[Audio] El sótano – Emanaciones lisérgicas: canciones y LSD

Se cumplen tres años de la muerte de Albert Hoffman, descubridor de la dietilamina de ácido lisérgico o LSD. Esta sustancia psicotrópica jugó un curioso papel en parte de la música manufacturada en los años 60, de forma obvia en los grupos más psicodélicos ero también con muchos otros que juguetearon con los dobles sentidos en referencia a sus efectos. Te ofrecemos una selección de canciones ligadas directamente con el LSD y otras sustancias alucinógenas. Un viaje musical al lado oscuro de la seta. Recuerda que encontrarás todos los grupos, títulos y discos en nuestro blog de RTVE.

Texto y Audio en A la Carta.

Carta de Albert Hofmann, el padre del LSD, a Steve Jobs

Visto en Pijama Surf.

Estimado Sr. Steve Jobs,

Saludos de Albert Hofmann. Entiendo por recuentos de los medios que sientes que el LSD te ayudó creativamente en tu desarrollo de las computadoras Apple y en tu búsqueda espiritual personal. Estoy interesado en saber más de cómo el LSD fue útil para ti.

Estoy escribiendo poco después de mi cumpleaños 101, pidiendo tu apoyo para el psiquiatra suizo Peter Gasser, que ha propuesto el primer estudio de psicoterapia asistida en sujetos que padecen ansiedad asociada con enfermedades terminales. Este será el primer estudio de psicoterapia asistida en 35 años y lo estará fondeando MAPS.

Espero que puedas ayudar en la transformación de mi hijo problema en un hijo maravilla.

Sinceramente,

A. Hofmann

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[Video] El trigo cornudo – Cornezuelo del centeno.

Plantas y hombres, una historia de los medicamentos, una serie documental en la que se narra la relación entre algunas de las plantas mas utilizadas en la medicina y el hombre.

Se analiza la historia, el uso y los intereses farmacéuticos de cada una de ellas en los ocho capítulos que forman la serie.

Título del capitulo Plantas y hombres, una historia de los medicamentos El trigo cornudo.

El cornezuelo del centeno, Albert Hofmann y la LSD

Vida y obra de Albert Hofmann (VII): Cómo nació la LSD

Continuamos ofreciendo escritos de Albert Hofmann. El artículo que comenzamos en esta entrega narra los orígenes del descubrimiento de la LSD. Su título es «How LSD originated»1 y fue publicado por la fecha en que salía la primera edición alemana de LSD – Mein Sorgenkind.  A quienes conozcan el libro autobiográfico de Hofmann seguramente les resultará familiar porque forma parte del material empleado en su redacción.

El artículo fue traducido por Jonathan Ott, junto con los demás textos originales, para la edición inglesa (LSD – My Problem Child) y se publicó en la revista Journal of Psychedelic Drugs2. Incluimos sólo los pasajes más relevantes y omitimos los detalles sobre química. En esta primera parte el buen doctor describe sus inicios en los laboratorios Sandoz, la primera síntesis de LSD y cómo fue desechada por no contar con aplicaciones farmacológicas.

Ott es una figura legendaria en el mundo de la enteogenia y la etnobotánica que no necesita presentación. Poco después de conocer a Hofmann en octubre de 1977, éste le propuso traducir su libro al inglés. Aunque Ott no dominaba el alemán, a Hofmann le pareció más adecuada una persona con formación química y amante de los enteógenos que un traductor experto sin conocimientos de farmacología. Una anécdota que cuenta Ott es que la editorial McGraw-Hill, que iba a publicar la obra en inglés, decidió no hacerlo, a pesar de tener los libros ya impresos, porque a los directivos no les agradaba el tema. Hofmann y Ott salvaron los libros de la quema comprando los ejemplares y recuperando los derechos de autor3.

En cuanto a la revista donde se publicó este artículo, Journal of Psyquedelic Drugs, fue fundada por David E. Smith en 1967, simultáneamente a la creación de Haight Ashbury Free Clinics, una institución -que aún existe- de asistencia gratuita a jóvenes que abusaban de las drogas en aquella época de auge del movimiento hippy4. La revista tomó posteriormente el nombre de Journal of Psychoactive Drugs.

Cómo nació la LSD

Se ha dicho y escrito, una y otra vez, que la LSD se descubrió por casualidad. Esto es correcto sólo en parte porque nació en el transcurso de una investigación sistemática, y sólo más tarde tuvo lugar el famoso accidente. La sustancia ya contaba con cinco años de edad cuando experimenté sus efectos de forma inesperada en mi propio cuerpo; o, mejor dicho, en mi propia mente.

Cuando pienso en los tiempos pasados y en el rumbo que tomó mi carrera profesional -la cual me llevó a sintetizar la LSD-, recuerdo la decisión que debí tomar tras finalizar mi formación como químico. Si en algún momento hubiese elegido un camino distinto, entonces esta sustancia que ha alcanzado fama mundial con el nombre de LSD, probablemente nunca habría visto la luz. Por ello, si voy a contar la historia de su origen, debo describir también brevemente mi carrera como químico, que está inseparablemente unida a la droga.

En la primavera de 1929, al concluir mis estudios de química en la Universidad de Zurich, me uní al laboratorio de investigación químico-farmacéutica de Sandoz, en Basilea, como ayudante del profesor Arthur Stoll, fundador y director del departamento farmacéutico. Elegí este empleo porque me ofrecía la oportunidad de trabajar con sustancias naturales, mientras que otras dos ofertas de industrias químicas de Basilea habrían supuesto trabajar con productos de síntesis.

Primeras investigaciones químicas

Mi tesis doctoral bajo la dirección de Paul Karrer ya había desvelado mis preferencias por la química orgánica. Con la ayuda del jugo gastrointestinal del caracol de la vid, conseguí la degradación enzimática de la quitina, el material estructural del que están compuestas las conchas, las alas y las garras de los insectos, los crustáceos y otros animales inferiores. La estructura química de la quitina podía obtenerse del producto de esta degradación, un azúcar nitrogenado. La quitina resultó ser un análogo de la celulosa, el material estructural de las plantas. Este hallazgo tan importante, que me llevó sólo tres meses, me permitió realizar una tesis doctoral que fue calificada «cum laude».

Cuando entré en la empresa, el personal del departamento químico-farmacéutico era más bien modesto. Cuatro doctores en química trabajaban en investigación y tres en producción. En el laboratorio de Stoll me encontré con un puesto de trabajo como químico de investigación que me agradaba. El objetivo del laboratorio del profesor Stoll era la síntesis y preparación, en forma pura y por medio de cuidadosas técnicas, de los principios activos de diversas plantas medicinales conocidas. Esto es especialmente importante en el caso de plantas cuyos principios activos son inestables o cuya potencia está sujeta a gran variación, lo que hace que resulte difícil conseguir una dosificación exacta. Pero si disponemos del principio activo en su forma pura, tendremos la posibilidad de obtener una preparación farmacéutica estable y cuantificable. Además de estas consideraciones, drogas de origen vegetal conocidas desde hace tiempo, como por ejemplo la dedalera (Digitalis), la escila mediterránea (Scilla maritima) y el ergot (Secale cornutum) -que, debido a su inestabilidad y su dosificación difícilmente medible, habían encontrado sólo una aplicación limitada en el pasado- fueron estudiadas por el profesor Stoll. Los primeros años de mi trabajo en los laboratorios Sandoz los dediqué casi exclusivamente al estudio de los principios activos de la escila mediterránea (…) Mi principal contribución a la investigación sobre la escila, en la cual participé con entusiasmo, fue la elucidación de la estructura química del núcleo común de sus glucósidos, mostrando por un lado las diferencias respecto a los glucósidos de la digital, y por otro lado su estrecha relación estructural con los principios tóxicos aislados a partir de las glándulas cutáneas de los sapos. En 1935, este proyecto llegó a una conclusión transitoria.

En busca de un nuevo campo de investigación, propuse al profesor Stoll continuar el estudio de los alcaloides del ergot que él había iniciado en 1917, y que le llevaron a la síntesis de la ergotamina en 1918. La ergotamina, descubierta por Stoll, fue el primer alcaloide del cornezuelo obtenido en forma químicamente pura. Aunque rápidamente ocupó un lugar importante entre los medicamentos con el nombre de GynergenÒ, como remedio hemostático en obstetricia y como medicamento para tratar la migraña, la investigación química de los laboratorios Sandoz fue abandonada tras aislar la ergotamina y determinar su fórmula empírica. Mientras tanto, a comienzos de los años treinta, en laboratorios ingleses y americanos se había comenzado a determinar la estructura química de los alcaloides del ergot. Además, se había descubierto un nuevo alcaloide hidrosoluble que también obtenerse a partir del líquido madre del cual se extraía la ergotamina. Por tanto, parecía ser un buen momento para retomar las investigaciones sobre los alcaloides del cornezuelo, si Sandoz no quería correr el riesgo de perder su liderazgo en este campo de la investigación médica.

El profesor Stoll estuvo de acuerdo con mi solicitud, pero comentó: «Debo hacerle una advertencia sobre las dificultades que encontrará al trabajar con los alcaloides del ergot. Son sustancias muy sensibles y se descomponen con facilidad; su estabilidad es muy diferente de la de los compuestos con los que ha trabajado usted en el campo de los glucósidos cardiotónicos. No obstante, si lo desea, puede intentarlo».

Con esto quedó marcado el camino que me conduciría al tema principal de mi carrera. Aún recuerdo la sensación de placer que tuve al pensar en todo lo que podía descubrir en este campo tan poco estudiado (…)

El ácido lisérgico y sus derivados

El ácido lisérgico demostró ser una sustancia inestable (…) Logré aislar una buena cantidad de compuestos derivados suyos (…) La sustancia número veinticinco en esta serie de derivados era la dietilamida del ácido lisérgico, LSD-25 para abreviar, que sinteticé por primera vez en el año 1938. Mi propósito era obtener un estimulante circulatorio y respiratorio (un analéptico), propiedades que eran de esperar porque tiene una estructura química similar a un analéptico ya conocido en aquella época, la dietilamida del ácido nicotínico (CoraminaÒ). Durante las pruebas con LSD-25 en el departamento farmacológico de Sandoz, cuyo director era el profesor Ernst Rothlin, se demostró su potente acción uterotónica. Además, se observó que los animales a los que se administraba no dejaban de moverse. Sin embargo, esta nueva sustancia no despertó mayor interés entre nuestros farmacólogos y médicos, y no se realizaron más pruebas con ella.

Durante los cinco años siguientes no se hizo nada con la sustancia LSD-25. Mientras tanto, mi trabajo sobre el cornezuelo avanzaba en otras direcciones (…) La investigación sobre los alcaloides del ergot fue tarea mía en exclusiva. Incluso los pasos referentes a las presentaciones comerciales los di yo. Me refiero a la preparación de grandes cantidades de estas sustancias para los ensayos clínicos, y a los procedimientos para la producción en masa de MethergineÒ, HydergineÒ y DihydergotÒ.

Continuará…

Enlaces relacionados:

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (II): Eleusis y la genialidad griega
Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico
Vida y obra de Albert Hofmann (IV): Continúa la historia del cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (V): Sacando jugo al cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

REFERENCIAS:

  1. Referencia del artículo: «How LSD originated», Journal of Psychedelic Drugs, Vol.11, 1-2: 53-60, enero-junio 1979. Gracias a Rick Doblin (http://www.maps.org) por autorizarnos a traducirlo.
  2. Web de la revista Journal of Psychoactive Drugs: http://www.journalofpsychoactivedrugs.com/
  3.  Ott, Jonathan: «Albert Hofmann y LSD». Revista especial 100 aniversario de Albert Hofmann. Edición conjunta Ulises – Cáñamo, año 2006, páginas 16-22.
  4. Web de Haight Ashbury Free Clinics: http://www.hafci.org/

Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

En la presente entrega comenzamos a ofrecer parte del legado de Hofmann inédito en español. En nuestro idioma contamos con las siguientes obras: LSD – mein Sorgenkind, publicada con el título deHistoria del LSDEinsichten – Ausblicke, publicada con el título de Mundo exterior, mundo interior; y un librito de diálogos, El dios de los ácidos. Con Hofmann como coautor, tenemos El camino a EleusisPlantas de los dioses1.

Sin embargo, su labor investigadora -como la de cualquier científico- se desarrolló a través de los artículos escritos para publicaciones especializadas. Por esta razón, siguiendo con nuestra idea de divulgar su obra y sus ideas, iremos ofreciendo interesantes artículos que andaban dispersos por revistas científicas, que se han logrado reunir gracias a los esfuerzos de MAPS, la Fundación Albert Hofmann, el Heffter Research Institute, y la Fundación Promind2, y que no están disponibles en español. Omitiremos las partes más técnicas y de menos interés para los legos en química, y dejaremos las más interesantes para el público drogófilo, con algunos comentarios nuestros. Comenzamos, no con un artículo, sino con el discurso -también inédito en nuestro idioma- que Hofmann pronunció en la clausura del Simposio LSD, el cual tuvo lugar en Basilea en enero de 2006 para celebrar su 100º cumpleaños. Pronunciado unos dos años antes de su muerte, constituye una magnífica despedida ante sus amigos y el mundo en general3.

Discurso de Hofmann en el simposio con motivo de su 100º cumpleaños

«Deseo encontrar las palabras adecuadas para expresaros mi gratitud a todos. No sé por dónde comenzar, pero quizá sea mejor empezar mencionando a Dios, luego a mis padres y a mis maestros, y después a mi padrino, que me permitió estudiar química, ya que mis padres no tenían dinero y tuve que trabajar para ganarlo. Mi padrino me pagó los estudios, gracias a lo cual tuve la oportunidad de estudiar química. Quisiera seguir con los agradecimientos, o de lo contrario comenzaré a decir muchas cosas que me vienen ahora a la mente. Agradezco a los organizadores este maravilloso simposio; a Lucius Werthmüller y Dieter Hagenbach, mis viejos y queridos amigos, que lo hicieron posible. Muchas gracias. También quiero dar las gracias a todas las personas presentes que han contribuido a difundir por el mundo el mensaje de la LSD. Y, finalmente, doy las gracias a la LSD, que apareció de forma tan discreta y misteriosa. Creo que si en aquel momento hubiera trabajado siguiendo todas las normas higiénicas, la LSD nunca se habría dado a conocer. Entró en mi cuerpo de algún modo y se manifestó. Me pidió -puesto que yo era investigador- que investigara sus orígenes. La experiencia que tuve, ese primer viaje con LSD, fue involuntaria. Fue una experiencia maravillosa y me sentí obligado a descubrir su causa. Y, al buscar sus orígenes, escuché una misteriosa voz que pude identificar como la de la LSD. Sin este pequeño percance que, por supuesto, no fue un percance (seguramente era mi destino descubrir esta sustancia); sin mis trabajos en química, pero también sin mi descuido al manipular la sustancia, este descubrimiento no habría sido posible. Creo que la LSD me dijo: ‘Preséntame al mundo para que no caiga en el olvido’. He tenido la oportunidad de contar con amigos gracias a los cuales se ha difundido el testimonio de la LSD, hasta llegar a esta maravillosa conferencia. Y se extenderá más, gracias a vosotros, hasta darse a conocer a todo el mundo. Os agradezco vuestra presencia para honrar a mi ‘hijo problemático’ que, gracias a este evento, se ha convertido en un hijo maravilloso».

La psilocibina

El consumo de enteógenos está muy extendido en nuestros días. Es sobradamente conocido que Albert Hofmann descubrió la LSD, el enteógeno más popular y con más repercusión social y cultural, especialmente a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, coincidiendo con el apogeo del movimiento hippy. No obstante, como ya mencionamos en entregas anteriores, el buen doctor también investigó los hongos mágicos mexicanos y logró aislar sus principios activos, la psilocibina y la psilocina. Publicó varios artículos sobre esos estudios, algunos en colaboración con científicos como Stoll, Troxler y Heim; de todos ellos ofrecemos el que nos parece menos técnico y más divulgativo.

«Aspectos químicos de la psilocibina, el principio psicotrópico del hongo mexicano Psilocybe mexicana»4.

Desde los tiempos precolombinos, los indios de México han convertido la ingestión de ciertos hongos en parte de sus ritos religiosos; los hechiceros de las tribus comían estos hongos para adquirir clarividencia. Un etnólogo norteamericano, Robert Gordon Wasson, junto con su esposa, realizó varias expediciones a regiones remotas de México entre 1953 y 1955. Ellos estudiaron la forma en que se utilizan esos hongos actualmente, y describieron sus experiencias sobre los estados alucinatorios que tienen lugar en los rituales1. Roger Heim, director del Museo Nacional de Historia Natural de París, acompañó a Wasson en una expedición a los territorios de los mazatecas, chatitos y aztecas, en verano de 1956. Pudo clasificar y describir estos hongos2: todas las especies eran hongospileate (basidiomicetos), pertenecientes a la familia de las estroforiáceas. Heim tuvo éxito, junto a R. Cailleux, en la tarea de cultivar varios de estos hongos en su laboratorio de París3. El material de un hongo en concreto, Psylocibes mexicana, fue enviado al laboratorio de investigación de Sandoz, en Basilea, para ser investigado químicamente. En primavera del año 1958, el principio psicotrópico fue aislado en forma cristalina. Se le llamó psilocibina4. Está presente en las esporoforas, el micelio y el esclerocio del hongo. A. Brack y H. Koben desarrollaron en nuestros laboratorios un método mejor para cultivar el micelio y el esclerocio a gran escala5. De este material se ha logrado aislar varios gramos de psilocibina, cantidad suficiente para las investigaciones químicas, farmacológicas y clínicas preliminares. La estructura de la psilocibina se ha descubierto recientemente y confirmado por síntesis6. Lo que sigue es una breve descripción de su estructura química.

La psilocibina forma cristales blancos que son fácilmente solubles en agua, pero prácticamente insolubles en los disolventes orgánicos usuales. Es anfotérica, es decir, forma sales tanto con ácidos como con bases. El análisis de la psilocibina y un estudio de su espectro y reacciones al color han revelado que es un derivado del indol, con sustitución en el núcleo del benceno. Se le asignó de forma provisional la fórmula C13H18(20)O3N2P2, pero estudios posteriores de degradación han mostrado que en realidad es C12H17O4N2P. Con la hidrólisis, la molécula de psilocibina se divide en dos, dando lugar a 4-hidroxi-dimetiltriptamina y ácido fosfórico. De este modo, la psilocibina posee la siguiente fórmula estructural:

Esta fórmula ha sido confirmada por la síntesis de psilocibina. El compuesto obtenido era idéntico en todos los aspectos a la psilocibina natural.

La psilocibina es otro ejemplo más de la importancia de la estructura del indol en los compuestos psicotrópicos. Está estrechamente relacionada con importantes -y presentes en la naturaleza- derivados de las hidroxitriptaminas como la serotonina (5-hidroxi-triptamina), la bufotenina (5-hidroxi-dimetiltriptamina), la bufotenidina (base cuaternaria de la bufotenina), la dehidro-bufotenina y la bufotionina. La semejanza estructural con la bufotionina, aislada a partir de la piel de los anfibios7, es sorprendente. Ambos compuestos son ésteres ácidos de un derivado de la hidroxi-dimetiltriptamina; uno es un éster del ácido fosfórico, y el otro del ácido sulfúrico.

Al ser un derivado del indol, la psilocibina está también relacionada con los alcaloides indólicos psicotrópicos, como por ejemplo la tabernantina, la harmina y la reserpina. Existe una relación especial entre la psilocibina y la dietilamida del ácido lisérgico, el psicotomimético más potente conocido hasta ahora. Estos dos compuestos son derivados del indol con sustituciones en la posición 4. La psilocibina y los alcaloides del ergot, incluyendo la LSD, son únicos en lo que respecta a poseer esta especial característica estructural (…).

Enlaces relacionados:

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (II): Eleusis y la genialidad griega
Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico
Vida y obra de Albert Hofmann (IV): Continúa la historia del cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (V): Sacando jugo al cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

Referencias:

  1. Obras de Albert Hofmann: Historia del LSD, Editorial Gedisa. Mundo interior, mundo exterior, Los libros de la liebre de marzo. El dios de los ácidos, Editorial Siruela. El camino a Eleusis, FCE. Plantas de los dioses, FCE.
  2. En la dirección http://www.maps.org/sys/w3pb.pl se puede consultar la World Wide Web Psychedelic Bibliography, con muchos artículos originales de Albert Hofmann. Nuestro más sincero agradecimiento a Rick Doblin, presidente de MAPS, por autorizarnos a traducir este valioso material.
  3. Web del Simposio LSD: http://www.lsd.info. En http://www.youtube.com/watch?v=dCZDwTQtbDk puede verse un extracto del homenaje a Hofmann. En http://www.youtube.com/watch?v=SInkOigeGno&eurl tenemos su discurso de despedida, con subtítulos en inglés. Transcripción del discurso de Albert Hofmann, en inglés: Erowid F, Erowid E. «The Spirit of Albert». Erowid Extracts. Jun 2006;10:24-25.
  4. Referencia original del artículo: «Chemical aspects of psilocybin, the psychotropic principle from the mexican fungus, Psilocybe mexicana heim». Neuro-Psychopharmocology. Proceedings of the 1st International Congreso of Neuro-Psychopharmacology, Roma, Septiembre de 1958. Ed. By: P. B. Bradley, P. Deniker, C. Radouco-Thomas. Elsevier, Ámsterdam, London, New York, Princeton 1959, p. 446-448.

Notas del artículo de Hofmann

  1. Valentia P. Wasson and R. G. Wasson, Mushrooms, Russia and History, Pantheon Books, New York, 1957.
  2. R. Heim, Compt. Rend. 242 (1956) 1389; 244 (1957) 695; Rev. mycol., 22 (1957) 20, 36.
  3. R. Heim y R. Cailleux, Compt. rend., 244 (1957) 3109; 245 (1957) 597, 1761
  4. A. Hofmann, R. Heim, A. Brack y H. Kobel, Experiencia, 14 (1958) 107.
  5. R. Heim, A. Brack, H. Kobel, A. Hofmann y R. Cailleux, Compt. rend., 246 (1958) 1346.
  6. A. Hofmann, A. Frey, H. Ott, Th. Petrzilka y F. Troxler, Experientia, 14 (1958) 397.
  7. H. Wieland y F. Vocke, Ann., 481 (1930) 216.

Vida y obra de Albert Hofmann (V): Sacando jugo al cornezuelo

Con esta entrega finalizamos la historia del cornezuelo partiendo de los trabajos de Hofmann. A partir de la siguiente ofreceremos una serie de escritos del buen doctor, inéditos en español.

Historia del ergot (continúa)

Ya hemos hablado de las grandes epidemias de ergotismo sufridas en la Europa medieval. Los siglos XII y XIII fueron de relativa tranquilidad y prosperidad en todos los sentidos, pero el XIV fue testigo de la más famosa plaga de la historia hasta la llegada del SIDA, la peste bubónica, que acabó con la tercera parte de la población europea. Una vez pasada la epidemia no hubo una recuperación demográfica hasta mucho después, a finales del siglo XV. Ante este hecho, algunos historiadores -como por ejemplo Mary Matossian- plantean la hipótesis de que la gente se vio obligada a consumir pan parasitado con cornezuelo debido a las malas cosechas y al clima frío y húmedo durante una serie de años. Estos factores dificultaron el cultivo de trigo y obligaron a dedicarse al centeno, cereal más resistente ante las inclemencias del tiempo. Y así, en una Europa ya afectada por la peste, el ergotismo incrementó la mortalidad, redujo la fecundidad y causó cientos de miles de abortos espontáneos, con lo que el declive demográfico fue más extenso y duradero de lo que normalmente pudo originar una epidemia de enfermedad infecciosa.

La mayor dificultad para acabar con el ergotismo era que no se conocía su causa. Debido a la incultura botánica propia de la Edad Media, había caído en el olvido la erudición farmacológica de la Antigüedad y no se llegó a sospechar que esos granos de color oscuro fueran el origen del problema; y mucho menos que contuvieran un hongo con propiedades tóxicas. El pan elaborado con cereal contaminado se vendía más barato simplemente por tener peor apariencia que el blanco y considerarse éste de superior calidad. Esto fue lo que originó que las clases bajas fueran las más afectadas.

Edad Moderna: se descubre la causa del ergotismo

Matossian ha llegado a relacionar las intoxicaciones por cornezuelo con los supuestos casos de brujería, tan frecuentes en los siglos XVI y XVII, pero es un asunto muy extenso y debatido en el que no vamos a entrar. Es más relevante para el tema que nos ocupa la figura de Thuillier, un médico francés del siglo XVII que se dedicaba a ayudar a los enfermos de ergotismo. Con una mentalidad científica, empleando el método que ya por aquel entonces se aplicaba en las ciencias físicas, se dedicó a realizar cuidadosas observaciones. Gracias a ello comprobó que el mal era mucho más común en las áreas rurales, que los pobres enfermaban más que los ricos y que no se trataba de una plaga contagiosa. La gran diferencia entre pobres y ricos era la alimentación, y dentro de ésta el pan de centeno ocupaba una posición importante, por lo que revisó los campos de este cereal y se fijó en las espigas de color oscuro, contaminadas por nuestro viejo conocido. Siguió con su meticulosa observación y vio que, durante los años de más frío y humedad -y en consecuencia más granos negros en las espigas-, las epidemias eran más extendidas y causaban más víctimas. Thuillier sabía que esos granos se habían utilizado en obstetricia, y que una sustancia con propiedades medicinales podía ser un veneno si la dosis era excesiva, de acuerdo con el conocido principio de Paracelso, «dosis sola facit venenum». Así que la conclusión era lógica: los granos negros eran los culpables. En 1670 dejó por escrito sus observaciones y las envió a la Academia de París. Sin embargo, los campesinos no aceptaron su tesis y siguieron pensando que el centeno no tenía relación alguna con el ergotismo.

En 1853, Luis Tulanse demostró experimentalmente lo que Thuillier había descrito casi doscientos años antes. Estudió el centeno y realizó ensayos con él, lo cual le permitió demostrar que el problema no era el cereal en sí, sino un hongo parásito, el Claviceps purpurea, nombre científico de nuestro amigo. En consecuencia, la relación entre el ergotismo y la ingestión de pan elaborado con cereal parasitado no se conoció hasta el siglo XVII, pero fue ignorada. Sólo en el siglo XIX se aceptó este hecho y fue cuando las autoridades obligaron a desechar el cereal contaminado. El uso de mejores métodos de cultivo también redujo la incidencia de cornezuelo en los campos. Asimismo, la progresiva introducción de la patata -traída de América a partir del siglo XVI- como alimento rico en carbohidratos permitió reducir el consumo de cereales, única fuente energética disponible en Europa hasta entonces. No obstante, aunque las epidemias se hicieron menos frecuentes y menos graves, continuaron existiendo.

Siglos XIX y XX

En el siglo XIX se inicia la era de los alcaloides. La ciencia comienza a extraer los principios activos de numerosas plantas para disponer de fármacos más potentes y poder medir con precisión las dosis terapéuticas. El cornezuelo, por supuesto, no podía ser menos. Su uso por parte de las comadronas se remonta a la Antigüedad, gracias a sus propiedades inductoras del parto, lo cual queda reflejado por escrito por primera vez (1582) en el herbario de Adam Lonitzer, médico alemán. Ya en 1808, el médico americano John Stearns cita en un libro su uso como contractor uterino.

Los alcaloides del ergot tienen una estructura similar a la serotonina, la norepinefrina y la dopamina, monoaminas que actúan como neurotransmisores en el sistema nervioso. Debido a esta semejanza con los neurotransmisores, tienen efectos de amplio rango sobre los receptores adrenérgicos, dopaminérgicos y serotoninérgicos. A finales del siglo XIX hubo algunos intentos infructuosos por obtener estos principios activos, y la historia farmacológica del cornezuelo comenzó cuando Berger y Carr aislaron en 1906 la ergotoxina, que en un principio se consideró una sustancia pura; más tarde se descubrió que era una combinación de cuatro alcaloides. En 1918, Stoll -a cuyas órdenes trabajó Hofmann en los laboratorios Sandoz años después- aisló la ergotamina, el primer alcaloide del ergot conocido, con aplicaciones en obstetricia y medicina interna. En 1935, Dudley y Moir, de forma independiente, aislaron la ergonovina. En 1938, Hofmann y Stoll obtuvieron la dietilamida del ácido lisérgico, para la que no encontraron aplicaciones farmacológicas de interés, y que fue dada a conocer gracias a la intuición de Hofmann y a su intoxicación involuntaria mientras la manipulaba. Poco podemos comentar sobre la LSD que no se haya dicho ya; tan sólo enfatizar su alta potencia enteogénica a dosis de microgramos (mil microgramos = un miligramo) y su utilidad para el autoconocimiento, la psicoterapia y la integración del individuo en la naturaleza, aspectos en los que el buen doctor tenía puestas sus esperanzas y que vio desvanecerse cuando amplios sectores de la contracultura de los sesenta abusaron de ella y los gobiernos decidieron prohibirla.

Hofmann también logró sintetizar la dihidroergotamina, útil para la hipertensión y la migraña; la metil-ergonovina, un hemostático uterino; y la metisergida, un antagonista serotoninérgico empleado para prevenir la migraña. Sin embargo, no hay duda de que el fármaco de mayor éxito ha sido la dihidroergotoxina -más conocida por el nombre de Hydergina®-, un derivado de los cuatro alcaloides que componen la ergotoxina. La Hydergina® puede considerarse una droga inteligente porque sus efectos vasodilatadores sobre el cerebro la convierten en un producto de gran valor para la demencia senil. También aumenta la oxigenación del cerebro, tiene propiedades tónico-estimulantes y mejora el rendimiento intelectual. Según comenta Ott, fue el producto más rentable de la casa Sandoz durante muchos años y uno de los diez fármacos más vendidos en todo el mundo.

Como vemos, la historia del ergot llega a su cumbre con Hofmann. Gracias a él, no sólo nos ofrece valiosos fármacos, sino también una droga visionaria que nos permite el retorno a la naturaleza. Una vez más, queda probado que los venenos son también medicinas; y a la inversa, que las medicinas pueden ser venenos; que todo depende de saber utilizarlos, y que la naturaleza nos ofrece sustancias con potencial tóxico muy beneficiosas para diversas aplicaciones.

Nos despedimos con una cita del propio Hofmann: «El ergot tiene una historia fascinante. A lo largo de los años su papel e importancia ha sufrido una metamorfosis. Lo que en un tiempo fue un tóxico mortal ha llegado a ser una gran fuente de útiles fármacos». Y del enteógeno más famoso y potente, podríamos añadir.

Bibliografía:

Barger, George: Ergot and ergotism: A monograph. London, 1931.

Bove, F. J.: The Story of Ergot. S. Karger, New York, 1970.

Hofmann, Albert: La historia del LSD. Editorial Gedisa.

Kilbourne Matossian, Mary: Poisons of the Past. Yale University Press.

Lapinskas, V «A brief history of ergotism: Anthony’s fire and St. Vitus dance until today». Medicinos Teorija ir Praktika, 2007 – T. 13 (Nr. 2).

Ott, Jonathan: Pharmacoteon. Los libros de la liebre de marzo.

Ruiz, Juan Carlos: Drogas Inteligentes. Editorial Paidotribo.

Stoll, Arthur: «Recent investigations on ergot alkaloids». Chemical Reviews, Vol. 47, No. 2: October 1950.

Enlace al artículo en Cannabis Magazine.

Enlaces relacionados:

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (II): Eleusis y la genialidad griega
Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico
Vida y obra de Albert Hofmann (IV): Continúa la historia del cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (V): Sacando jugo al cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

Vida y obra de Albert Hofmann (IV): Continúa la historia del cornezuelo

En la entrega anterior comenzamos una breve historia del cornezuelo del centeno, el hongo de donde se extraen drogas tan conocidas como la LSD y la Hydergina, creadas por Albert Hofmann. Su importancia no se limita a los trabajos del buen doctor, sino que su vínculo con el ser humano comenzó en la Antigüedad.

Dioscórides

Historia del ergot (continúa)

Grecia y Roma

Ya hemos mencionado en entregas anteriores la relación del cornezuelo del centeno con los misterios de Eleusis. Rudolf Kobert, historiador de la medicina y la farmacología de finales del siglo XIX y comienzos del XX -que también hemos citado- investigó si los griegos tuvieron contacto -médico, no religioso- con el protagonista de nuestra historia. Para no extendernos demasiado, podemos resumir diciendo que Kobert rastreó las posibles menciones al cornezuelo en los Escritos Hipocráticos (siglos -V y -IV), en el tratado de botánica de Dioscórides (siglo I) y en las obras de Galeno (siglo II).  También buceó en los escritos de autores romanos, por ejemplo Julio César (siglo -I), Lucrecio (siglo -I), Plinio el Viejo (siglo I) y Cornelio Celso (siglo I), y en todos ellos descubrió referencias a nuestro hongo. Esto significa que la medicina grecorromana lo conocía, si bien en su vertiente negativa, ya que todas las citas hablan de los problemas de salud creados por la ingestión de cereales parasitados por ergot. No obstante, se trata de argumentos probables que no pueden demostrarse fehacientemente, por lo que hay estudiosos que dudan de esta teoría. En cualquier caso, como ya mencionamos en entregas anteriores, gracias a la tesis de Hofmann, Wasson y Ruck -muy posterior a los trabajos de Kobert- sabemos al menos que el cornezuelo no era desconocido para los griegos, y hace más probable la propuesta de Kobert.

Después del esplendor de la época romana, Occidente fue cayendo en la decadencia por diversas causas. El auge del cristianismo coincide con este declive de la Historia, y es una de sus consecuencias, ya que en períodos de crisis proliferan las religiones de salvación; también es causa suya porque contribuyó a la caída del Imperio Romano. Si se nos permite una digresión filosófica que viene muy al caso, la religión es la unión del ser humano con la divinidad, más allá de uno u otro dios, todos ellos inventados por nuestra mente para nombrar lo que no podemos entender. Si existe una religión verdadera y alguna entidad divina, sin duda se trata del universo en su totalidad. Como parte que somos del conjunto de la naturaleza, nunca podremos llegar a entenderla por completo. Somos una pequeña parte del mundo, una parte consciente y auto-consciente, seres que desean y necesitan comprender lo que les rodea; pero esa comprensión se hace mediante conceptos y representaciones, esa comprensión está en nuestras cabezas, no en el mundo: es una creación nuestra, no una descripción exacta de la realidad. Parafraseando a Nietzsche, la persona viva no puede emitir juicios objetivos sobre el mundo porque es juez y parte; la muerta, aunque ya no forma parte de la vida, tampoco puede por motivos bastante obvios.

Por esta inmensidad del universo y nuestras inevitables pequeñez y subjetividad, si hay una religión verdadera debe consistir en asumir la naturaleza como lo divino, porque ella es la que nos da la vida y los recursos para subsistir. De ahí que las creencias más apegadas a la tierra, las que aceptan la diversidad del entorno y la reflejan en su carácter politeísta -como por ejemplo la de Eleusis- sean más vivas, más reales, que las que postulan un solo dios, las monoteístas. En éstas el ser divino está tan separado del mundo que los fieles sólo pueden aceptarlo por fe y sin contacto alguno con él, exceptuando las experiencias de algunos místicos, sin duda inducidas por consumo de sustancias psicoactivas u otro método de modificación de conciencia.

La ascensión del cristianismo llegó a su cumbre con el Edicto de Tesalónica (380), decretado por el emperador Teodosio. Se prohibieron los otros cultos y se clausuraron los misterios eleusinos. Si esto fuera todo, podría entenderse como una victoria político-histórica del cristianismo gracias a su siempre interesada y oportunista alianza con el poder terrenal. Sin embargo, lo que resulta más ignominioso es su copia descarada de los cultos paganos más populares, con el fin de presentarse como el legítimo sucesor de la tradición grecorromana y tener así más fuerza de persuasión. Los llamados Padres de la Iglesia, para dar contenido a una religión que comenzó siendo una simple secta judía sin base filosófica ni teológica, tomaron numerosos elementos de la tradición clásica, pero vaciándolos de contenido y dejando sólo la forma; falta de sentido que llega hasta nuestros días y pretende solucionarse con la fe ciega de los fieles. Por ejemplo, la eucaristía cristiana y su hostia elaborada con harina de trigo, que tras la transubstanciación se convierte en el cuerpo de Cristo, se inspiró en los misterios eleusinos (y en el culto al sol; de ahí su forma circular) y en su espiga. Pero, mientras que el brebaje enteogénico, gracias a sus propiedades químicas, permite contemplar lo divino de la vida y del universo, el comulgante cristiano sólo puede imaginarse la unión con su dios al comer esa insulsa galleta blanca que -afirman sus sacerdotes- simboliza su cuerpo.

Edad Media

Durante la Edad Media hay referencias seguras al cornezuelo, y todas ellas narran las intoxicaciones originadas por nuestro protagonista, que reciben el nombre genérico común de ergotismo. La primera plaga conocida tuvo lugar en París, en el año 945. Con toda probabilidad hubo muchas antes; por ejemplo, suele mencionarse una en Alemania en el año 857, pero no hay datos que lo confirmen. Las clases bajas eran las más propensas a sufrirlas porque se alimentaban casi exclusivamente del pan de peor calidad, el de color más oscuro por incluir granos parasitados con ergot.

El ergotismo tiene dos formas: la gangrenosa y la convulsiva. En la forma gangrenosa, quienes la padecen sufren náuseas y dolor en los miembros; las extremidades se ponen de color negro, se secan, parecen momificadas y llegan a romperse por las articulaciones. El dolor va acompañado de quemazón, razón por la cual la enfermedad fue denominada ignis sacer(fuego sagrado). Las epidemias estaban tan extendidas y causaban tantas muertes que en 1093 se fundó en el sur de Francia, para ayudar a los afectados, la Orden de los Hospitalarios de San Antonio. Al ser éste el patrón, la enfermedad también se llamó Fuego de San Antonio. Los monjes de esta orden fundaron casi cuatrocientos hospitales, y quienes sufrían ergotismo mejoraban porque el pan que les daban no contenía centeno. De hecho, uno de los motivos de la fama de la peregrinación a Santiago de Compostela era que los enfermos procedentes de Francia y Centroeuropa, según llegaban al sur de Francia y a España en su viaje hacia Galicia, pedían ayuda a los monjes, quienes -además de los ritos y supersticiones propias del cristianismo- les daban pan de trigo, que sustituía al pan de centeno propio de países más septentrionales. Así, al llegar a Santiago estaban curados, pero al regresar a sus lugares de origen y volver a tomar el pan de centeno contaminado, enfermaban de nuevo. Evidentemente, si algún tiempo después efectuaban una nueva peregrinación, volvían también a mejorar de su dolencia. No está de más decir que los monjes tenían conocimientos botánicos, y que, aparte del pan no contaminado, administraban ciertas hierbas curativas como parietaria, hipérico y artemisa, que ayudaban a aliviar la condición de los enfermos.

La segunda forma de ergotismo es la convulsiva, caracterizada por problemas nerviosos como convulsiones y espasmos dolorosos, acompañados en ocasiones por alucinaciones, manía o psicosis. Esta forma era más frecuente en Alemania y el este de Europa, mientras que la gangrenosa era más frecuente al oeste, posiblemente por las distintas especies de cornezuelo y, en consecuencia, por su diferente contenido en ergotoxinas. Este ergotismo parece ser la explicación de los fenómenos de histeria colectiva caracterizados por danzas, convulsiones y alucinaciones, atribuidos a la brujería, que tuvieron lugar entre el siglo XIV y el XVII, principalmente. Para expulsar los demonios del cuerpo, la gente solía rezar a San Vito, que se convirtió en el patrón de los bailarines. Un error frecuente es creer que la expresión «tiene el baile de San Vito» se refiere al ergotismo convulsivo, ya que lo correcto es utilizarlo para la corea de Sydenham, una complicación neurológica, síntoma de la fiebre reumática.

Referencias:

  1. V. Lapinskas, «A brief history of ergotism: Anthony’s fire and St. Vitus dance until today».Medicinos Teorija ir Praktika, 2007 – T. 13 (Nr. 2).
  2. Rudolf Kobert, «Zur Geschichte des Mutterkorns», 1889.
  3. George Barger, Ergot and ergotism: A monograph. London, 1931.
  4. F.J. Bove, The Story of Ergot. S. Karger, New York, 1970.
  5. Jonathan Ott: Pharmacoteon. Los libros de la liebre de marzo.

Enlace al artículo en Cannabis Magazine.

Enlaces relacionados:

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (II): Eleusis y la genialidad griega
Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico
Vida y obra de Albert Hofmann (IV): Continúa la historia del cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (V): Sacando jugo al cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico

En las entregas anteriores hemos hablado del cornezuelo del centeno, un hongo que parasita ciertos cereales y que permitió el descubrimiento de la LSD y la síntesis de fármacos muy útiles (ver Spannabis Magazine nº 51 y nº 52). Ahora nos centraremos en cuestiones de carácter botánico, médico y farmacológico, y veremos que nuestro amigo ha sido el protagonista de diversos momentos históricos.

Ya dijimos que el ergot o cornezuelo del centeno es un hongo del grupo de los ascomicetos, con el nombre científico de Claviceps purpurea, que crece en los granos de los cereales. El término «cornezuelo» se debe a que su forma se asemeja a la de un cuerno de color oscuro, púrpura o cercano al negro. Se emplea también «ergot», que procede de la palabra francesa utilizada para referirse al espolón de un gallo; este nombre se le aplicó por primera vez en una región cercana a París1. No sólo contamos con estos dos vocablos, los más comunes, sino que existen muchas otras palabras para designarlo: veinticuatro distintas en francés, sesenta y dos en alemán, veintiuna en holandés, quince en los idiomas escandinavos, catorce en italiano y siete en inglés. La nomenclatura es confusa y dificulta el estudio por parte de los botánicos. No en vano el profesor Richard Vasicky se refería al ergot como «el hijo problemático de los libros de texto de medicina»2, frase que nos es familiar porque lo mismo llegó a decir Hofmann de la LSD. Lo que sabemos con seguridad es que «el cornezuelo es el esclerocio (la forma en la que la planta pasa el invierno) del hongo Claviceps purpurea, que parasita el centeno, el trigo, la cebada y otros cereales cultivados, además de ciertas hierbas silvestres. Después de infectar al hospedador mediante esporas (llamadas técnicamente ascosporas), forma esclerocios de color púrpura que sobresalen de la vaina del grano en maduración. Los esclerocios caen a continuación al suelo, donde pasan el invierno. Con las primeras lluvias de la primavera, los esclerocios fructifican (…). No obstante, algunas veces los esclerocios son cosechados con el grano y molidos, de modo que pasan a la harina y la contaminan con alcaloides tóxicos»3.

El cornezuelo ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia y aporta un ejemplo perfecto de lo que es una droga: beneficiosa o perjudicial, dependiendo del conocimiento que se tenga de la sustancia y del uso -correcto o incorrecto- que se haga de ella. Este hongo ha sido para el hombre un tóxico mortal, una droga enteogénica y un fármaco curativo. En lo relativo al primer aspecto, la existencia de cornezuelo en los cereales y la ignorancia de sus propiedades han causado a lo largo de la historia graves problemas de salud que, según algunos autores, han podido influir de forma determinante en la demografía europea. En cuanto a su aspecto psiquedélico, como ya describimos en las entregas anteriores, los sacerdotes de Eleusis utilizaban una bebida extraída del ergot para obtener una droga enteogénica que distribuían en la ceremonia principal, cuyo momento cumbre era un viaje psiconáutico colectivo de miles de personas. Por último, el aspecto terapéutico: es probable que desde la Antigüedad se conocieran las propiedades hemostáticas del cornezuelo en los partos, a fin de evitar el sangrado excesivo. En el siglo XX, las investigaciones de varios químicos, entre ellos Albert Hofmann y Arthur Stoll (el jefe de Hofmann en los laboratorios Sandoz) hicieron posible la aparición de fármacos para la ya citada aplicación en obstetricia, además de para combatir la migraña y reactivar las funciones cognitivas.

Historia del ergot

Constituyen testimonios históricos aislados una tablilla asiria que mencionaba la presencia de cornezuelo en los cereales y le llamaba «pústula nociva en el oído del grano» (siglo -VII), y una referencia en los libros sagrados persas del siglo -IV, que se refiere a él como «cierta hierba maligna que provoca en las mujeres el prolapso del útero y la muerte durante el parto»4. Pasemos a los datos históricos más consistentes.

Antigua China

Según escritores franceses de mediados del siglo XIX, los chinos conocieron y utilizaron el ergot. En 1858 François Dorvault escribió que en China se utilizaba el ergot en obstetricia y ginecología desde tiempos inmemoriales5. Pierre Huard y Ming Wong, en un libro de medicina china6, afirman que los habitantes de ese país no sólo empleaban el ergot del centeno, sino también el de maíz y el del arroz. Otros autores lo confirman; sin embargo, no conocemos las referencias de los textos médicos y botánicos, y quienes aseguran que en aquella época se utilizaba el cornezuelo no aportan citas concretas. Por ejemplo, no ofrecen referencias de Chang Chung Ching, que vivió en el siglo -II y es considerado el Hipócrates chino. Su libro sobre remedios herbales se consideró el texto clásico para la prescripción de remedios curativos. Ofrece recetas para la infertilidad, para los trastornos durante el embarazo y contra la debilidad post-parto, pero no sabemos si utilizó el ergot, y de hecho sus comentaristas no aportan nada fiable.

Antiguo México – Los aztecas

Los aztecas sí conocían los alcaloides del cornezuelo. Empleaban plantas alucinógenas en sus ceremonias religiosas y curativas, y una de ellas era el ololiuqui, analizado por Hofmann, quien descubrió que contenía estos alcaloides. Los cronistas españoles del siglo XVI mencionaban el ololiuqui como una semilla que se tomaba como brebaje mágico y que aturdía y confundía los sentidos. Los sacerdotes aztecas lo utilizaban cuando querían tratar con los dioses y obtener respuestas a ciertos problemas. Hofmann quedó maravillado al ver que sus principios activos eran idénticos a algunas sustancias de su laboratorio, las mismas que había obtenido en su investigación, fruto de largos años de trabajo. Entre ellas estaba la amida del ácido lisérgico, cercana químicamente a la LSD, con propiedades enteogénicas que generan «un sentimiento de vacío espiritual y de irrealidad y sinsentido del mundo exterior, una mayor sensibilidad auditiva y un cansancio físico no desagradable que terminaba en sueño». Añadía Hofmann que con los hallazgos sobre el ololiuqui su estudio sobre las drogas enteogénicas quedaba redondeado en forma de círculo mágico: habiendo comenzado por los alcaloides del ergot con objetivos farmacológicos se había encontrado con la LSD, que le llevó posteriormente a la síntesis de la psilocina y la psilocibina a partir de la seta alucinógena centroamericana teonanacatl. Al ocuparse de otra droga mágica mexicana, el ololiuqui, se reencontró con los alcaloides del cornezuelo, el primer objeto de su investigación, con lo que el círculo quedaba completo7.

Grecia

Ya hemos dicho que la proliferación de términos para referirse a nuestro hongo refleja, por un lado, su importancia en Europa; por otra, dificulta el trabajo científico ya que en muchas ocasiones no se sabe bien si se está hablando del cornezuelo o no. Esta dificultad se agrava en idiomas y culturas antiguas, ya que se desconoce, por ejemplo, el término exacto que pudieron utilizar los griegos y los romanos, lo cual impide asegurar con certeza si realmente conocían sus propiedades terapéuticas.

Si los griegos tuvieron una palabra para designar al ergot, no ha llegado hasta nosotros8. No obstante, es probable que sí lo conocieran, y que, igual que los sacerdotes eleusinos empleaban sus cualidades enteogénicas, los botánicos y médicos supieran de sus propiedades tóxicas y terapéuticas (sin sospechar la fórmula secreta del kykeón). En realidad, las opiniones al respecto están divididas. Hay eruditos que afirman que los griegos y los romanos conocieron el hongo a nivel médico, mientras que otros sostienen que no es así. En la próxima entrega seguiremos tratando este asunto. En cualquier caso, si damos como buena la tesis de Hofmann, Wasson y Ruck, al menos era conocido por los sacerdotes de Eleusis.

Referencias:

  1. Schultes, Evans; Hofmann, Albert; y Rälsch, Christian. Plantas de los Dioses, F.C.E., México.
  2. Citado en Bove, Frank, The story of ergot. S.Karger, Basel & New York, 1970. Esta obra, junto con la de George Barger, que también utilizaremos, so dos únicas monografías que tratan todos los aspectos del ergot (hay varias obras y numerosos artículos sobre temas específicos, especialmente los puramente químicos o farmacológicos, pero no de carácter global, como las dos que hemos consultado para este artículo). De ella hemos tomado el guion para esta exposición histórica.
  3. Ott, Jonathan: Pharmacotheon, Los libros de la liebre de marzo.
  4. Schultes, Hofmann y Rälsch. Obra citada.
  5. Boussel, Patrice. Dorvault: Sa vie et son oeuvre. Editions de la Porte Verte, 1979.
  6. Huarre, Pierre y Wong, Ming. Médecine chinoise au cours des siècles, Paris, Roger Dacosta, 1959.
  7. Hofmann, Albert: La historia del LSD, Editorial Gedisa.
  8. Bove, Frank. Obra citada.

Enlace al artículo en Cannabis Magazine.

Enlaces relacionados:

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (II): Eleusis y la genialidad griega
Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico
Vida y obra de Albert Hofmann (IV): Continúa la historia del cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (V): Sacando jugo al cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

Vida y obra de Albert Hofmann (II): Eleusis y la genialidad griega

Continúa la serie de artículos sobre Albert Hofmann. En esta ocasión, explicamos la tesis que elaboró junto con Wasson y Ruck sobre la sustancia utilizada en los antiguos misterios eleusinos: una droga obtenida del cornezuelo que es similar a la LSD.


Finalizamos la anterior entrega mencionando la tesis de Hofmann, Wasson y Ruck expuesta en el libro El camino a Eleusis, según la cual los griegos conocían las propiedades enteogénicas del cornezuelo y utilizaban el poder visionario de sus alcaloides en los misterios más importantes de la antigüedad clásica.

En realidad, sin que se les reste mérito, la tesis no es totalmente original de nuestros tres amigos, sino que fue Karl Kerenyi, un gran estudioso de Grecia, el primero en afirmar que el núcleo de los ritos eleusinos debía residir en el contenido del kykeón. Gordon Wasson dio inicio a la investigación; después de haber estudiado durante años los hongos mexicanos, se interesó por los misterios de Eleusis, con la hipótesis de que podían basarse en una sustancia enteogénica similar a las utilizadas en Centroamérica. Para confirmar su idea se dirigió a Hofmann. Cuenta éste que, en julio de 1975, estaba visitando a Wasson, «cuando repentinamente él me planteó la pregunta siguiente: ¿creía yo que el hombre primitivo, en la antigua Grecia, podría haber descubierto algún método para aislar un enteógeno a partir del cornezuelo que pudiese haberle proporcionado una experiencia comparable a la que da la LSD o la psilocibina?». Hofmann meditó sobre el tema y dos años después contestó a su amigo. Carl Ruck, profesor de mitología griega y etnobotánica, puso el marco histórico adecuado y quedó completada la tesis de la amida del ácido lisérgico como explicación de los misterios. La tesis de los alcaloides del cornezuelo como responsables del viaje iniciático eleusino es, con diferencia, la más probable de todas las planteadas. Ya mencionamos que un hecho que la apoya es que en aquella zona abunda el cornezuelo de los cereales, en una variante muy enteogénica y poco tóxica. Otra prueba es que allí el ergot no sólo parasita el centeno, la cebada y el trigo, sino también el pasto silvestre y la cizaña, con lo que se invalida el contraargumento de que los griegos no pudieron conocer el cornezuelo porque sólo aparece en el centeno, cereal poco común en Grecia. Además, se acepta sin discusión que el kykeón contenía al menos menta y harina (de un cereal), y que el símbolo de los misterios era una espiga, que en algunas manifestaciones aparece contaminada con cornezuelo. Por ejemplo, una urna funeraria de mediados del siglo -V representa a Triptólemo con unas espigas que contienen cornezuelo, a juzgar por su color oscuro.

Da la feliz casualidad de que los alcaloides enteogénicos y no tóxicos del cornezuelo, la ergonovina y la amida del ácido lisérgico, son solubles en agua, mientras que los más peligrosos (ergotamina y ergotoxina) no lo son. Por ello, los sacerdotes bien podían preparar la bebida visionaria con sólo poner en remojo los granos parasitados. Y no sólo eso: «Un método aún más sencillo habría sido recurrir a alguna clase de cornezuelo como el que crece en el pasto Paspalum distichum, que contiene sólo alcaloides que son enteogénicos, y que podría incluso haber sido usado directamente en forma de polvo (…) Los sacerdotes eleusinos tan solo tenían que recoger el ergot de la especie paspalum, que con seguridad crecía en los alrededores del templo, luego pulverizarlo y añadirlo al kykeón para darle su cualidad modificadora de la consciencia».

Escohotado resume los puntos que debe cumplir la teoría para ser válida: que la bebida sagrada contuviera una droga con propiedades visionarias; que se obtuviera a partir de algún producto disponible año tras año y en cantidad suficiente para abastecer a todos los iniciados; y que se tratara de una sustancia activa en dosis lo suficientemente pequeñas como para pasar inadvertida. La denominada «teoría del LSA» cumple de sobra los tres requisitos. La tesis contraria, llamada clásica, más de acuerdo con el carácter ritual de las religiones occidentales, sólo formal y sin contenido, sostiene que los sacerdotes revelaban las visiones, con un fuego que representaba la posibilidad de la vida eterna y varios objetos sagrados. Así se generarían las alucinaciones de los asistentes, estimuladas por la preparación anterior y el ayuno. La sugestión creada al mostrar las reliquias es lo que originaría esa fuerte vivencia interior. Comenta Escohotado que esta hipótesis es poco creíble porque las ceremonias eran nocturnas, sólo iluminadas por antorchas, y con la cantidad de gente que asistía la visibilidad sería casi nula. Existe otra razón más intelectual: personas de gran cultura como Platón, Píndaro, Sófocles, y otros genios menos proclives aún a una creencia ciega, como Aristóteles y Cicerón, es poco probable que tragaran tal píldora de credulidad borreguil, y se necesitaría algo más para conmoverles y conseguir que respetaran los misterios de por vida.

Gracias a Hofmann, Wasson y Ruck queda explicado el significado de lo que sucedía en Eleusis y del maravilloso mito de Deméter, que conforma el culto más importante de la cultura grecorromana, una de las numerosas muestras de genialidad del pueblo griego. Se trata de un tema central en todas las comunidades antiguas: el intento de comprensión del misterio del ciclo de la naturaleza y de la fecundidad de la tierra, la cual hace posible la agricultura y, en consecuencia, la vida estable en poblaciones sedentarias, frente a la etapa paleolítica anterior en que el ser humano había sido nómada, cazador y recolector, pero no agricultor ni ganadero. Siempre ha sido motivo de admiración que la tierra dé frutos que permiten sustentar la vida. También era objeto de curiosidad que hubiese ciertos meses en que la tierra daba cosecha y otros en las que no. De ahí surge el mito de Deméter, heredado de las culturas de Asia Menor. No vamos a explicar su contenido, tarea que ya realizó Isidro Marín en el número 50 de Spannabis Magazine («Los misterios de Eleusis»). Tan sólo diremos que se trata de una alegoría del carácter cíclico de la naturaleza, de la fertilidad de la madre tierra y de la desaparición del fruto durante el invierno. De este modo, la participación en los misterios era no sólo una forma de comprender todo el proceso, sino que la ingestión del kykeón suponía demostrar que el agente que estropea las cosechas (el cornezuelo, hongo parásito que provoca graves enfermedades) no tiene por qué ser letal si se utiliza sabiamente, sino que permite acceder a los secretos ocultos del mundo. La sustancia con potencial tóxico puede utilizarse como enteógeno, como vehículo de conocimiento: una nueva lección que nos enseñan los griegos antiguos.

Sabemos que la cultura occidental nació en Grecia, pero, lamentablemente, sólo nos ha llegado una pequeña parte de su legado, debido a la destrucción sistemática -por los siglos de los siglos- de escritos y testimonios artísticos por parte del cristianismo oficial, especialmente cuando deseaba acabar con las manifestaciones paganas con el objetivo de hacerse con el monopolio espiritual. La cultura griega no ha sido nunca superada, y no volverá a repetirse jamás que un pequeño número de ciudades dé en tan poco tiempo figuras de la talla de Heráclito, Parménides, Demócrito, Herodoto, Sócrates, Platón, Aristóteles, Sófocles o Epicuro, por nombrar sólo unos cuantos. Tras el siglo IV cayó la bruma de la ignorancia, con el emperador Constantino, quien concedió al cristianismo grandes privilegios, y sobre todo con Teodosio I, que prohibió todas las demás religiones, tras el breve paréntesis de renacimiento filosófico-cultural del emperador Juliano, mártir del helenismo asesinado por los cristianos. Se persiguió todo lo considerado pagano y se destruyeron sus testimonios; sólo el azar histórico y la labor transmisora del sector árabe más culto permitió rescatar, siglos más tarde, una pequeña parte. Posteriormente, en los siglos XV y XVI, el Renacimiento recuperó algo más. Mucho después, a partir de finales del XIX, la labor de algunos helenistas y eruditos ha ido descubriendo el resto de lo que sobrevivió a la destrucción, una ínfima fracción de lo que los griegos hicieron. A Hofmann, Wasson y Ruck debemos la solución de este enigma que permanecía sin explicar. ¡Gracias, buen doctor, por acercarnos un poco a la genialidad helénica! ¡Gracias por habernos dado la LSD, droga hermana de aquella con que los iniciantes de Eleusis contemplaban los misterios del universo, de la vida y la muerte, antes de que el monoteísmo nos inundara con su ignorancia!

Referencias:

Karl Kerenyi fue un eminente estudioso de la mitología y de la cultura griega. En español hay traducidas varias obras suyas sobre este tema: La religión antiguaDionisos: raíz de la vida indestructible, de Editorial Herder, y Eleusis: imagen arquetípica de la madre y la hijaIntroducción a la esencia de la mitología (junto con Carl Gustav Jung) y En el laberinto, de Editorial Siruela.

Gordon Wasson, Albert Hofmann y Carl Ruck: El camino a Eleusis. FCE.

Escohotado, Antonio: Historia general de las drogas. Espasa Calpe.

Enlace al artículo en Cannabis Magazine.

Enlaces relacionados:

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (II): Eleusis y la genialidad griega
Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico
Vida y obra de Albert Hofmann (IV): Continúa la historia del cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (V): Sacando jugo al cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo

En el aniversario de la muerte de Albert Hoffman vamos a reproducir los artículos que Juan Carlos Ruiz Franco ha publicado en la revista electrónica Cannabis Magazine.

Vamos con el primero de los artículos titulado

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo.

Albert Hofmann, el bisabuelo lisérgico, el gran investigador que nos abrió un nuevo mundo gracias a su casual y feliz descubrimiento, nos dejó el 29 de abril del 2008 para emprender su último y definitivo viaje, pocos días después de cumplirse los sesenta y cinco años de su famoso paseo en bicicleta bajo los efectos de la LSD (19 de abril de 1943), el primer viaje de ácido de la historia.


Deseo que esta serie de artículos sirva de homenaje a este personaje legendario de la psiconáutica, padre de la LSD y el primero en sintetizar la psilocibina y la psilocina. Mi objetivo es repasar algunos de los momentos más importantes de su vida y su obra, y centrarme en su trabajo sobre los derivados del ergot, en especial la Hydergina®, fármaco con propiedades nootrópicas y vasodilatadoras y oxigenadoras del cerebro. Esta droga es prima hermana de la dietilamida del ácido lisérgico (LSD-25), y las dos se obtienen a partir del ergot o cornezuelo del centeno, hongo del grupo de los ascomicetos, con el nombre científico de Claviceps purpurea, que crece en los granos de los cereales.

A pesar de la vitalidad y lucidez que demostró cuando se convirtió en centenario, la pérdida de su mujer el pasado 20 de diciembre le dejó sin ganas de vivir después de haber compartido con ella casi setenta y cinco años. Fue un duro golpe, y ya la celebración de su 102º cumpleaños, el 11 de enero de 2008, no tuvo ningún sentido para él. Su salud estaba realmente deteriorada cuando anuló la comparecencia prevista para el World Psychedelic Forum, que tuvo lugar del 21 al 24 de marzo en Basilea sin la presencia de nuestro gran hombre.

Biografía de Hofmann

La tranquila y siempre neutral Suiza fue el país que dio al mundo a nuestro célebre químico, tan humano, afable, genial y longevo. Albert Hofmann nació el 11 de enero de 1906 en Baden, pequeña ciudad del cantón de Argovia, 25 kilómetros al noroeste de Zurich y famosa por sus aguas termales. Creció en una familia modesta, si bien nunca declaró haber pasado grandes dificultades en su infancia. En el discurso que pronunció en la clausura del homenaje con motivo de su 100º cumpleaños declaró que pudo estudiar química gracias a su padrino, que fue quien le pagó los estudios, ya que su familia no tenía dinero y quería que se dedicara a algún negocio1. En cuanto a su vocación por esta carrera, en una entrevista con Josep Mª Fericgla2 manifestó que se inclinó por ella por motivos filosóficos. Cuando tenía diecinueve años le gustaban las humanidades (literatura, historia…), pero le interesaba estudiar la ciencia del mundo material para llegar conocer la esencia de la realidad. El mundo material existe y no puede cambiarse aunque discutamos sobre él, al contrario de lo que sucede en humanidades, donde siempre hay diferencia de opiniones. Ese interés por saber de qué está compuesta la realidad es lo que le impulsó a dedicarse a la química.

Paul Karrer (1889-1971) dirigió su tesis doctoral. Este profesor e investigador de química orgánica no debe recordarse sólo por haber dirigido a Hofmann, sino por ser una importante figura en la historia de la ciencia gracias a su contribución en las primeras investigaciones sobre las vitaminas A, B2 y C, y por haber sido el primero en sintetizar el alfatocoferol, la vitamina E. Recibió el Premio Nobel de Química en el año 1937 en reconocimiento a su trabajo.

En su investigación universitaria, el joven Albert logró la descomposición enzimática de la quitina mediante el jugo gástrico del caracol. Esta sustancia, que había sido aislada en 1830, es la materia del caparazón, las alas y las pinzas de los insectos y de otros animales inferiores, y su estructura química es análoga a la celulosa, la materia esquelética vegetal. Finalizada su formación con excelentes calificaciones, se incorporó al laboratorio de investigación químico-farmacéutica de los Laboratorios Sandoz, en Basilea, en la primavera de 19293. Comenta que eligió esta compañía porque así podía investigar sustancias naturales, dentro de su propósito de estudiar la esencia de la vida y ponerla en relación con el mundo material, razón por la que desechó otras dos ofertas que implicaban dedicarse a la síntesis química más fría. Hizo muy bien, ya que el doctor Arthur Stoll, fundador y director de la sección farmacéutica, pretendía aislar los principios activos de plantas medicinales con el objetivo de obtener sustancias puras y controlar así las dosis administradas. En sus primeros años en Sandoz se centró en la investigación de la planta escila, trabajo que concluyó en 1935. Deseando tener un nuevo campo de actividad, pidió permiso para retomar el trabajo sobre los alcaloides del cornezuelo del centeno que su jefe había iniciado en 1917. La ergotamina era ya un fármaco muy apreciado por su aplicación hemostática en los partos y como remedio contra la migraña, pero esos estudios se habían detenido. Stoll accedió a su petición, advirtiéndole que se encontraría con grandes dificultades porque los alcaloides del centeno son sustancias delicadas, de fácil descomposición e inestables. Comenta Hofmann: «Así quedó sellado el destino y tema principal de toda mi carrera profesional». Tras sus estudios universitarios y su primera experiencia profesional, su brillantez estaba fuera de toda duda. Ahora el azar y su mente abierta darían paso a la genialidad.

Los antecedentes de la LSD y la Hydergina

Ciertamente, Hofmann es conocido por haber descubierto la LSD -o tal vez, como él mismo decía, fue utilizado por la LSD para poderse mostrar al mundo-, pero también aisló la psilocibina y la psilocina a partir de los hongos mágicos mexicanos. Y además, en el transcurso de su trabajo sobre las propiedades terapéuticas de los alcaloides del cornezuelo del centeno -su único objetivo inicial- sintetizó la Hydergina.

Dice Pío Font Quer4 que la composición del ergot es muy compleja, y que Albert Hofmann la dio a conocer en unas conferencias que ofreció en Madrid en 1953 y en un artículo publicado en una revista española5. Este hongo parásito contiene varios alcaloides (ergotoxina, ergonovina, ergotamina, ergosina, ergocristina, ergocriptina, ergocornina, ergobasina…), y el ácido lisérgico es el principal componente de los que presentan actividad farmacológica. Señala Font Quer que los griegos no conocieron las propiedades del ergot. Esta afirmación -discutible- está basada, con toda seguridad, en una revisión de los tratados antiguos de medicina y farmacología (por ejemplo, los de Hipócrates, Dioscórides y Galeno) y se apoya en que en Grecia existían pocos campos de centeno. Sin embargo, el cornezuelo también puede parasitar el trigo y otros cereales, y la tesis de Hofmann, Wason y Ruck -que sostiene que el kykeón o pócima sagrada de los misterios de Eleusis contenía alcaloides activos de este hongo- es bastante plausible6.

Una vez más, la imprescindible obra de Escohotado7 viene en nuestra ayuda con valiosas referencias. Es interesante el dato de que en todo el territorio griego, sobre todo en la llanura de Eleusis, abunda el cornezuelo de los cereales, y además en una variante muy enteogénica y poco tóxica. Al contener una mezcla de alcaloides, su toxicidad, inocuidad o poder visionario depende de la proporción que presente de cada uno. Escohotado ofrece citas de autores griegos y latinos de diversas épocas que demuestran que conocían sus propiedades, ya que hacen alusión a ciertas características de los cereales contaminados que de lo contrario no tendrían sentido. El hecho de que no se mencionen sus efectos de forma explícita puede deberse al secreto que rodeaba a los misterios eleusinos, cuya revelación estaba castigada con pena de muerte, según ley. En ningún testimonio literario de aquella época se muestra el mínimo gesto de decepción o rechazo en torno a las revelaciones, lo cual prueba el impacto que ejercían en los iniciados, la fuerza visionaria del kykeón y su perfecta integración en la sociedad. Platón, Aristóteles, Esquilo, Cicerón y los emperadores Adriano y Marco Aurelio fueron adeptos, además de personalidades de gran inteligencia y cultura que, en caso de haber existido algún desacierto, sin duda lo habrían dejado por escrito.

Referencias:

  1. http://es.youtube.com/watch?v=SInkOigeGno
  2. Entrevista de Josep Mª Fericgla a Albert Hofmann (28 de junio de 1997). Fuente: http://www.psiconautica.org/.
  3. Estos datos autobiográficos están tomados de su obra LSD – Mein Sorgenkind. Hay varias ediciones en castellano. He utilizado la publicada por Editorial Gedisa, con el título La historia del LSD.
  4. Font Quer, Pío. Plantas Medicinales. El Dioscórides renovado. Editorial Labor.
  5. Hofmann, Albert. «La estructura del ácido lisérgico». Farmacognosia. 1953 Oct-Dec;13(30):333-55.
  6. Hofmann, Wason y Ruck. El camino a Eleusis, publicado en español por FCE.
  7. Escohotado, Antonio. Historia General de las Drogas. Espasa Calpe.

Enlace al artículo en Cannabis Magazine.

Enlaces relacionados:

Vida y obra de Albert Hofmann (I): A vueltas con el cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (II): Eleusis y la genialidad griega
Vida y obra de Albert Hofmann (III): Historia de un hongo mágico
Vida y obra de Albert Hofmann (IV): Continúa la historia del cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (V): Sacando jugo al cornezuelo
Vida y obra de Albert Hofmann (VI)

Día de la bici: Todo empezó con el LSD

Visto en El País.

Hoy, 19 de abril, se celebra el Día de la Bicicleta en todo el mundo. No es una fecha creada por consenso global sino que es una efeméride en toda regla que nace de un viaje lisérgico de Albert HofmannEse día de 1943, Herr Hofmann se drogó. No era la primera vez que lo hacía. El ácido lisérgico había atraído, hacía un tiempo, la atención del científico suizo, que investigaba sus efectos en el ser humano. El 16 de abril durante un experimento acabó absorbiendo una pequeña dosis del compuesto. “Lo primero que sentí fue una notable relajación combinada con un cierto vértigo. Una nada desagradable sensación de intoxicación que iba acompañada de un estímulo extremo de mi imaginación”, contaba el investigador en sus diarios. Tres días después, el 19 de abril, decidió drogarse voluntariamente para ver los efectos que el ácido producía en el cuerpo. Del colocón nació el día de la bici.

0.25 miligramos de LSD fue la dosis que se metió Hofmann. Una cantidad que, tras varios cálculos, él supuso que sería lo suficientemente tóxica sin ser peligrosa. Una hora después de la ingestión, las facultades del doctor empezaron a verse alteradas. Estaba tan afectado que pidió a su ayudante de laboratorio que le llevara a casa. Aunque Suiza permaneció durante la II Guerra Mundial oficialmente neutral, oficiosamente colaboracionista con los nazis mientras no descuidaba sus atenciones a los Aliados, en Basel, donde Hofmann investigaba para laboratorios Sandoz, no se podía usar el coche. El ayudante tenía su bicicleta a la puerta del laboratorio y llevó al investigador hasta su hogar para que se le pasara el subidón. Un viaje de uno que viaja.

Ansiedad, alucinaciones con el vecino de al lado, al que veía como una bruja maquiavélica (quizás por influencia de la recién estrenada El Mago de Oz), y el temor de haber perdido la cabeza acompañaron a Hofmann en su recorrido a pedales. Cuando llego a casa empezó la icónica alucinación caleidoscópica, los colores y las formas extravagantes que marcaron a la cultura hippy.

Ese primer viaje se denominó el Día de la bici. Hofmann había descubierto un inigualable psicoactivo con un gran potencial que pensaba que podría ser muy útil en algunos tratamientos psiquiátricos. No esperaba que fuera de lo más vendido en Woodstock. Después, el investigador estudió las setas alucinógenas o la salvia mientras el Día de la bicicleta se transformó en una cita global en defensa de los pedales.


Hoy en varias ciudades del mundo se organizan recorridos en bici,conciertos y charlas para hablar sobre otro tipo de movilidad. Curiosa evolución. El mismo tipo que descubrió el potencial del LSD, icono de la cultura altermundista de los sesenta, fijó la fecha de la celebración de los pedales, vehículo underground de la posmodernidad. Lo mejor es que todo fue una casualidad.

¡Feliz Día de la Bicicleta!

 

LSD, el poder de unas siglas. J. C. Usó

Artículo publicado en la revista especial Ulises-Cáñamo con motivo del 100 aniversario de Albert Hofmann. http://www.liebremarzo.com/catalogo/especial-dr-albert-hofmann-y-lsd

Lyserg-Säure-Diäthylamid es el nombre original con el cual se identificó la sustancia que descubrió en 1938 el químico suizo Albert Hofmann (n. 1906) a partir de sus experimentos con muestras de cornezuelo de centeno (Claviceps purpurea). Durante algunos años se ignoró qué aplicaciones podía tener. En 1943, fue el propio Hofmann el primero en sentir sus poderosos y sorprendentes efectos psicoactivos durante una jornada gloriosa que ya forma parte de los anales —y hasta de la iconografía— de la psiquedelia, gracias en parte a un celebrado viaje en bicicleta. Aunque ya habían sonado los clarines, todavía no había llegado la hora de la sustancia: contaba a su favor con la proverbial neutralidad de Suiza, pero la II Guerra Mundial estaba en pleno apogeo. No sería hasta los años 60 cuando sus intensos efectos sobre la conciencia revolucionaron el acervo cultural y espiritual de Occidente en su conjunto. Aunque inicialmente el producto fue lanzado al mercado por la casa Sandoz con el nombre comercial de Delysid, el apelativo que finalmente gozó de mayor fortuna entre la estirpe de psiconautas que fue forjándose en su uso sería el integrado por las siglas que conformaba su designación en alemán.

En su autobiografía, Timothy Leary cuenta que en la primavera de 1962, antes incluso de que él hubiera tenido ocasión de probar la sustancia, los “buscadores de placer enrollados” de lugares más o menos desenfadados como Las Vegas, Beverly Hills y Aspen iban por ahí extendiendo el bulo de que las siglas de la droga psiquedélica respondían a la sugerente invitación Let’s Strip Down, o sea, Vamos a desnudarnos[1]. En septiembre de 1966, cuando la LSD ya había sido declarada una droga ilegal en EEUU y el ex profesor de Harvard había asumido plenamente el papel de Sumo Sacerdote del movimiento psiquedélico, Leary abandonó el plan que se había trazado con la creación de la International Federation for Internal Freedom (IFIF) y puso en marcha la denominada League for Spiritual Discovery (LSD), es decir, Liga para el Descubrimiento Espiritual, que únicamente tenía dos mandamientos: “No alterarás la conciencia de tu compañero” y “No privarás a nadie de alterar su propia conciencia”[2]. Sin embargo, la nueva religión psiquedélica estuvo sometida a un control policial continuo desde el momento mismo de su fundación, aunque nada pudo impedir que durante años siguiera su imparable progresión, ganando adeptos día a día, pues ya se sabe que la reputación cobra alas en la clandestinidad.

“LSD, SU MEJOR AGENCIA DE VIAJES”… decía una pintada que, reproducida por manos anónimas en distintos idiomas, podía leerse en medio mundo: en la valla de una comuna en Haight Ashbury, en una pancarta exhibida en el campus de Nanterre, en la pared de las letrinas de un tugurio en Katmandú… En 1966, el grupo The Pretty Things contribuyó a la popularización del apelativo con la grabación de una canción cuyo título respondía de un modo tan lacónico como reivindicativo a las tres siglas mágicas —“LSD”—, pero rápidamente fue prohibida en Inglaterra y otros países. Cosas de la vida: a principios de 1967, el grupo Los Polares grabó una versión libre de ese tema bajo el inequívoco título de “La droga” pero nadie se mostró escandalizado en una España que entonces se consideraba reserva espiritual de Occidente. Quizá fue porque el mensaje de la letra en castellano resultaba bastante ambiguo y porque las siglas cantadas con fonética inglesa —“el-es-di”— no significaban nada para las autoridades franquistas del momento. En cambio, los Beatles camuflaron su particular homenaje al producto del Dr. Hofmann bajo un título algo más críptico: “Lucy in the Sky with Diamonds”. Puede que no sea cierto, que el estribillo del popular tema del cuarteto de Liverpool no encerrara intención oculta alguna y que no estemos sino fomentando una leyenda urbana más, pero lo indiscutible es que desde entonces el mundo de la música pop-rock ha sido el que ha mostrado una mayor complicidad con la sustancia a través de sus siglas. Ahora mismo, me vienen a la memoria algunos nombres de grupos, como los estadounidenses Love Spirals Downwards o, sin ir más lejos, los andaluces Long Spiral Dreamin’ y los catalanes Línia de Sortida Directa… títulos de LPs, como Liquid Sun Days, de The Squires, y Love Sensuality Devotion, de Enigma… y más canciones, como “Last Spiritual Dimension”, de la desaparecida formación Blue Bus. Supongo que la nómina debe de ser mucho más amplia.

LSD, ácido lisérgico o simplemente ácido, como también se conoce a la sustancia en la calle. Seguramente esa es la causa, unida a sus efectos tan imprevisibles y poco convencionales, de que su sola mención revista un carácter contracultural o, como mínimo, cierto aire de provocación. No es de extrañar que un miniperiódico o contraperiódico de humor, donde tienen cabida noticias y anuncios imaginarios, fotomontajes, comentarios, etcétera, eso sí, de lo más corrosivo, se denomine el LSD Herald Tribune… aunque se publique en Euskadi. Tampoco choca que el nombre de la droga haya sido adoptado por un colectivo de lesbianas de Madrid dedicado a la fotografía, cuyas siglas hacen responder a variadas y cambiantes denominaciones —Lesbianas Saliendo Domingos, Lesbianas Se Desatan, Lesbianas Sin Dinero, Lesbianas Sin Duda, Lesbianas Sin Onda, Lesbianas Sobre todo Diferentes, Lesbianas Sospechosas de Delirio, Lesbianas Sudando Deseo, Lesbianas Suscitando Desorden…— y cuyo trabajo, realizado a caballo entre el humor y la reivindicación explícita del cuerpo femenino, se configura como herramienta de crítica frente al orden establecido. Más o menos en la misma línea se encontraría también la publicación LSD (Líneas Sin Desperdicio), un “fanzine pucelano de curiosas concomitancias lisérgicas” —tal y como reconocen sus propios responsables— que funciona como boletín de la Asociación Vallisoletana de Amigos del Noveno Arte. Y lo mismo podría decirse de la empresa de ropa alternativa y complementos expansivos LSD, con establecimientos abiertos al público en Barcelona e Ibiza. No demasiado ajenos a ese sentido del humor, ácido y provocador, nos imaginamos a otros colectivos: los músicos, actores y cómicos de cabaret italianos que forman Latte & i Suoi Derivati; los artistas, músicos, productores, diseñadores, djs y creadores ingleses que integran Liquid Sound Design y los estudiantes socialistas de Hamburgo fundadores de la agrupación Liste Sozialistischer DemokratInnen (LSD).

Dejando al margen este supuesto afán provocador que implica la simple evocación de la dietilamida del ácido lisérgico, dentro del mundo de la comunicación y la tecnología informática (internet, intranet, sistemas matemáticos, multimedia e hipermedia, etc.) existe un amplio reconocimiento bastante explícito de la sustancia, tal y como sugiere cierta nomenclatura del sector: LSD-PLaNET (The Last Stage of Delirium Research Group), Logic for Structure Determination, Laboratory for Simulation Development, LDAP Service Deployment, Laboratorio de Segurança de Dados, Laboratorio de Sistemas Distribuidos, Lean Software Development, Life Science Dictionary Project, Loop and SiDeschains-CAFASP (LSD-CAFASP), Laboratoy of Speech and Dialogue, Laboratorio de Sistemas de Detecção, Laboratory of Semiconductor Devices, Laborator Silnicní Dopravy, Local Software Documentation, Level Seven Digitals…

Pero no podemos resultar tan ingenuos de creer y pretender que todos los nombres cuyas siglas se corresponden con LSD estén relacionados, siquiera remotamente, con la problemática criatura de Albert Hofmann. Así, por ejemplo, y aunque en su dirección web destaque la presencia de las controvertidas siglas, no parece que tenga nada que ver con sustancia psicoactiva alguna el Lar São Domingos, una entidad filantrópica brasileña dedicada a la protección de la infancia. Ni la Legal Surveys División, una empresa canadiense dedicada a la explotación, promoción y protección de los recursos naturales y el desarrollo sostenido. Ni mucho menos la comercial Luis Sánchez Díez, S.A., una empresa familiar dedicada a la búsqueda y explotación de canteras y a la fabricación y venta de materiales para la construcción. Ni tampoco un organismo oficial lituano que responde por el nombre de Lietuvos Standartizacijos Departamentas. También parece que la coincidencia entre las siglas LSD y las de la Law Student División de la ABA (American Bar Association) o las del foro para estudiantes y graduados en leyes Law School Discusión no sea más que eso: meras coincidencias.

Sin embargo, no deja de sorprender que la US Navy no haya procurado desvincular su línea de barcos de soporte para operaciones anfibias Dock Landing Ships (LSD) de las siglas de una de las sustancias ilegales contra cuya promoción más ha batallado la Administración de los Estados Unidos desde tiempos del presidente Richard Nixon. Y no es el único ejemplo que puede provocar cierta perplejidad, porque ahí está el caso de la Louisiana School for the Deaf, que por mucha fidelidad a la tradición académica estadounidense que demuestre en honrar al “LSD Teacher of the Year”, no puede ignorar la correlación semántica existente entre las siglas del citado colegio y las del potente e ilícito visionario.

Sea como sea, nadie puede negar que el éxito de las siglas LSD ha tenido que ver con la expansión del uso de la sustancia —a pesar de su prohibición incondicional— y sus poderosos efectos psiocoactivos. Sin embargo, este éxito ha acabado por desbordar los propios márgenes del movimiento psiquedélico, seguramente porque se ha producido en un mundo donde el poder de las marcas ha dejado de ser patrimonio exclusivo del ámbito empresarial, alcanzando a las artes, a las instituciones y hasta a países enteros.

Efectivamente, el branding o la cultura de las marcas ha ido invadiendo todos y cada uno de los elementos susceptibles de ser sometidos a las leyes de la oferta y la demanda, es decir, a las reglas del consumo, convirtiéndose en un auténtico fenómeno sociológico. Los ciudadanos, reducidos a simples consumidores, se configuran en este sentido como víctimas involuntarias y pasivas de la conspiración de unas marcas que tan sólo persiguen cínicos intereses mercantiles. Un dato revelador: hasta el reputado psiquiatra Stanislav Grof[3], con varias décadas de investigación y experiencias clínicas en estados alterados de conciencia (muchos inducidos por LSD), ha patentado la técnica terapéutica denominada Respiración Holotrópica® como una marca registrada más.

Frente al poder de las multinacionales, la tiranía de las leyes de mercado y la incitación permanente a un consumo desenfrenado, no hace muchos años se publicó el libro No Logo, de Naomi Klein[4]. En poco tiempo, la obra de esta periodista y economista canadiense —a medio camino entre la investigación-denuncia y el ensayo sociológico— se convertiría en libro de cabecera de los movimientos antiglobalización, de todos aquellos que quieren hacer justicia, salvar el mundo o simplemente ahorrar dinero, es decir, recuperar el espacio público y la identidad privada. El libro ofrecía numerosos argumentos para que los consumidores hicieran preguntas y se atrevieran a enfrentarse al intento de colonización mental por parte de las multinacionales. En este sentido, los activistas de la antiglobalización, aseguran que las multinacionales, más que mercancías, venden fantasías, ideas y estilos de vida —inalcanzables para la mayor parte de las personas— asociados a marcas exclusivas que requieren un gran despliegue de mercadotecnia —incluido un bombardeo publicitario masivo— y cuyos productos representativos fabrican empresas subcontratadas en países del Tercer Mundo.

Las principales críticas a estas tesis han partido de Wally Olins[5] y otros expertos en imagen e identidad corporativa que aseguran que los partidarios del no-logo, es decir, del activismo antimarca, en realidad confunden marcas con capitalismo. En esta línea podemos mencionar a Michel Chevalier y Gérard Mazzalovo[6], quienes recientemente han analizado las bases teóricas de la identidad, el ciclo de vida y la dimensión de las marcas partiendo del hecho de que la noción de marca descansa en la diferenciación, una diferenciación que lógicamente lleva asociados determinados valores (cualitativos, hedonistas, éticos). Según estos dos profesores de la École Supérieure des Sciences Économiques et Commerciales (ESSEC), las marcas implican un pacto, una especie de acuerdo con el consumidor, que es fuente de progreso social: por una parte, crea y distribuye riqueza y, por otra, exige procesos de creación e innovación que reportan bienestar a unos consumidores que no serían meros espectadores o, mejor dicho, simples sujetos pasivos. Prácticamente la casi totalidad de la publicidad, aseguran estos dos autores franceses, se refiere a tendencias de fondo preexistentes, es decir, se construye y sostiene sobre modelos culturales más o menos generalizados. En definitiva, la publicidad no haría sino responder a deseos latentes, estimulándolos, de manera que sólo nos mostraría y nos diría aquello que en realidad tenemos ganas de ver y escuchar.

Pero no es nuestra intención entrar en polémicas aquí y ahora, sino simplemente dejar planteado el estado de la cuestión y constatar el hecho de que un amplio reconocimiento ha convertido las siglas LSD, con toda su carga y fuerza semántica, en un reclamo con entidad propia, en una supermarca más allá de los efectos psiconáuticos que pudiera sugerir. Pero sobre todo felicitarnos porque en su día los laboratorios Sandoz se limitaran a patentar la dietilamida del ácido lisérgico con la marca Delysid, olvidándose de las siglas, y sumarnos de este modo al homenaje que la revista Ulises (Revista de viajes interiores) ha decidido rendir en el centenario de su nacimiento al químico que nos abrió un atajo para acceder a la vía de la experiencia mística.

Dankeschön, Doktor Hofmann!

Juan Carlos Usó

[1] LEARY, Timothy: Flashbacks. Historia personal y cultural de una época. Una autobiografía, Barcelona, Alpha Decay, 2003, pág. 188.

[2] LEE, Martin A. & SHLAIN, Bruce: Sueños de ácido. Historia social del LSD: la CIA, los sesenta y todo lo demás, Castellar de la Frontera (Cádiz), Castellarte, 2002, pág. 204.

[3] GROF, Stanislav: Psicoterapia con LSD, Barcelona, La Liebre de Marzo, 2005.

[4] KLEIN, Naomi: No Logo. El poder de las marcas, Barcelona, Paidós Ibérica, 2001.

[5] OLINS, Wally: Brand. Las marcas según Wally Olins, Madrid, Turner, 2004.

[6] CHEVALIER, Michel & MAZZALOVO, Gérard: Pro Logo. Por qué las marcas son buenas para usted, Barcelona, Belacqva, 2005.

 

[Docu] Dentro de: El LSD

Dentro de: El LSD Ver en la videoteca de Cannabis y más.

Texto Energy Control desde Psicoactividad.

El inventor de la LSD, Albert Hofmann, la llamó “medicina para el alma”. The Beatles escribieron canciones sobre ella (la canción Lucy in the Sky with Diamonds entre otras). Se realizaron experimentos militares secretos para explotar sus poderes alucinónenos… Si la LSD no es el paradigma de los psicodélicos poco le falta.

National Geographic ha editado una serie de videos sobre la LSD dentro de una serie documental llamada “Inside LSD” que aborda la historia del ácido desde sus orígenes químicos, efectos en el cerebro, comercialización, estudios científicos, arte psicodélico, etc. Todo ello en forma de capítulos breves y otros datos para ampliar información.

Una producción excelente y un abordaje multidisciplinar sobre el ácido, la sustancia que cambió la manera de ver el mundo para mucha gente.

También hay un par de apartados muy a lo yankee que recojen información sobre drogas duras y drogas blandas, una distinción errónea, superficial y poco profesional teniendo en cuenta la calidad de los reportajes.

Si es que ya se sabe…muchas de las investigaciones hechas con capital norteamericano invierten cantidades ingentes de dinero para saber todo lo que se pueda sobre algo, en todas sus vertientes, sin que se les escape ningún detalle, pero en general, siempre se halla un trasfondo tendencioso hacia el prohibicionismo hacia el consumo de drogas. De todos modos, los vídeos no tienen desperdicio.

Sinopsis, videos, fotos y otros materiales AQUí