Los cuatro responsables de una asociación cannábica de Oviedo acusados de vender la marihuana que cultivaban a terceros, aceptaron condenas de tres años de prisión para cada uno y multas cercanas a los tres mil euros. Asumieron un acuerdo de conformidad para evitar el riesgo de ingresar en prisión, aunque sostienen que han sido víctimas de un engaño por parte de un despacho de abogados que les aseguró que toda su actividad era legal.
Es la primera vez que los directivos de una asociación cannábica asturiana se ven ante la Justicia. La Fiscalía sostiene que su actividad era ajena a los fines expresos de la asociación: estudios botánicos y actividades gastronómicas y culinarias. La Fiscalía cree el cultivo tenía la única finalidad de la venta ilícita por lo que solicitaba penas que sumaban cinco años para cada uno de los cuatro directivos. Los acusados aceptaron el acuerdo de conformidad con penas de tres años por los delitos contra la salud pública y de asociación ilícita. Les ha sido concendida la suspensión de condena, al carecer todos ellos de antecedentes penales. Su abogado, Manuel Infanzón, subrayó que han asumido la conformidad para evitar el riesgo de ingresar en prisión, aunque aseguran haber sido víctimas de un engaño. Sin embargo, ha explicado que «actuaron siempre en la absoluta creencia de que lo hacían bajo la legalidad».
El letrado que representó en el proceso a tres de los cuatro acusados aseguró que «fueron así instruidos y asesorados, para lo que contrataron a un despacho de abogados de Madrid experto en la materia que les garantizaron desde el minuto cero que no había ningún tipo de problema legal y al final se encontraron los que se encontraron». El que fuera presidente de la Asociación relató fuera de la sala que pagó cinco mil euros a un despacho de abogados de Madrid para que redactara los estatutos y llevara a cabo los trámites para legalizar la asociación. Estaban convencidos de estar llevando a cabo actividades legales, como les habían asegurado esos abogados, hasta que intervino la Policía. Se sienten engañados por los abogados que les contactaron en una feria sobre cannabis en Irún.
El sábado 7 de mayo de 2016 fue el día elegido para realizar la Marcha Mundial de la Marihuana MMM que desde hace 20 años viene organizando la AMEC tanto en solitario -la mayoría de los años- como en colaboración con la FAC y otros colectivos.
El día lluvioso, desde por la mañana, amenazaba la manifestación. Poco antes de las seis de la tarde dejó de llover, nos dio un respiro y pudimos «invadir» calles de Madrid como el paseo del Prado, un tramo de Alcalá y toda la Gran Vía hasta llegar a la Plaza de España donde se leyó el Manifiesto de la AMEC en la MMMM2016.
Globos verdes reivindicativos
La Marcha transcurrió bastante despacio, la música ambiente distorsionaba, la prensa, documentalistas… buscando a personas a las que realizar preguntas como las que le hicieron a Manuel Guzmán (en la foto), a portavoces de los convocantes, a usuarios de cannabis ya sea lúdico o medicinal.
Manuel Guzmán siendo entrevistado.
Cabecera MMM2016
Asociaciones, CSC’s y otros colectivos mostraban sus pancartas, camisetas… venidos desde distintas localidades a disfrutar de un día en el que poder reivindicar nuestros derechos.
CSC 420 y su pancarta
Después de varias paradas, alguna de ellas bastante larga en la que nos dio tiempo a tomarnos un café, continuamos camino, ya estamos ocupando todo el ancho de la Gran Vía, da gusto pasear por la calzada, saludar y charlar con amigos y conocidos.
Desde el autobús, se lanzaban camisetas, arengas, seguíamos escuchando música… seguimos marchando muy despacio.
Ocupando la Gran Vía
Hemos pasado la Plaza de Callao, nos acercamos a tomar otro refrigerio. un pequeño paseo por las calles aledañas, tomamos fuerzas para continuar nuestro camino, llegamos a la cola, está presente el servicio de limpieza, las fuerzas del orden público… de las personas que pasean unos sonríen, otros se quejan…
El servicio de limpieza finalizando la marcha
Llegando a Plaza de España. Accedemos a la plaza, nos ubicamos al lado del «lago», desde la AMEC leen el manifiesto que está disponible en su web.
Dejamos la calle despejada
Después de haber asistido a la mayoría de las marchas convocadas por la AMEC echo de menos un escenario desde el que poder leer el manifiesto, alguna actuación, batucadas… en fin una marcha más amena, una mayor difusión.
Por primera vez he notado que la manifestación ha salido a su hora o algo antes, a los 15 minutos ya estaba la cola en Cibeles.
Nota: En el autobús pudieron pasar este día personas con movilidad reducida. Gracias a la organización por este gran detalle.
Ausencia de uno, dejar de estar, no ser… no me hallo, me callo, no estoy, no soy… silencio, me diluyo, me atasco, me hundo… no veo, no oigo , no sé, no soy, no estoy… pruebas, me paro, no saboreo, no escucho … más pruebas, no soy quien era, no fluyo, no doy… pruebo, me hundo, me atasco, no floto, no huyo… exploro y no encuentro un camino de vuelta… da igual, no da, si da, que más da, si soy y si estoy… erase que se era, soy lo que era, sigo siendo quien era… floto, nado, no huyo, escucho, huelo, saboreo y fluyo… no me paro, camino, bailo, si sé, si soy y si estoy… claro que importa, si da, si que da, si soy quien era… exploro, olfateo, encuentro, hurgo, hallo y no callo… claro que da, si da, me exploro, me hallo y no callo… me levanto, sueno, caigo, ando, crujo, fallo y hallo… me muevo, limpio, hurgo, buceo, encuentro y salgo… como y hablo, hablo y abro, busco, hurgo y no callo… pica, escuece, duele y sale fuera, si soy quien era… erase que se era, si soy la misma que era… reparo, extirpo, curo, sana sana culito de rana repongo, sano, si no se cura hoy se curará mañana como, fumo, hablo, manifiesto, me hallo y no callo.
MANI•FIESTA•ACCIÓN, 7 de Mayo de 2016, Madrid.
Dejé de escribir cartas, a particulares me refiero, hace muchos años ahora sólo escribo cartas de reclamación o de queja, de reivindicación o de lucha, de impugnación o de aporte de documentación. En fin, papeles y más papeles, pura burocracia institucional.
El correo postal ha caído en desuso silenciosamente, sin hacer ruido, ya nadie escribe cartas como las de antes cuando se estaba lejos de las personas queridas y se esperaba ansioso sus respuestas que se releían mil veces… Ahora se mira al móvil y no a los ojos. Esto me hace pensar que al no mantener correo postal de puño y letra, actualmente no se sabe leer ni interpretar los textos. Se ha perdido el hábito de leer y de escribir, con calma, con alma…las personas leen pero no entienden lo que leen o lo corrigen a su antojo. Todo va demasiado rápido, ni siquiera las palabras se escriben completas, como si nos faltara el aire, el tiempo. Raudos y veloces los amantes escriben en sus móviles tkm, bss… ¿Qué coño significa eso para los amados?
En estos últimos años he sufrido cambios que se perciben en mi a primera vista, cambios me han obligado a abandonar muchas cosas para atender a mi salud, cambiar de rumbo y plantearme otras prioridades, inquietudes e intereses. He parado, madurado y aprendido, me he roto, me he reparado y he cambiado. He dejado de confiar pero no de comprender a los seres humanos, al menos a la gran mayoría… soy más selectiva, más antisocial y encuentro menos personas a las que me apetezca conocer mas allá de lo mínimo aceptable socialmente. Han sido dos tratamientos duros y sobre todo el segundo, me ha dañado y sacudido el soma y la psique. Me ha hecho recordar los malos tiempos de hace más de 20 años, cuando el dolor me lo provocaba la abstinencia de la heroína, cuando era toxicómana. Me ha hecho recordar el mono, los escalofríos, los dolores, el malestar diario, la pérdida de peso, los cambios de humor, la tristeza. Curiosa venganza poética la del tiempo porque ahora era la droga que tenía que sanar mi hígado dañado lo que me estaba enfermando. Los sudores, las nauseas, la falta de apetito, el insomnio, el frío constante, las siete pastillas diarias, hasta el hecho físico de tener que usar jeringuillas para pincharme el interferón ha supuesto para mi un verdadero calvario.
Me he enfurecido y endurecido, me he deprimido y llorado, he pensado en abandonar pero me he defendido, he peleado y he ganado, eso sí he terminado la batalla un poco más rota pero también más sabia y más sana. He sacado fuera muchos miedos, prejuicios y malos recuerdos que estaban aplastados por mis pies para que no me salpicarán ni a mi ni a los míos. Otros miedos, prejuicios y recuerdos guardados para la intimidad no los he sacado yo pero los han hecho públicos terceros del modo más descarnado, me los han sacado a la fuerza, a traición, sin miramientos, mostrándolos a otros como si se tratara de locos gigantes con los brazos amputados que corren alocadamente salpicando sangre a su paso, para mi son huéspedes acomodados, compañeros de viaje que conviven conmigo, discretos, sin ruidos…
Todo por mi libre elección de intentar sanarme y empezar el segundo tratamiento con sólo un 50% de posibilidades de éxito y utilizar únicamente los medicamentos o drogas legales de la farmacia hospitalaria para sanar mi hígado y aliviar los efectos secundarios de este tratamiento hospitalario sin recurrir a los medicamentos o drogas legales de la farmacia comunitaria que tanto malestar me causaron en el primer tratamiento sino utilizando una droga ilegal o medicamento llamado cannabis que se cultiva de manera alegal y se dispensa de un modo poco ortodoxo diría yo, lo cual encarece su valor si se utiliza como tratamiento coadyuvante y no sabes, no quieres o no puedes cultivar.
Si bien es cierto que ni la farmacia hospitalaria, ni el médico de familia, ni ninguno de los especialistas que me han tratado han considerado contraproducente mi decisión de utilizar exclusivamente el cannabis como paliativo al tratamiento tampoco han querido mojarse mucho más allá de preguntarme: “¿A ti te funciona? Pues ya está.” Curiosamente lo que si me he encontrado es con muchas dificultades para conseguir la marihuana, desde el camello que «te tanga» hasta los regalos terapéuticos que se han convertido en posteriores amenazas e intentos de chantaje, los vendedores de humo, las dificultades para acceder a un club si no te invita al menos un socio, encontrar profesionales médicos que te expliquen el modo adecuado de administración en tu caso o la variedad adecuada a tu patología o al malestar que pretendes aliviar y sobre todo, cierta oposición rancia al reconocerlo o fumar abiertamente entre mis familiares e iguales. Era y soy fumadora pero no era «fumeta» y continúa preocupándome más a día de hoy mi tabaquismo que el uso del cannabis.
Y no me quejo porque fui recomendada al mejor médico experto en el tema, el Dr. Fernando Caudevilla que tras una sola consulta médica sobre el uso del cannabis en mi caso, me tranquilizó y resolvió mis dudas. Me considero una privilegiada ya que disponía de los contactos y el dinero para pagar una consulta privada pero ya llevaba 1/3 del tratamiento y después de seguir todos los pasos requeridos para ser usuaria terapéutica de cannabis en el club al cual me asocié y donde se portaron genial conmigo (gracias chicos), me dirigí a la federación en Madrid para hablar con el médico de ésta, tras varios correos electrónicos, el envío de mis informes médicos y hacerme abrir una cuenta de Skype (que nunca he usado por cierto) he finalizado el tratamiento sin hablar con este médico. Hablé con él en persona en la Plaza de España al terminar la manifestación del año 2015 y os aseguro que no fue el mejor momento… era mi primera marcha de la marihuana y la disfrute con ganas.
Ya puestos en el tema de la “mani” que este año será el sábado 7 de mayo en Madrid, hacedme el favor de ir, id como os dé la gana, terapéuticos y/o lúdicos, mujeres y/u hombres, de aquí y/o de allá, pero id, no calléis, haced ruido, que se nos vea, igual que se nos ve todos los días por nuestros barrios, normalicemos pero no sigamos con el tema de los usuarios terapéuticos sin atender las individualidades y las necesidades en tiempo real de los pacientes porque el dolor no espera amigos, ni los tratamientos esperan y no es fácil entrar en el círculo cannabico, ni siquiera como terapéutico. Vamos a dejarnos de separaciones porque todos coincidimos en algo, somos personas usuarias de cannabis y lo usamos como nos place de modo individual o colectivo “…sin otro límite que la minoría de edad y el daño a terceros…” como bien dice Alejo Alberdi en Hipocondría cannábica “…sin olvidar que, después de décadas de estigmatización de todo consumidor de cannabis como como un enfermo necesitado de tratamiento, la obsesión fumeta por la salud no contribuiría en nada a la refutación de los estereotipos prohibicionistas, sino más bien a su confirmación.” Mi opinión es que si no se legaliza y sólo se regula, seguirá existiendo mercado negro, embaucadores y desconocimiento sobre la planta y sus verdaderos beneficios y posibilidades terapéuticas.
Las decisiones que he tomado me han hecho encontrarme, han hecho más soportable y llevadero el dolor en los duros momentos del tratamiento y con cada una de ellas he tenido que sincerarme conmigo, parar y buscarme de nuevo para saber quien soy y quien deseo ser ahora, en 2016. Y me declaro a favor de la legalización de las drogas quisiera que se legalizaran la tenencia, el cultivo, la producción, la distribución, la venta, el estudio y la dispensación del cannabis y de otro tipo de sustancias con probada utilidad lúdica o médica. Quiero que se termine esta farsa de guerra entre drogas legales e ilegales. Eso si, con cautela y con todas las medidas de educación, sociales, de control y sanitarias que se consideren oportunas por personas expertas en el tema. Como dice el anónimo: “De la piel pa’dentro mando yo, comienza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que pueda o no cruzar esa frontera. Soy un Estado soberano, y las lindes de mi piel, me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.”
Piensa y luego ya verás si existes. Y si ves que existes, vuelve a pensar porque desde ese instante tu meta es luchar por sobrevivir y tu fin dejar de existir. Es más, me pregunto si se puede dejar de existir y seguir pensando… Y sí, se puede. Vamos, que esto de ser un “ser vivo” es un bucle infinito, una puta «batalla» cotidiana contra la vida que te ha tocado vivir y contra el puñetero cuerpo cada vez más repleto de «heridas de guerra» que se te rebela continuamente buscando alivio al dolor.
Nunca me han gustado las etiquetas pero desde que nacemos estamos etiquetados. Diría que incluso antes de nacer ya estamos etiquetados por país o lugar de nacimiento, por familias, por géneros, por razas, por religiones o creencias, por tendencias políticas e incluso por apariencia física. En el colegio ya empieza el etiquetado social: «zanahorio«, «cuatro-ojos», «empollón«, «chivato«, «chino«, «gordo«, «tonto» y así una larga lista que se convierte en un continuo que nos va colocando en la posición que tendremos de adultos como si fuéramos productos de supermercado, etiquetados y «colocaditos» bien en las estanterías correspondientes.
“Peleona” me han llamado, me llaman y me van a seguir llamando aunque yo me considero socialmente crítica y ajustada a derecho porque ante cada traba burocrática que entorpezca mi camino o el de los míos, voy a continuar peleando.
“Enferma” me llaman ahora, aunque yo prefiero considerarme combatiente y superviviente y debo reconocer que por primera vez en mi vida me he sentido y me siento mermada; esto no me ha ayudado en mis luchas cotidianas sobre todo porque me paraliza y, aunque me cuesta admitirlo, mi recuperación no está siendo tan rápida y satisfactoria como esperaba.
“Luchadora” me llamo porque eso es lo que he sido, soy y seguiré siendo aunque mis circunstancias estén cambiando y este cuerpo presente una nueva herida de guerra pero una «gran batalla ganada».
«Fumeta» me van a llamar ahora, aunque yo prefiero considerarme una paciente libre para elegir como tratar sus dolencias entre las drogas de la farmacia comunitaria con todos sus efectos secundarios legales y la yerba con todos sus efectos secundarios alegales.
Fotografía correspondiente al año 2015 en su recorrido por la Gran Vía.
Tras la sentencia nº 788/2015 de la Sala 2ª del Tribunal Supremo, por la que se condena a cuatro miembros de la Asociación de Personas Usuarias de Cannabis Pannagh a penas de prisión y cuantiosas multas por un supuesto delito contra la salud pública, las personas y entidades firmantes queremos manifestar:
Tal y como quedó acreditado en el juicio celebrado en la Audiencia Provincial de Bizkaia, y como se recoge en la sentencia absolutoria dictada por la misma, Pannagh es una entidad “legalmente constituida”, cuyos miembros son personas “mayores de edad”, “debidamente identificadas”, y todas ellas “eran consumidoras de cannabis”. En aplicación de sus estatutos y para lograr el “acceso a cannabis con garantías de calidad sin vulnerar las disposiciones legales aplicables al caso”, “se estableció y se aceptó por los socios la actividad de cultivo para consumo privado”, que incluía “medidas de control para evitar la difusión de la sustancia producida a terceras personas”, difusión que no se ha acreditado que sucediera nunca. Los socios pagaban una “cuota proporcional destinada a cubrir los gastos propios de la asociación y del cultivo”, sin que exista indicio alguno de desvío del dinero a otros fines, de enriquecimiento, ni de que Pannagh pudiera haber servido de “cobertura formal” para la venta de cannabis a terceros. También se ha probado que el cannabis incautado estaba destinado exclusivamente al consumo de los miembros de la propia asociación.
Sin embargo, la sentencia del Tribunal Supremo altera el relato de los hechos probados para concluir la existencia de delito. El principal argumento es que, aunque el cannabis producido por Pannagh nunca fuera entregado a personas no socias, existe un riesgo potencial de difusión de la sustancia a personas ajenas a la asociación por parte de los socios. Es decir, los cuatro miembros de Pannagh son condenados a prisión por actos que, de haber sucedido –lo cual no está acreditado-, habrían sido cometidos por otras personas sin su conocimiento ni autorización, lo cual es claramente injusto. Además, al presidente y a la secretaria se les imponen multas de 250.000 euros, una cantidad desproporcionada teniendo en cuenta que se considera probado que no intentaron enriquecerse.
La Sala 2ª del Tribunal Supremo aprecia la existencia de un “error vencible de prohibición”, es decir, reduce las penas en un grado al considerar que los condenados podían tener motivos para creer que sus acciones no constituían delito, pero a la vez se niega a absolverles afirmando que no hicieron lo suficiente para salir de su error. La sentencia afirma que “tenían la carga de verificar la licitud de la actividad que se proponían desplegar, de tomar conocimiento sobre si la conducta se hallaba en consonancia con el orden jurídico” y que se comportaron con imprudencia al actuar “alentados por la infundada esperanza de que su actuación podría ser tolerada”. La Sala considera que los acusados “no hicieron nada por superar ese error”, “huyeron de mecanismos que habrían logrado disipar dudas”, “se cuidan de ocultar la producción de cannabis y su distribución entre los socios”, y añade que “muchos datos inclinan a pensar en una actitud muy próxima a la relativa indiferencia”.
Sin embargo, lo cierto es que las actividades de la asociación Pannagh han sido objeto de reiteradas resoluciones judiciales que han afirmado su licitud penal, destacando el Auto nº 218/2006 de la Audiencia Provincial de Bizkaia y el Auto nº 377/2012 de la de Álava, habiendo sido en ambos casos devuelto a Pannagh el cannabis incautado. Esas resoluciones han sido ampliamente difundidas a través de los medios de comunicación y son, por tanto, del público conocimiento, igual que las propias actividades de Pannagh, que han sido sido claramente toleradas durante años por distintas instituciones públicas. No cabe, por tanto, hablar de “infundada esperanza”, sino más bien de una convicción bien fundamentada, compartida incluso por distintos tribunales de justicia.
También es conocido que entre las actividades llevadas a cabo por Pannagh se encuentran iniciativas de solicitud de amparo promovidas ante diversas instituciones, como el Ararteko (Defensor del Pueblo del País Vasco) o el Parlamento Vasco, a causa de la inseguridad jurídica en la que se encuentran este tipo de entidades. Estas iniciativas, desarrolladas junto con otras asociaciones, dieron lugar a la organización de un Foro por parte del Ararteko en 2011, y a la creación de una ponencia en el Parlamento Vasco en 2012. Difícilmente se puede hablar de “indiferencia”, o de que los acusados y el resto de Pannagh no hicieran nada por salir de su error.
Además, tampoco es creíble que se intentaran ocultar las actividades de cultivo de Pannagh cuando su presidente, Martín Barriuso, ha dado a conocer el modelo de funcionamiento de su asociación y de los llamados Clubes Sociales de Cannabis en muy diversos foros, instituciones y medios de comunicación de diversos países, habiendo sido invitado para ello, entre otras instituciones, por la Comisión Mixta de Drogas de las Cortes españolas, la Presidencia de la República del Uruguay, la Asamblea de la República de Portugal, y la Comisión Europea.
Por todo ello, las personas y entidades firmantes reclamamos públicamente que se remedie lo antes posible la injusticia cometida con esta sentencia de la Sala 2ª del Tribunal Supremo.
El Tribunal Supremo condena a cuatro miembros de Pannagh a penas de cárcel en una sentencia plagada de errores y contradicciones. Además de las condenas de cárcel, impone multas de 250.000 euros, a pesar de considerar probado que no hubo enriquecimiento.
Frente a la acusación de “ocultar sus verdaderos fines”, los miembros de Pannagh recuerdan que cuentan con varios precedentes judiciales favorables y que han acudido a diversas instituciones públicas. La sala de lo Penal del Tribunal Supremo ha estimado parcialmente el recurso de la fiscalía contra la sentencia de la Audiencia de Bizkaia que absolvió a los miembros de Pannagh del delito de tráfico de drogas. Ahora, el Supremo los condena a penas de un año y ocho meses de cárcel y multas de 250.000 euros para el presidente y la secretaria, y de seis meses y un día en el caso de los dos socios que trabajaban en el envasado de la cosecha. El tesorero ha sido absuelto por una omisión de la Audiencia.
Para condenar a los otros cuatro acusados, los miembros del Supremo se basan en una argumentación plagada de errores y contradicciones flagrantes, y que además prescinde de datos fundamentales aportados a la causa y que son relevantes para la defensa. En opinión de Pannagh, se trata claramente de una sentencia política, destinada a desmantelar el movimiento asociativo cannábico, y basada en una visión totalmente distorsionada y desfasada de la realidad social del cannabis en el estado español. Se dice que los condenados actuaron “alentados por la infundada esperanza de que su actuación podría ser tolerada o confiando en que algunos órganos judiciales pudieran acoger la tesis que propugna la irrelevancia penal de estos hechos”, olvidando el hecho de que las actividades de Pannagh ya fueron consideradas penalmente irrelevantes por la Audiencia Provincial de Bizkaia en 2006 (Auto nº 218/06) y por la de Álava en 2012 (Auto nº 377/12), habiendo sido en ambos casos devuelta la marihuana incautada. Por tanto, los hoy condenados no tenían una “infundada esperanza”, sino la certeza, basada en antecedentes judiciales, de que su conducta no era delictiva. También se dice que hubo “ocultación de los fines reales de la asociación” e “indiferencia” ante la posible ilegalidad. Se ignoran así las iniciativas de solicitud de amparo promovidas por Pannagh ante diversas instituciones, como el Ararteko o el Parlamento Vasco, que entre otras cosas dieron lugar a la creación de una ponencia parlamentaria en éste último, a pesar de que tanto estas iniciativas como los autos de las Audiencias Provinciales constan en las diligencias practicadas durante la fase de instrucción y en las alegaciones presentadas por la defensa en la fase de recurso. La nueva sentencia se limita a reproducir casi literalmente las dictadas con anterioridad contra las asociaciones Ebers, de Bilbao, y Three Monkeys, de Barcelona. La copia es tan literal que se llega a incriminar a los condenados por cuestiones que se supone figuran en los estatutos de Pannagh, cuando en realidad se refieren a las otras asociaciones condenadas. Lo más llamativo es que los verdaderos fines de Pannagh se detallan en los antecedentes de la sentencia y se puede ver claramente que en absoluto coinciden con lo que se dice luego en los fundamentos.
Este tipo de errores se repiten en varios puntos más, con el resultado de que el relato de los hechos queda seriamente alterado. Al tratarse de un recurso de casación, la nueva sentencia debe basarse en una nueva valoración jurídica de los hechos que se consideraron probados en la sentencia recurrida, hechos que no pueden modificarse. Sin embargo, los cambios introducidos son numerosos, decisivos y, sobre todo, contrarios a Derecho, lo que vulnera el derecho a un proceso con las debidas garantías. Además, se han introducido nuevas pruebas sin que haya habido una vista donde las partes puedan contrastarlas. Se condena a los miembros de Pannagh en base a, entre otras cosas, lo que se supone que sabían o a sus supuestas intenciones, cuestión que no se planteó en el juicio, y sobre la que el Supremo no ha oído a los acusados antes de condenarles, como exige la ley.
Como ejemplo de esas contradicciones, la sentencia del Tribunal Supremo habla de “falta de control y de los demás elementos exigidos jurisprudencialmente para los supuestos de atipicidad del pretendido consumo compartido”, mientras que la sentencia de la Audiencia Provincial dice que se “evidencia un control de la entrega de las sustancias y de la persona a quien se realizaba la entrega”, y que hay “un efectivo control tanto de los socios a los que se entregan la sustancia estupefaciente como de que las sustancias entregadas a cada socio se correspondían con la previsión de consumo del socio participe, control totalmente innecesario en la hipótesis de que no se tratara de un cultivo compartido”.
Otra contradicción llamativa se refiere a que entre los hechos probados en la sentencia de la Audiencia (que, recordemos, el Supremo no puede alterar) se dice que “se estableció y se aceptó por los socios, la actividad de cultivo para consumo privado”, y que la sustancia producida “estaba destinada al consumo de dichos socios conforme a los fines y reglas de Asociación y el acuerdo de los socios”. Incluso la fiscalía, en su recurso, reconoce que “la Asociación Pannagh puso en funcionamiento un sistema de cultivo de cannabis”. Sin embargo, asombrosamente, la sentencia del Supremo afirma rotundamente que “un reducido núcleo de personas organiza, y dirige la estructura asociativa; disponen y preparan toda la intendencia, abastecimiento, distribución, control, cultivo,… y ponen tales estructuras al servicio de un grupo amplio e indiscriminado de usuarios”. Con esto se falta al exigido respeto a los hechos probados, que, como se ha visto, dicen lo contrario: Fue la asociación Pannagh, que no es un “grupo indiscriminado” sino una entidad legalmente constituida con miembros claramente identificados, quien decidió crear tales estructuras y contrató a los ahora condenados para que las llevaran a cabo en calidad de empleados.
Los condenados han anunciado su intención de presentar un incidente de nulidad ante el Supremo, previo al recurso de amparo ante el Constitucional, ya que consideran que, entre otras cosas, se ha vulnerado su derecho a la presunción de inocencia, a un proceso con las debidas garantías y a la proporcionalidad en las penas. También han anunciado su intención de recurrir al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo si fuese necesario. Los miembros de Pannagh van a convocar en los próximos días una rueda de prensa junto con representantes del movimiento asociativo cannábico para valorar la sentencia y anunciar las iniciativas que piensan llevar a cabo para denunciar este atropello.
La asociación Pannagh quiere denunciar que se haya castigado a varios trabajadores de la asociación por actividades que, como se demostró en el juicio y así consta en la sentencia revocada, fueron iniciativa y responsabilidad de todos los miembros de Pannagh, conforme a sus estatutos y mediante acuerdo asambleario. Se ha acusado a cinco socios de asociación ilícita para luego descartar esta acusación, pero al final el Supremo ha ordenado el decomiso del dinero de las cuentas de Pannagh como si la asociación hubiese sido una mera pantalla de los acusados para cometer delitos, cuando en los hechos probados se afirma lo contrario.
Finalmente, desde Pannagh animamos a seguir luchando por un cambio en las políticas de drogas que acabe con la injusta situación actual, y a seguir impulsando el esperanzador debate sobre la regulación del cannabis que se está produciendo en buena parte del mundo, al que Pannagh ha tratado de contribuir desde su fundación en 2003.
Bilbao, 28 de diciembre de 2015 Asociación de Personas Usuarias de Cannabis Pannagh pannagh2015@gmail.com
Después de varias prórrogas y una expectación sin precedentes en todo el movimiento asociativo estatal y personas usuarias en general, el Pleno de la Sala II del Tribunal Supremo ha resuelto el recurso de la fiscalía contra la sentencia de absolución que realizó la Audiencia Provincial de Vizcaya a la asociación de Estudios y Usuarios del Cáñamo Ebers de Bilbao. ¿Resultado?, la condena de 5 personas a penas que serán como máximo de 8 meses de prisión más el correspondiente desembolso económico que supondrá el pago de multas y costes judiciales. Pero aparte de la condena a los responsables del CSC, este procedimiento ha supuesto una “revisión” de la doctrina del cultivo compartido por parte del Tribunal Supremo.
¿FIN DE LA DOCTRINA DEL CULTIVO COMPARTIDO?
Entonces….¿supone esto el fin de los CSC’s?, bueno depende de quién lo diga. Si hacemos caso a la prensa parece que se “pinchó la burbuja cannábica” y que comeremos el turrón en prisión. Si escuchamos al prohibicionismo, también parece que nos dan la estocada final y que de ahora en adelante será imposible hablar de regulación de cannabis desde el ámbito asociativo. Después de haber estudiado la resolución del Tribunal Supremo con cierta calma, encontramos en ella más de lo mismo. Mucha retórica para no decir nada claro, pirotécnia literaria para no mojarse lo más mínimo.
Si nos paramos a analizar la sentencia, encontramos que dice en relación al club Ebbers: “El cultivo y distribución organizada, institucionalizada y con vocación de persistencia en el tiempo de cannabis entre un colectivo integrado por 290 personas componentes de una asociación constituye tráfico de drogas. Si el intercambio de cannabis se realiza entre los cientos de personas que integran una asociación abierta a nuevas incorporaciones, entonces encaja perfectamente en lo que el Código Penal califica de delito contra la salud pública o tráfico de drogas”.
¿Debemos entender al parecer que el problema legal surge cuando tenemos un club de más de 250 socios y en previsión de nuevas admisiones? Por que, ¿qué ocurre con CSC con más socios donde tengan por ejemplo un 40% o 60% de soci@s terapéutic@s? El tema es que el Tribunal Supremo también matiza en su escrito de resolución: “”el cultivo compartido de cannabis destinado al consumo exclusivo y excluyente de quienes promueven esa producción a escala reducida, aún siendo actividad no legal, puede carecer de relevancia penal en determinadas condiciones”
¿Carecer de relevancia penal?…. vale eso se entiende muy claramente pero, ¿en que condiciones debería operar un CSC para que sus actividades fueran consideradas sin relevancia penal? Bueno, desde la FAC entendemos que aplicar un modelo operativo de club que respete el Código de Buenas Prácticas defendido por nuestra federación desde hace ya más de una década, es el que ofrece más garantías de éxito. Se deja claro que “se debe de examinar cada caso de manera concreta”
¿QUE DEBEN HACER LOS CSC’s?
De momento no perder la calma, el realizar una asamblea para analizar la situación interna de cada CSC sería lo más apropiado. Hablar y evaluar la situación de manera conjunta puede definir una línea de actuación en caso de que nuestro CSC tenga alguna mala sorpresa. Como siempre hemos defendido, un club fuerte es aquel donde existe plena participación en su gestión y además, una correcta comunicación entre tod@s sussoci@s y la Junta Directiva. Si esto es así, es más fácil de mostrar ante un juez que los 100 o 200 o 300 soci@sque componen un CSC son los únicos responsables de la actividad de ese CSC, la organización ciudadana frente al inmovilismo del estado.
Otra recomendación importante a tener en cuenta sería la de suspender la admisión de nuevas personas a los clubes sociales, conviene mantener limitado el acceso a nuevos miembros para evitar que se acuse a cualquier CSC de favorecimiento del consumo. Eso no quiere decir que debamos recluirnos en nuestra “cueva” y esconder la cabeza bajo tierra, todo lo contrario. Hay que ganar visibilidad social, organizar más actividades informativas que nunca donde se muestre la indefensión jurídica de las personas usuarias, revisar y/o rediseñar los protocolos de actuación del CSC para minimizar el riesgo de una posible intervención policial, forjar alianzas políticas con grupos defensores de un cambio legal en el uso del cannabis. Cómo veis, la transparencia, las buenas prácticas y la implicación de todo el tejido social representado por los CSC’s, son la mejor póliza de seguridad para estar preparados ante lo que se nos puede venir encima de un momento a otro.
Es básico tener toda la documentación oficial de la asociación al día, factor que a priori parece una obviedad, pero que a veces se olvida en más de un club. Conceptos como los datos actualizados en el registro de clubes, contratos de alquiler, cumplimiento de la LOPD, contratos de trabajo, obligaciones fiscales, previsiones de consumo anual, proyectos de cultivo, libros de clubes, etc… Son la columna vertebral de la gestión profesional de un club y por lo tanto, de obligado cumplimiento para los responsables de los mismos. Si no somos capaces de tener esta documentación al día, raramente podremos mantener un argumento sólido con el que hacer ver la validez de nuestro modelo asociativo.
Viendo que la cuestión de que un gran volumen de soci@s condicionará la interpretación de si un club es legal o ilegal, debemos de asumir que puede ser la sentencia de muerte para aquellos CSC’s con más de medio millar de miembros entre sus filas. El cómo afectará al conjunto de clubes repartidos por todo el territorio nacional está por ver, dependerá también en gran medida de cual ha sido su recorrido como club y de otros factores organizativos de gran peso para los jueces.
IMPLICACIÓN POLÍTICA: “NI ESTÁ, NI SE LA ESPERA”
Por parte del estado, no se ponen de acuerdo en definir cuando será el momento idóneo para abrir el debate sobre regulación en el uso de cannabis en nuestro país. Quizás piensen que esta decisión del alto Tribunal establece una norma clara para interpretar de ahora en adelante la ley, y así ver mas claramente donde están situados los CSC. Pero la verdad es que, como hemos dicho antes, no aclara absolutamente nada…. Lo enturbia mucho más. Las tramitaciones de nuevos clubes sociales de cannabis siguen en aumento, así que está por ver si habrá una respuesta inmediata en los registros autonómicos y nacionales negándose a formalizar el registro de un club de estas características. De momento no hay cambios en los registros.
Pero si existe algo que llama la atención de forma escandalosa, es el ninguneo político que sistemáticamente afecta a las personas usuarias de cannabis cuando se acerca la campaña electoral. Si estas en la oposición y es principio de legislatura, hablar sobre cannabis resulta estimulante y hasta un tanto progre. Ahora bien, si estas en la oposición, se acerca la campaña electoral y además las encuestas te pronostican buenos resultados, es cuando el cannabis deja de tener interés. Esa ha sido la consigna de muchas de las fuerzas políticas sumisas ante el prohibicionismo de nuestro país, o eso, o es que la miopía congénita que sufren los representantes políticos en materia de uso de cannabis es superlativa. Han abandonado en la clandestinidad a más de 4.500.00 de personas usuarias, en los que un notable porcentaje hacen uso terapéutico del mismo. El desprecio a los derechos de estas personas tendría que hacer ruborizar a los dirigentes de las fuerzas políticas cuando hablan de social-democracia o de progresismo, máxime cuando mucho de sus militantes y un gran número de sus cargos públicos habrán tenido alguna experiencia con el cannabis sin tener que avergonzarse por ello. Así somos en nuestro país, hipócritas hasta los tuétanos y pendientes de lo políticamente correcto.
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