MMMM2016 Manifiesto +, fuera etiquetas, suma no restes

Ausencia de uno, dejar de estar, no ser…
no me hallo, me callo, no estoy, no soy…
silencio, me diluyo, me atasco, me hundo…
no veo, no oigo , no sé, no soy, no estoy…
pruebas, me paro, no saboreo, no escucho …
más pruebas, no soy quien era, no fluyo, no doy…
pruebo, me hundo, me atasco, no floto, no huyo…
exploro y no encuentro un camino de vuelta…
da igual, no da, si da, que más da, si soy y si estoy…
erase que se era, soy lo que era, sigo siendo quien era…
floto, nado, no huyo, escucho, huelo, saboreo y fluyo…
no me paro, camino, bailo, si sé, si soy y si estoy…
claro que importa, si da, si que da, si soy quien era…
exploro, olfateo, encuentro, hurgo, hallo y no callo…
claro que da, si da, me exploro, me hallo y no callo…
me levanto, sueno, caigo, ando, crujo, fallo y hallo…
me muevo, limpio, hurgo, buceo, encuentro y salgo…
como y hablo, hablo y abro, busco, hurgo y no callo…
pica, escuece, duele y sale fuera, si soy quien era…
erase que se era, si soy la misma que era…
reparo, extirpo, curo, sana sana culito de rana
repongo, sano, si no se cura hoy se curará mañana
como, fumo, hablo, manifiesto, me hallo y no callo.

MANI•FIESTA•ACCIÓN, 7 de Mayo de 2016, Madrid.

Dejé de escribir cartas, a particulares me refiero, hace muchos años ahora sólo escribo cartas de reclamación o de queja, de reivindicación o de lucha, de impugnación o de aporte de documentación. En fin, papeles y más papeles, pura burocracia institucional.

El correo postal ha caído en desuso silenciosamente, sin hacer ruido, ya nadie escribe cartas como las de antes cuando se estaba lejos de las personas queridas y se esperaba ansioso sus respuestas que se releían mil veces… Ahora se mira al móvil y no a los ojos. Esto me hace pensar que al no mantener correo postal de puño y letra, actualmente no se sabe leer ni interpretar los textos. Se ha perdido el hábito de leer y de escribir, con calma, con alma…las personas leen pero no entienden lo que leen o lo corrigen a su antojo. Todo va demasiado rápido, ni siquiera las palabras se escriben completas, como si nos faltara el aire, el tiempo. Raudos y veloces los amantes escriben en sus móviles tkm, bss… ¿Qué coño significa eso para los amados?

En estos últimos años he sufrido cambios que se perciben en mi a primera vista, cambios me han obligado a abandonar muchas cosas para atender a mi salud, cambiar de rumbo y plantearme otras prioridades, inquietudes e intereses. He parado, madurado y aprendido, me he roto, me he reparado y he cambiado. He dejado de confiar pero no de comprender a los seres humanos, al menos a la gran mayoría… soy más selectiva, más antisocial y encuentro menos personas a las que me apetezca conocer mas allá de lo mínimo aceptable socialmente. Han sido dos tratamientos duros y sobre todo el segundo, me ha dañado y sacudido el soma y la psique. Me ha hecho recordar los malos tiempos de hace más de 20 años, cuando el dolor me lo provocaba la abstinencia de la heroína, cuando era toxicómana. Me ha hecho recordar el mono, los escalofríos, los dolores, el malestar diario, la pérdida de peso, los cambios de humor, la tristeza. Curiosa venganza poética la del tiempo porque ahora era la droga que tenía que sanar mi hígado dañado lo que me estaba enfermando. Los sudores, las nauseas, la falta de apetito, el insomnio, el frío constante, las siete pastillas diarias, hasta el hecho físico de tener que usar jeringuillas para pincharme el interferón ha supuesto para mi un verdadero calvario.

Me he enfurecido y endurecido, me he deprimido y llorado, he pensado en abandonar pero me he defendido, he peleado y he ganado, eso sí he terminado la batalla un poco más rota pero también más sabia y más sana. He sacado fuera muchos miedos, prejuicios y malos recuerdos que estaban aplastados por mis pies para que no me salpicarán ni a mi ni a los míos. Otros miedos, prejuicios y recuerdos guardados para la intimidad no los he sacado yo pero los han hecho públicos terceros del modo más descarnado, me los han sacado a la fuerza, a traición, sin miramientos, mostrándolos a otros como si se tratara de locos gigantes con los brazos amputados que corren alocadamente salpicando sangre a su paso, para mi son huéspedes acomodados, compañeros de viaje que conviven conmigo, discretos, sin ruidos…

Todo por mi libre elección de intentar sanarme y empezar el segundo tratamiento con sólo un 50% de posibilidades de éxito y utilizar únicamente los medicamentos o drogas legales de la farmacia hospitalaria para sanar mi hígado y aliviar los efectos secundarios de este tratamiento hospitalario sin recurrir a los medicamentos o drogas legales de la farmacia comunitaria que tanto malestar me causaron en el primer tratamiento sino utilizando una droga ilegal o medicamento llamado cannabis que se cultiva de manera alegal y se dispensa de un modo poco ortodoxo diría yo, lo cual encarece su valor si se utiliza como tratamiento coadyuvante y no sabes, no quieres o no puedes cultivar.

Si bien es cierto que ni la farmacia hospitalaria, ni el médico de familia, ni ninguno de los especialistas que me han tratado han considerado contraproducente mi decisión de utilizar exclusivamente el cannabis como paliativo al tratamiento tampoco han querido mojarse mucho más allá de preguntarme: “¿A ti te funciona? Pues ya está.” Curiosamente lo que si me he encontrado es con muchas dificultades para conseguir la marihuana, desde el camello que «te tanga» hasta los regalos terapéuticos que se han convertido en posteriores amenazas e intentos de chantaje, los vendedores de humo, las dificultades para acceder a un club si no te invita al menos un socio, encontrar profesionales médicos que te expliquen el modo adecuado de administración en tu caso o la variedad adecuada a tu patología o al malestar que pretendes aliviar y sobre todo, cierta oposición rancia al reconocerlo o fumar abiertamente entre mis familiares e iguales. Era y soy fumadora pero no era «fumeta» y continúa preocupándome más a día de hoy mi tabaquismo que el uso del cannabis.

Y no me quejo porque fui recomendada al mejor médico experto en el tema, el Dr. Fernando Caudevilla que tras una sola consulta médica sobre el uso del cannabis en mi caso, me tranquilizó y resolvió mis dudas. Me considero una privilegiada ya que disponía de los contactos y el dinero para pagar una consulta privada pero ya llevaba 1/3 del tratamiento y después de seguir todos los pasos requeridos para ser usuaria terapéutica de cannabis en el club al cual me asocié y donde se portaron genial conmigo (gracias chicos), me dirigí a la federación en Madrid para hablar con el médico de ésta, tras varios correos electrónicos, el envío de mis informes médicos y hacerme abrir una cuenta de Skype (que nunca he usado por cierto) he finalizado el tratamiento sin hablar con este médico. Hablé con él en persona en la Plaza de España al terminar la manifestación del año 2015 y os aseguro que no fue el mejor momento… era mi primera marcha de la marihuana y la disfrute con ganas.

Ya puestos en el tema de la “mani” que este año será el sábado 7 de mayo en Madrid, hacedme el favor de ir, id como os dé la gana, terapéuticos y/o lúdicos, mujeres y/u hombres, de aquí y/o de allá, pero id, no calléis, haced ruido, que se nos vea, igual que se nos ve todos los días por nuestros barrios, normalicemos pero no sigamos con el tema de los usuarios terapéuticos sin atender las individualidades y las necesidades en tiempo real de los pacientes porque el dolor no espera amigos, ni los tratamientos esperan y no es fácil entrar en el círculo cannabico, ni siquiera como terapéutico. Vamos a dejarnos de separaciones porque todos coincidimos en algo, somos personas usuarias de cannabis y lo usamos como nos place de modo individual o colectivo “…sin otro límite que la minoría de edad y el daño a terceros…” como bien dice Alejo Alberdi en Hipocondría cannábica “…sin olvidar que, después de décadas de estigmatización de todo consumidor de cannabis como como un enfermo necesitado de tratamiento, la obsesión fumeta por la salud no contribuiría en nada a la refutación de los estereotipos prohibicionistas, sino más bien a su confirmación.” Mi opinión es que si no se legaliza y sólo se regula, seguirá existiendo mercado negro, embaucadores y desconocimiento sobre la planta y sus verdaderos beneficios y posibilidades terapéuticas.

Las decisiones que he tomado me han hecho encontrarme, han hecho más soportable y llevadero el dolor en los duros momentos del tratamiento y con cada una de ellas he tenido que sincerarme conmigo, parar y buscarme de nuevo para saber quien soy y quien deseo ser ahora, en 2016. Y me declaro a favor de la legalización de las drogas quisiera que se legalizaran la tenencia, el cultivo, la producción, la distribución, la venta, el estudio y la dispensación del cannabis y de otro tipo de sustancias con probada utilidad lúdica o médica. Quiero que se termine esta farsa de guerra entre drogas legales e ilegales. Eso si, con cautela y con todas las medidas de educación, sociales, de control y sanitarias que se consideren oportunas por personas expertas en el tema. Como dice el anónimo: “De la piel pa’dentro mando yo, comienza mi exclusiva jurisdicción. Elijo yo aquello que pueda o no cruzar esa frontera. Soy un Estado soberano, y las lindes de mi piel, me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país.

Piensa y luego ya verás si existes. Y si ves que existes, vuelve a pensar porque desde ese instante tu meta es luchar por sobrevivir y tu fin dejar de existir. Es más, me pregunto si se puede dejar de existir y seguir pensando… Y sí, se puede. Vamos, que esto de ser un “ser vivo” es un bucle infinito, una puta «batalla» cotidiana contra la vida que te ha tocado vivir y contra el puñetero cuerpo cada vez más repleto de «heridas de guerra» que se te rebela continuamente buscando alivio al dolor.

Nunca me han gustado las etiquetas pero desde que nacemos estamos etiquetados. Diría que incluso antes de nacer ya estamos etiquetados por país o lugar de nacimiento, por familias, por géneros, por razas, por religiones o creencias, por tendencias políticas e incluso por apariencia física. En el colegio ya empieza el etiquetado social: «zanahorio«, «cuatro-ojos», «empollón«, «chivato«, «chino«, «gordo«, «tonto» y así una larga lista que se convierte en un continuo que nos va colocando en la posición que tendremos de adultos como si fuéramos productos de supermercado, etiquetados y «colocaditos» bien en las estanterías correspondientes.

Peleona” me han llamado, me llaman y me van a seguir llamando aunque yo me considero socialmente crítica y ajustada a derecho porque ante cada traba burocrática que entorpezca mi camino o el de los míos, voy a continuar peleando.

Enferma” me llaman ahora, aunque yo prefiero considerarme combatiente y superviviente y debo reconocer que por primera vez en mi vida me he sentido y me siento mermada; esto no me ha ayudado en mis luchas cotidianas sobre todo porque me paraliza y, aunque me cuesta admitirlo, mi recuperación no está siendo tan rápida y satisfactoria como esperaba.

Luchadora” me llamo porque eso es lo que he sido, soy y seguiré siendo aunque mis circunstancias estén cambiando y este cuerpo presente una nueva herida de guerra pero una «gran batalla ganada».

«Fumeta» me van a llamar ahora, aunque yo prefiero considerarme una paciente libre para elegir como tratar sus dolencias entre las drogas de la farmacia comunitaria con todos sus efectos secundarios legales y la yerba con todos sus efectos secundarios alegales.

Fotografía correspondiente al año 2015 en su recorrido por la Gran Vía.

 

Entre la autogestión y la mercantilización

Visto en TNI.

Entre la autogestión y la mercantilización
Los Clubes Sociales de Cannabis en la encrucijada

Martín Barriuso Alonso
Jueves, 9 de agosto, 2012
Desde hace varios años, asistimos a una explosión de nuevas asociaciones de personas usuarias de cannabis en el estado español. No existen datos fiables, pero sabemos que este tipo de entidades, creadas en su gran mayoría con el objetivo de poner en marcha cultivos colectivos de marihuana, suman ya varios cientos. Gran parte de ellas están concentradas en Cataluña, donde además se encuentran las más numerosas, que en algunos casos han llegado a tener varios miles de miembros en poco tiempo.

Es precisamente en esa comunidad donde se da con mayor intensidad un proceso de diferenciación que está llevando a la creación en paralelo de dos tipos de clubes cannábicos. Al menos sobre el papel, ambos modelos adoptan una misma estructura jurídica y dicen defender fines similares. Sin embargo, esta similitud formal no consigue ocultar profundas diferencias en su modus operandi, hasta el punto de que ya se habla de los Clubes Comerciales de Cannabis, en oposición a los Clubes Sociales de Cannabis.

Un debate inesperado

El pueblo de Rasquera en donde el 56,3 por ciento de los participantes en el referendo han votado a favor del plan anticrisis aprobado por el plenario municipal el 29 de febrero y que incluye una plantación de marihuana.

El auge de los clubes cannábicos de todo tipo, con iniciativas muy sonadas como la de momento frustrada plantación de Rasquera (Tarragona), ha obligado a mover ficha al gobierno autonómico catalán, que ha anunciado la creación de una comisión para debatir, como ya se está haciendo en el País Vasco, una posible regulación de este tipo de asociaciones. Ello está generando un importante debate en y entre las asociaciones de personas usuarias de cannabis, que afrontan este proceso con criterios dispares.

Las autoridades catalanas parecen ver con buenos ojos el modelo de Club Social de Cannabis que promueve la Federación de Asociaciones de Personas Usuarias de Cannabis (FAC), basada en asociaciones de tamaño modesto que autoproducen lo que consumen, pero no hay que olvidar que los clubes más grandes no forman parte de dicha federación. Estos clubes, cuyo funcionamiento se podría definir a grandes rasgos como “coffee-shops con membresía”, están ganando influencia gracias a sus elevados presupuestos y a sus vínculos con parte de la industria cannábica, y las autoridades catalanas podrían acabar inclinándose por un modelo más masivo pero más fácil de vigilar: Es mucho más barato controlar cincuenta asociaciones grandes que quinientas pequeñas.

En este contexto, la FAC ha apostado por seguir defendiendo el modelo de los Clubes Sociales, por entender que es el que mejor permite la defensa de los derechos de las personas usuarias, la gestión democrática y transparente, y la reducción de riesgos. Frente al peligro de mercantilización de los clubes, que podrían acabar siendo pseudoempresas de hostelería con carné, se reivindica un modelo que casi nadie se había planteado hasta hace poco, pero que ha demostrado tener una serie de virtudes que lo han convertido en referente a la hora de hablar de políticas de drogas justas y eficaces.

Se hizo camino al andar

Aunque en muchos foros ya se habla del “modelo español” para referirse a los llamados Clubes Sociales de Cannabis, este modelo no se basa en ninguna regulación concreta, dada la inconcreción de la legislación española sobre drogas ilícitas. En realidad, los clubes se basan en el desarrollo paulatino de unos principios recogidos de forma fragmentaria en la doctrina del Tribunal Supremo sobre el llamado “consumo compartido”. Dicha doctrina no se refiere al cannabis, sino que se fue desarrollando, sobre todo, en sentencias sobre grupos de personas usuarias de heroína y cocaína que hacían compras conjuntas en el mercado negro para el posterior reparto dentro del grupo.

Ello hace complicado el encaje del cultivo colectivo de cannabis, dado que, a diferencia de lo que ocurre con las sustancias mencionadas, el cannabis no se obtiene exclusivamente del mercado negro, sino que es fácil cultivarlo por sí mismo, obligando para ello a almacenar cantidades que, en general, se consideran susceptibles de ser destinadas al tráfico ilícito. En efecto, se suele considerar que cualquier cantidad que supere el consumo de unos cuantos días está, en principio, destinada al tráfico.

Basándose en los principios del consumo compartido, en su experiencia práctica, en distintas resoluciones judiciales referidas a sus propias actividades, y en consultas con diferentes instituciones, las asociaciones pertenecientes a la FAC han ido desarrollando un modelo de funcionamiento de carácter democrático, sustentado en prácticas de cooperativismo, autosuficiencia regulada, transparencia y fiscalización pública, que conocemos como Club Social de Cannabis.

Sin embargo, esta fórmula no fue premeditada, sino que se generó mediante la búsqueda de vacíos en la legislación vigente. Tanto es así que, en un primer momento, a la iniciativa de la asociación catalana ARSEC de organizar un cultivo colectivo para sus miembros, se le llamó “la brecha catalana”,* aludiendo a la idea de que ARSEC estaba, de alguna manera, abriendo un hueco en el muro prohibicionista. No se trataba tanto de implantar un modelo predefinido como de ver hasta dónde se podía llegar en el marco legal actual, visto lo difícil que resulta modificar los tratados internacionales sobre drogas.

Buscando el encaje legal

Los CSC se han ido formando a base de rellenar los huecos que la legislación dejaba, huecos cuyas dimensiones aún no están muy claras. Sin embargo, la doctrina sobre el consumo compartido establece una serie de condiciones para que no exista delito: Debe tratarse de un circuito cerrado de personas concretas y previamente consumidoras, ninguno de los participantes puede lucrarse, y las cantidades distribuidas deben ser para un consumo más o menos inmediato.

Estas condiciones, desde luego, no despejan todas las dudas. Por ejemplo, ¿cuántas personas pueden formar parte del circuito cerrado, visto que se trata de evitar la difusión indiscriminada de la sustancia? Esta es una de las cuestiones que deben dilucidarse, pero está claro que un círculo cerrado no puede ensancharse indefinidamente. En este sentido, las gigantescas dimensiones de algunos clubes creados en los últimos años generan dudas razonables. ¿Puede haber un circuito realmente cerrado con 10.000 miembros activos?

En todo caso, está claro que la legislación española no permite en estos momentos ningún sistema de distribución de cannabis de naturaleza comercial y abierto al público general. Es decir, la apertura en España de un coffee-shop al estilo holandés sería claramente un delito. Así que, descartada esa opción, el movimiento antiprohibicionista se concentró en desarrollar el sistema de base no comercial que mejor encajara con los intereses y necesidades de las personas usuarias de cannabis. Sin estas limitaciones, la iniciativa normalizadora habría correspondido desde el principio a los sectores empresariales y no a los activistas, de forma que el modelo sería sin duda muy distinto y, en opinión de la FAC, mucho menos satisfactorio desde el punto de vista del consumidor individual.

Sin negocio hay menos riesgos

Martín Barriuso presentó el modelo de las CSC ante la Comisión Europea (En la imagen, Dana Spinant, comisionada de la CE, debatiendo con Barriuso).

Desde que se puso en marcha el primer CSC, allá por 2001, se ha hecho evidente que este modelo permite cubrir perfectamente las necesidades de consumo de los miembros, proveyéndoles de cannabis de calidad controlada, a precios razonables, y al margen del mercado negro generado por la prohibición. Desde luego, hay otros modelos que podrían garantizar eso mismo, pero estos más de diez años de experiencia práctica han puesto de manifiesto que el hecho de tratarse de un modelo no comercial ofrece una serie de ventajas extra, especialmente notorias desde el punto de vista de la gestión de los riesgos asociados con el consumo.

Por una parte, la ausencia de ánimo de lucro reduce el riesgo de promoción con fines comerciales. Además, el hecho de que un CSC sea un círculo cerrado donde se entra por invitación de un miembro, no solo hace que la publicidad del mismo no tenga sentido, sino que además genera entre las personas socias numerosos vínculos que normalmente no se dan entre los clientes de un establecimiento comercial, sobre todo si son esporádicos. Según hemos podido comprobar en diferentes asociaciones, estos vínculos generan entre los miembros un sentimiento de comunidad que favorece las conductas de cuidado mutuo y de formación entre pares, lo que contribuye a la reducción de riesgos.

Además, las reducidas dimensiones del colectivo, el mutuo conocimiento y confianza entre las personas socias, así como la existencia de un registro exhaustivo e individualizado del consumo individual de cada miembro, hacen que resulte más fácil detectar la aparición de consumos problemáticos. Cuando se sospecha que el consumo de un socio o socia está derivando hacia conductas problemáticas, se entabla un diálogo con esa persona para hacerle consciente de los cambios detectados en su comportamiento y pautas de consumo y se activa un protocolo, que en el caso de los clubes del País Vasco incluye la participación de una técnico especialista en drogodependencias contratada a tal efecto y que atiende gratuitamente a la persona afectada, si así lo desea. No conozco ningún coffee-shop, bar, o estanco de tabaco que ofrezca servicios similares.

Por otro lado, la legislación española sobre asociaciones obliga a que el órgano supremo de decisión sea la asamblea general de socios y socias, de la que se entra a formar parte desde el mismo momento del ingreso en la asociación y ante la cual la junta directiva debe presentar el balance económico y de gestión, que debe ser aprobado anualmente en votación. Esto asegura un nivel de transparencia y una capacidad de influencia de las personas usuarias que no serían posibles en una sociedad mercantil, donde quedarían reducidas al mero papel de clientes. Y cuanto mayor sea la escala de las empresas implicadas en la producción y distribución, más difícil será el control sobre la sustancia y sobre los riesgos que provoca, algo que salta a la vista si miramos el ejemplo de la industria del tabaco.

Hacia la autoorganización del consumo

Recientemente, la sección vasca de la FAC, EUSFAC, encargó un dictamen jurídico a dos prestigiosos catedráticos de Derecho Penal, Juan Muñoz (autor del anterior informe de 2001) y José Luis Díez Ripollés, ambos de la Universidad de Málaga. En este informe, que aún no se ha hecho público, se habla de los Clubes Sociales de Cannabis como formas de “autoorganización del consumo” que no entran en el ámbito del delito ni cometen infracción administrativa alguna mientras se atengan a ciertos límites ya explicados anteriormente.

Desde luego, el informe deja claro que en la actual legislación no cabe ninguna figura dedicada a la distribución de cannabis que no pase por la organización democrática y participativa de las propias personas usuarias a las que va destinado el cannabis. Mientras no cambie el Código Penal y la interpretación que se viene haciendo del mismo, en España no hay lugar para iniciativas en clave de negocio, como son algunos de los “clubes” más grandes, por mucho que traten de disimularlo tras la fachada de una asociación.

Díez Ripollés y Muñoz llegan a proponer una fórmula jurídica concreta para los CSC: La creación de sociedades cooperativas de productores y consumidores, prevista en la Ley 27/1999, sobre Cooperativas. Estas cooperativas carecerían de ánimo de lucro y tendrían socios ordinarios, socias de trabajo y socios colaboradores. El aprovisionamiento debería llevarse a cabo en el mercado legal y la entidad debería fomentar, en la medida de lo posible, el uso responsable por parte de sus miembros.

En la FAC nos decantamos claramente por este tipo de fórmulas democráticas y no lucrativas, donde se busca un equilibrio entre los intereses y derechos de personas productoras y usuarias, en vez de otras modalidades donde lo que prima es el interés económico de una minoría dedicada a la distribución de lo que otros producen y en general poco preocupada por las consecuencias de lo que vende. Ya tenemos bastantes productos sometidos a la dictadura de los llamados “mercados” y cada día están más claras las desastrosas consecuencias de organizar la vida de los seres humanos en torno al negocio y el beneficio. Ojalá consigamos que el cannabis se libre de todo eso.


* Borrallo, F. (1997), “La brecha catalana. Modelo propuesto por la Asociación Ramon Santos de Estudios sobre el Cannabis (ARSEC)”, Cañamo: La revista de la cultura del cannabis, nº. 1, págs. 50-51; http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3259551

Martín Barriuso Alonso es representante de la Federación de Asociaciones de Personas Usuarias de Cannabis (FAC) y el autor del informe Los Clubes Sociales de Cannabis en España – Una alternativa normalizadora en marcha, Serie reforma legislativa en materia de drogas no. 9, enero de 2011.

Véase también el blog anterior de Barriuso: El cannabis llega al parlamento: El debate sobre la regulación de los clubes sociales de cannabis en el País Vasco, TNI weblog, 26 de junio, 2012. 

Iniciativa relativa a la regulación del consumo de cannabis en Euskadi

Enlaces varios a la noticia.

Euskadi aprueba regular los clubes de consumo de cannabis en El País.

La Cámara vasca analizará antes de verano la ley del consumo de cannabis en El Mundo.

Parlamento vasco estudiará cómo regular los clubes de cannabis para acabar con su situación de «alegalidad» en 20 minutos y La Vanguardia.

El País Vasco regulará los clubes sociales de cannabis en ABC.

El País Vasco regulará los clubes sociales de cannabis en Qué!

El País Vasco regulará los clubes sociales de cannabis en Finanzas.com

Parlamento vasco