual o superior al de la cocaína ciertos sujetos se mantendrán durante años y hasta décadas en el mismo (y prudente) nivel de dosis, mientras otros sujetos las incrementarán hasta exponerse a una lamentable depauperación psicosomática, y a duros síndromes abstinenciales. No sin fundamento, los farmacólogos griegos y romanos llamaban «familiaridad» al fenómeno de la tolerancia, considerando que «quita su aguijón al tóxico» (Teofrasto).

Para evaluar hasta qué punto una droga será usada o abusada convendrá atender al papel que desempeña en cada personalidad, lo cual sugiere una clasificación funcional. El primer grupo, que llamaremos drogas de paz, comprende compuestos de muy variada naturaleza química, con un no menos variable margen de seguridad (esto es, proporción entre dosis activa mínima y dosis mortal media), pero capaces de suprimir o amortiguar estados de dolor, temor o desasosiego.El tipo de paz que proporciona la borrachera alcohólica (o la de éter, cloroformo o barbitúricos) es una mezcla de desinhibición exterior y reafirmación interna, en cuya virtud el borracho se libera a la vez de autodesprecio y de apocamiento en relación con los otros. El tipo de paz que proporcionan analgésicos como la heroína o el opio no borra el sentido crítico, aunque anestesia en mayor o menor medida frente a dolores localizados (algias), y a la más inconcreta depresión. El tipo de paz que proporciona un hipnótico es el propio sueño, y el de un sedante una amortiguación general de la vida psíquica, cuya intensidad se experimenta en otro caso como excesiva. Por consiguiente, toda droga de paz contiene un elemento analgésico o anti-dolor, aunque cada una afecta a una modalidad distinta del desagrado.

La segunda clase de drogas comprende sustancias capaces de ofrecer brío o estimulación en abstracto, que potencian la vigilia, aumentan la resistencia ante el cansancio, reducen el apetito y combaten aquello que el proceso depresivo tiene de simple postración. Sus bases químicas son muy variadas, como sucede con las drogas de paz, y entre ellos están cafeina, cocaina, crack, efedrina, catina, anfetamina, Prozac y otros imaos (inhibidores de la monoaminoxidasa). El brío o estimulación que ofrecen puede durar desde media hora -caso del café o la coca- hasta diez o más horas -caso de la anfetamina-, e incluso varios días, pero en dosis medias y altas tiene siempre un rasgo de rigidez o envaramiento corporal, propenso a la taquicardia y la sequedad de boca, que explica su combinación con alcohol, opiáceos y tranquilizantes; de ahí el «carajillo», combinación de café muy concentrado y coñac, hijo de la tradicional «agua heroica» (café con opio), o el speed-ball contemporáneo (cocaína con heroína).
La tercera clase de drogas incluye sustancias capaces de provocar una excursión anímica consciente, que potencia la percepción y la introspección al mismo tiempo. Apoyadas sobre bases químicas diversas también -alcaloides bencénicos e indólicos, ciertos aceites esenciales- los compuestos de esta familia incluyen diversos tipos de setas, cactos y otras plantas, así como substancias sintéticas (TMA, STP) y semisintéticas (LSD). Cuando el viaje es profundo, tiende a producir una experiencia que también se conoce como «pequeña muerte», donde la persona recorre dimensiones de gran extrañeza, teme perder el juicio, se ve enfrentada a su finitud y suele resurgir fortalecida de todo ello. Eso explica que tales drogas se hayan usado tradicionalmente en contextos religiosos paganos, dentro de ceremonias de adivinación, reafirmación tribal y ritos de pasaje (a la madurez o a ciertos oficios, como el de chamán y guerrero), y que en su empleo moderno se vinculen a movimientos éticos y políticos, como la «contestación» de los años sesenta y setenta.
La sustancia de este tipo más consumida hoy es el cáñamo -en forma de marihuana y haschisch-, que constituye un vehículo visionario de potencia leve o media (dependiendo de su calidad), si bien induce en algunas circunstancias una excursión psíquica considerable.

A diferencia de las drogas de paz y las de pura energía, las de viaje pueden funcionar como afrodisiacos, ya que potencian el contacto sexual en cualquiera de sus fases, aunque bien cabe que su usuario no se sienta en absoluto inclinado a la concupiscencia, sobre todo si pertenece al género masculino. Aquello que las distingue más radicalmente de los otros dos grupos es su baja toxicidad; ninguna persona ha muerto -que se sepa probadamente- por sobredosis de hongos psilocibios, LSD, mescalina o marihuana. En realidad, su peligro no es que alguna víscera falle, sino que se extravíen los ánimos, induciendo trances de delirio persecutorio o disociación. Otra singularidad de las drogas visionarias es carecer de síndrome abstinencial, ya que la suspensión de su empleo no provoca ningún cuadro clínico objetivable, ni sensaciones subjetivas de malestar.

En tiempos recientes se ha querido explicar la toxicomanía como algo derivado de que alguien haya consumido una droga, en vez de ligarla a ciertos temperamentos (que se conducirán «adictivamente» con muy variadas cosas, como el ludópata, el cleptómano, el bulímico o el comprador compulsivo). Estos individuos exhiben unos trastornos de conducta que antiguamente se consideraban vicios, y hoy se catalogan como enfermedades. Sin embargo, hasta qué punto esa perspectiva es poco imparcial -y coherente- lo sugiere cualquier tratado de toxicología que se enseñe hoy en facultades de medicina o farmacia, pues allí el consumo irracional de alcohol no se deriva de la naturaleza de esta droga sino de personalidades determinadas, mientras el consumo irracional de heroína o crack parece derivarse de la heroína o el crack mismo. Pasa así por objetividad científica que las personas llegan a depender vitalmente de una droga sin quererlo o casi sin quererlo -alguien les ofreció cierta vez una dosis, quedando «enganchadas» desde entonces-, y que su hábito no viene tanto de requerir paz o energía en medida comparativamente descomunal, sino de lo insufrible que resulta atravesar el síndrome de abstinencia.

A pesar de que estos tópicos prosperen -y sean consoladores para padres y madres de toxicómanos-, ciertos hechos parecen desmentirlos. A juzgar por la proporción de recaídas, la droga más adictiva descubierta es el tabaco. A juzgar por la gravedad del síndrome abstinencial, las más adictivas son el alcohol y ciertos somníferos (especialmente los barbitúricos), pues la brusca suspensión de su empleo induce delirios pavorosos y muy prolongados, seguidos por un considerable porcentaje de muertes. En realidad, qué tóxico sea objeto de «manía» deriva ante todo de qué vida esté llevando cierto sujeto, y qué psicoactividad busca (por carácter y por influencia de su medio). El adicto clásico de heroína, colgado de una aguja, escenifica cierto «algebra de la necesidad» (Burroughs) que llena un desasosegado vacío anímico previo, tal como el adicto habitual de crack es un joven negro norteamericano en paro, incapaz de asumir los desgarramientos de su condición.

A pesar de que hoy se ensayan tratamientos aversivos (administrando un compuesto que convierte en no-eufórico el efecto del euforizante), quienes investigan sus resultados a medio y largo plazo coinciden en que superar el ansia de una droga es esencialmente asunto de voluntad, y que si falta un sincero y firme deseo en ese sentido nada ni nadie podrá suplantarlo. A su vez, la voluntad de abandonar una toxicomanía depende de variables tanto fijas como móviles (nivel de ingresos, edad, medio social, temperamento). En términos generales, sólo una pequeña minoría entre quienes usan analgésicos o estimulantes (lícitos o ilícitos) llega a abusar de tales drogas, y persiste duraderamente en semejante actitud. Sin embargo, esa minoría suele mantenerse fiel al abuso, de las mismas drogas o de otras que cumplan análogas funciones.

No disponemos de baremos seguros para cuantificar semejantes porcentajes, pues las estadísticas distan de ser fiables. Los encuestados muestran una -comprensible- falta de franqueza al contestar preguntas sobre este tema, y las encuestas rara vez resultan ecuánimes. A dichos inconvenientes se añaden las incertidumbres del mercado negro, que no sólo impiden calcular el volumen de los suministros, sino su respectiva composición. Lo único seguro es que en el mundo actual muy pocas personas omiten tomar regular u ocasionalmente alguna droga psicoactiva, adquirida por canales lícitos o ilícitos.

 

Química y conducta.

Aunque sabemos todavía poco sobre la generación y transmisión de impulsos nerviosos, sí ha podido establecerse que el organismo humano sintetiza espontáneamente un buen número de drogas psicoactivas. Las más citadas son endorfinas o morfinas internas, que se liberan en situaciones de traumatismo y estrés, explicando por qué no duelen apenas los golpes y disgustos «en caliente». A diferencia de los opiáceos exógenos (y concretamente de los opiáceos naturales o derivados del opio), que tardan algo más en actuar y mantienen su acción durante horas, los opiáceos endógenos operan de modo muy rápido y pierden eficacia en diez o veinte minutos. Pero el organismo sintetiza también diazepam (tranquilizante vendido bajo muchos nombres, entre otros Valium), que con sus inmediatos parientes químicos -las demás benzodiacepinas- representa la principal alternativa lícita en materia de sustancias relajantes, sedantes e hipnóticas. Lo mismo sucede con la dimetiltriptamina (DMT), una droga visionaria de gran potencia y efecto muy breve -base de la ayahuasca amazónica-, cuya liberación explicaría la emergencia de sueños mientras dormimos. En realidad, bien podría suceder que ninguna droga fuese psicoactiva sin un paralelo o correlato interior, espontáneamente producido, que funda la resonancia.

La química contemporánea sugiere, por ejemplo, que anfetamina y cocaína no son neurotransmisores o compuestos adaptados a llenar oquedades específicas de las neuronas -como sucede con la morfina, el THC (principio activo del cáñamo) o la adrenalina-, sino sustancias que bloquean al llamado «transportador» de dopamina, impidiendo que las neuronas queden libres para nuevas transmisiones. Algo parecido ocurre a propósito de cafeína, teína y teobromina (principio activo del chocolate), que bloquean la adenosina, un neurotransmisor implicado en desactivar excitación. Así mirados, los estimulantes más comunes serían tóxicos o venenosos en proporción al bloqueo que ejerzan sobre las zonas de sinapsis o transmisión, prolongando un estado de on cuando el organismo tiende a un estado de off. Más directa, la toxicidad de sustancias como el alcohol viene de deteriorar las membranas neuronales.

Una cuestión debatida es si las drogas de energía producen reacciones de abstinencia parecidas -mejores o peores- a las que produce una abstinencia de drogas analgésicas o de paz. En efecto, las drogas de paz tienen en común inducir síndromes carenciales de distinta gravedad (desde el delirium tremens de alcohol o barbitúricos al llamado mono de opiáceos o de benzodiacepinas), siempre que su usuario las haya tomado en dosis suficientes, durante periodos de tiempo lo bastante largos. Por ejemplo, aunque haya amplias diferencias entre individuos, se considera que bastan entre dos y tres semanas de tomar diariamente 25 miligramos de heroína (un cuarto de gramo del producto habitual en el mercado negro) para que la retirada induzca en un neófito síntomas parecidos a los de una gripe sin fiebre durante dos o tres días, mientras en el caso de las benzodiacepinas ese resultado se puede conseguir -en un plazo doble- con dosis bastante menores.
El alcoholismo exige periodos mucho más prolongados -al parecer, no menos de medio año-, pero su síndrome abstinencial es considerablemente más grave. Por supuesto, el síndrome será siempre proporcionado al nivel de dosis, y quien lleve años consumiendo grandes cantidades de heroína o Valium padecerá una reacción mucho más larga y penosa.

En el caso de las drogas que ofrecen energía cabría pensar que no hay tanto un síndrome de abstinencia como un estado de puro agotamiento psicofísico, pues los estimulantes no tienen receptores o «cerraduras» orgánicas que puedan saturarse con «llaves» como los opiáceos o las benzodiacepinas, y operan prolongando artificiosamente la presencia de algún neurotransmisor. Sin embargo, ninguna droga produce síntomas de retirada tan deprisa como el café (bastan seis días de tomar al día cinco «exprés» para que la interrupción induzca neuralgia, confusión, incapacidad para concentrarse, insomnio e incluso temblores), y quienes abusan de estimulantes más activos atraviesan reacciones abstinenciales espectaculares, presididas por un caos emocional e intelectual que puede prolongarse durante semanas y meses, e incluso desembocar en una demencia crónica.

 

Bibliografía

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Artículos publicados 2003

http://www.escohotado.org

CQC: Legalización de la marihuana en España

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Caiga Quien Caiga traslada el debate a la calle tras el rechazo de la Comisión de Interior del Congreso a la derogación de las sanciones por consumo y tenencia de cannabis.

Vía: Marihuana Blog