Ausencia de uno, dejar de estar, no ser…
no me hallo, me callo, no estoy, no soy…
silencio, me diluyo, me atasco, me hundo…
no veo, no oigo , no sé, no soy, no estoy…
pruebas, me paro, no saboreo, no escucho …
más pruebas, no soy quien era, no fluyo, no doy…
pruebo, me hundo, me atasco, no floto, no huyo…
exploro y no encuentro un camino de vuelta…
da igual, no da, si da, que más da, si soy y si estoy…
erase que se era, soy lo que era, sigo siendo quien era…
floto, nado, no huyo, escucho, huelo, saboreo y fluyo…
no me paro, camino, bailo, si sé, si soy y si estoy…
claro que importa, si da, si que da, si soy quien era…
exploro, olfateo, encuentro, hurgo, hallo y no callo…
claro que da, si da, me exploro, me hallo y no callo…
me levanto, sueno, caigo, ando, crujo, fallo y hallo…
me muevo, limpio, hurgo, buceo, encuentro y salgo…
como y hablo, hablo y abro, busco, hurgo y no callo…
pica, escuece, duele y sale fuera, si soy quien era…
erase que se era, si soy la misma que era…
reparo, extirpo, curo, sana sana culito de rana
repongo, sano, si no se cura hoy se curará mañana
como, fumo, hablo, manifiesto, me hallo y no callo.
Dejé de escribir cartas, a particulares me refiero, hace muchos años ahora sólo escribo cartas de reclamación o de queja, de reivindicación o de lucha, de impugnación o de aporte de documentación. En fin, papeles y más papeles, pura burocracia institucional.
El correo postal ha caído en desuso silenciosamente, sin hacer ruido, ya nadie escribe cartas como las de antes cuando se estaba lejos de las personas queridas y se esperaba ansioso sus respuestas que se releían mil veces… Ahora se mira al móvil y no a los ojos. Esto me hace pensar que al no mantener correo postal de puño y letra, actualmente no se sabe leer ni interpretar los textos. Se ha perdido el hábito de leer y de escribir, con calma, con alma…las personas leen pero no entienden lo que leen o lo corrigen a su antojo. Todo va demasiado rápido, ni siquiera las palabras se escriben completas, como si nos faltara el aire, el tiempo. Raudos y veloces los amantes escriben en sus móviles tkm, bss… ¿Qué coño significa eso para los amados?
En estos últimos años he sufrido cambios que se perciben en mi a primera vista, cambios me han obligado a abandonar muchas cosas para atender a mi salud, cambiar de rumbo y plantearme otras prioridades, inquietudes e intereses. He parado, madurado y aprendido, me he roto, me he reparado y he cambiado. He dejado de confiar pero no de comprender a los seres humanos, al menos a la gran mayoría… soy más selectiva, más antisocial y encuentro menos personas a las que me apetezca conocer mas allá de lo mínimo aceptable socialmente. Han sido dos tratamientos duros y sobre todo el segundo, me ha dañado y sacudido el soma y la psique. Me ha hecho recordar los malos tiempos de hace más de 20 años, cuando el dolor me lo provocaba la abstinencia de la heroína, cuando era toxicómana. Me ha hecho recordar el mono, los escalofríos, los dolores, el malestar diario, la pérdida de peso, los cambios de humor, la tristeza. Curiosa venganza poética la del tiempo porque ahora era la droga que tenía que sanar mi hígado dañado lo que me estaba enfermando. Los sudores, las nauseas, la falta de apetito, el insomnio, el frío constante, las siete pastillas diarias, hasta el hecho físico de tener que usar jeringuillas para pincharme el interferón ha supuesto para mi un verdadero calvario.
Me he enfurecido y endurecido, me he deprimido y llorado, he pensado en abandonar pero me he defendido, he peleado y he ganado, eso sí he terminado la batalla un poco más rota pero también más sabia y más sana. He sacado fuera muchos miedos, prejuicios y malos recuerdos que estaban aplastados por mis pies para que no me salpicarán ni a mi ni a los míos. Otros miedos, prejuicios y recuerdos guardados para la intimidad no los he sacado yo pero los han hecho públicos terceros del modo más descarnado, me los han sacado a la fuerza, a traición, sin miramientos, mostrándolos a otros como si se tratara de locos gigantes con los brazos amputados que corren alocadamente salpicando sangre a su paso, para mi son huéspedes acomodados, compañeros de viaje que conviven conmigo, discretos, sin ruidos…
Todo por mi libre elección de intentar sanarme y empezar el segundo tratamiento con sólo un 50% de posibilidades de éxito y utilizar únicamente los medicamentos o drogas legales de la farmacia hospitalaria para sanar mi hígado y aliviar los efectos secundarios de este tratamiento hospitalario sin recurrir a los medicamentos o drogas legales de la farmacia comunitaria que tanto malestar me causaron en el primer tratamiento sino utilizando una droga ilegal o medicamento llamado cannabis que se cultiva de manera alegal y se dispensa de un modo poco ortodoxo diría yo, lo cual encarece su valor si se utiliza como tratamiento coadyuvante y no sabes, no quieres o no puedes cultivar.
Y no me quejo porque fui recomendada al mejor médico experto en el tema, el Dr. Fernando Caudevilla que tras una sola consulta médica sobre el uso del cannabis en mi caso, me tranquilizó y resolvió mis dudas. Me considero una privilegiada ya que disponía de los contactos y el dinero para pagar una consulta privada pero ya llevaba 1/3 del tratamiento y después de seguir todos los pasos requeridos para ser usuaria terapéutica de cannabis en el club al cual me asocié y donde se portaron genial conmigo (gracias chicos), me dirigí a la federación en Madrid para hablar con el médico de ésta, tras varios correos electrónicos, el envío de mis informes médicos y hacerme abrir una cuenta de Skype (que nunca he usado por cierto) he finalizado el tratamiento sin hablar con este médico. Hablé con él en persona en la Plaza de España al terminar la manifestación del año 2015 y os aseguro que no fue el mejor momento… era mi primera marcha de la marihuana y la disfrute con ganas.
Ya puestos en el tema de la “mani” que este año será el sábado 7 de mayo en Madrid, hacedme el favor de ir, id como os dé la gana, terapéuticos y/o lúdicos, mujeres y/u hombres, de aquí y/o de allá, pero id, no calléis, haced ruido, que se nos vea, igual que se nos ve todos los días por nuestros barrios, normalicemos pero no sigamos con el tema de los usuarios terapéuticos sin atender las individualidades y las necesidades en tiempo real de los pacientes porque el dolor no espera amigos, ni los tratamientos esperan y no es fácil entrar en el círculo cannabico, ni siquiera como terapéutico. Vamos a dejarnos de separaciones porque todos coincidimos en algo, somos personas usuarias de cannabis y lo usamos como nos place de modo individual o colectivo “…sin otro límite que la minoría de edad y el daño a terceros…” como bien dice Alejo Alberdi en Hipocondría cannábica “…sin olvidar que, después de décadas de estigmatización de todo consumidor de cannabis como como un enfermo necesitado de tratamiento, la obsesión fumeta por la salud no contribuiría en nada a la refutación de los estereotipos prohibicionistas, sino más bien a su confirmación.” Mi opinión es que si no se legaliza y sólo se regula, seguirá existiendo mercado negro, embaucadores y desconocimiento sobre la planta y sus verdaderos beneficios y posibilidades terapéuticas.
Las decisiones que he tomado me han hecho encontrarme, han hecho más soportable y llevadero el dolor en los duros momentos del tratamiento y con cada una de ellas he tenido que sincerarme conmigo, parar y buscarme de nuevo para saber quien soy y quien deseo ser ahora, en 2016. Y me declaro a favor de la legalización de las drogas quisiera que se legalizaran la tenencia, el cultivo, la producción, la distribución, la venta, el estudio y la dispensación del cannabis y de otro tipo de sustancias con probada utilidad lúdica o médica. Quiero que se termine esta farsa de guerra entre drogas legales e ilegales. Eso si, con cautela y con todas las medidas de educación, sociales, de control y sanitarias que se consideren oportunas por personas expertas en el tema. Como dice el anónimo: “De la piel pa’dentro mando yo, comienza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que pueda o no cruzar esa frontera. Soy un Estado soberano, y las lindes de mi piel, me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.”
Piensa y luego ya verás si existes. Y si ves que existes, vuelve a pensar porque desde ese instante tu meta es luchar por sobrevivir y tu fin dejar de existir. Es más, me pregunto si se puede dejar de existir y seguir pensando… Y sí, se puede. Vamos, que esto de ser un “ser vivo” es un bucle infinito, una puta «batalla» cotidiana contra la vida que te ha tocado vivir y contra el puñetero cuerpo cada vez más repleto de «heridas de guerra» que se te rebela continuamente buscando alivio al dolor.
Nunca me han gustado las etiquetas pero desde que nacemos estamos etiquetados. Diría que incluso antes de nacer ya estamos etiquetados por país o lugar de nacimiento, por familias, por géneros, por razas, por religiones o creencias, por tendencias políticas e incluso por apariencia física. En el colegio ya empieza el etiquetado social: «zanahorio«, «cuatro-ojos», «empollón«, «chivato«, «chino«, «gordo«, «tonto» y así una larga lista que se convierte en un continuo que nos va colocando en la posición que tendremos de adultos como si fuéramos productos de supermercado, etiquetados y «colocaditos» bien en las estanterías correspondientes.
“Peleona” me han llamado, me llaman y me van a seguir llamando aunque yo me considero socialmente crítica y ajustada a derecho porque ante cada traba burocrática que entorpezca mi camino o el de los míos, voy a continuar peleando.
“Enferma” me llaman ahora, aunque yo prefiero considerarme combatiente y superviviente y debo reconocer que por primera vez en mi vida me he sentido y me siento mermada; esto no me ha ayudado en mis luchas cotidianas sobre todo porque me paraliza y, aunque me cuesta admitirlo, mi recuperación no está siendo tan rápida y satisfactoria como esperaba.
“Luchadora” me llamo porque eso es lo que he sido, soy y seguiré siendo aunque mis circunstancias estén cambiando y este cuerpo presente una nueva herida de guerra pero una «gran batalla ganada».
«Fumeta» me van a llamar ahora, aunque yo prefiero considerarme una paciente libre para elegir como tratar sus dolencias entre las drogas de la farmacia comunitaria con todos sus efectos secundarios legales y la yerba con todos sus efectos secundarios alegales.